– Lo dudo mucho -protesto Rathbone.

Sullivan enarco las cejas.

– ?Pero, amigo mio, si lo demostro usted mismo! Ese hombre implico a su esposa, una buena mujer sin duda, aunque sentimental, llena de ideas bienintencionadas pero ilogicas. Y el, al parecer, fue victima de las mismas ilusiones. Aborrecia el asesinato del nino, y permitio que le afectara tanto, entre otras cosas porque era el ultimo caso de Durban, que fue descuidado. Presento pruebas inconsistentes al pobre Tremayne, por eso el jurado no tuvo mas remedio que hallar no culpable a Phillips. Ademas, sabemos que ya no puede ser juzgado por ese crimen de nuevo, ni siquiera si hallamos pruebas irrefutables de su culpabilidad. No podemos permitirnos muchos fiascos como este, Rathbone.

– Desde luego que no -dijo Rathbone con una seriedad absolutamente sincera-. La situacion es en efecto muy grave, quiza mas de lo que Monk llegue a comprender.

– ?Esta entonces de acuerdo en que quiza deberia desmantelarse la Policia Fluvial? -inquirio Sullivan.

Rathbone levanto la vista hacia el.

– No, no, estaba pensando en la peliaguda cuestion del chantaje. -Observo el semblante de Sullivan y un ligero cambio en su mirada le advirtio de que habia dado en el clavo, aunque aun no supiera cuan hondo lo habia clavado. Esbozo una sonrisa-. Como es natural, antes de defender a Phillips tuve que estudiar todas las pruebas con suma atencion y, por supuesto, interrogarlo a fondo.

– Naturalmente -confirmo Sullivan con una expresion extranamente forzada-. Pero vaya con cuidado, Rathbone. Cualquier cosa que le dijera como cliente sigue siendo secreto profesional, aunque ya se haya dictado sentencia y resultara absuelto. Ahora ya no soy el juez que vio la causa, y no tengo ningun privilegio.

– Ninguno -dijo Rathbone secamente-. No pensaba filtrar ninguna informacion, tan solo generalidades. Phillips nunca ha negado que se gana la vida satisfaciendo los mas pateticos y obscenos gustos de hombres que pagan para que les consientan hacer realidad sus fantasias.

El rostro de Sullivan reflejaba sentimientos encontrados, miedo, desden y tambien una chispeante excitacion.

– Con esas opiniones, debio de costarle lo indecible defenderlo -senalo.

Quiza siguieran aparentando afabilidad, pero esta habia desaparecido por completo, y ambos lo sabian. Entre ellos solo habia aversion y una fina pelicula de indignacion.

– Muchas personas a las que defiendo se dedican a cosas que me sublevan -contesto Rathbone-. Estoy convencido de que ha visto causas en las que tanto el crimen en si mismo como el caracter del acusado le han ofendido profundamente. Eso no justificaria que usted rehusara la vista, pues entonces habria casos que jamas se juzgarian.

Sullivan encogio ligeramente los hombros y se volvio.

– Conozco bien las dificultades que plantean la ley y la justicia -dijo, carente de expresion-. ?Alguien ha denunciado un chantaje? ?O es una mera teoria?

Rathbone procuro calmarse respirando hondo. Sullivan era juez. Rathbone habia robado informacion a Ballinger, y no podia permitir que nadie se enterase, por su propio interes, por el de Cribb y posiblemente incluso por el de Margaret. Pero Rathbone tenia algo que averiguar, algo que redimir. Debia mentir.

– Lamentablemente, creo que es un hecho probado, al menos en un caso, quizas en mas. Phillips no mueve un dedo si no es para sacar provecho. En el caso de proporcionar ninos para satisfacer esos apetitos, saca beneficio por partida doble, en primer lugar por los servicios prestados, y en segundo por guardar silencio a posteriori, porque en algunos casos, si no en todos, lo que ocurre en su barco es ilegal. Segun parece, sus clientes no quieren o no pueden controlarse a si mismos, aunque sea a costa de un precio tan alto.

Reparo en que el color abandonaba el semblante de Sullivan, dejandole manchadas las mejillas. Su expresion no cambio en lo mas minimo.

– Entiendo -dijo en voz muy baja, poco mas que un susurro.

– Estaba convencido de que asi seria -respondio Rathbone-. Puesto que esos hombres obviamente pueden pagar el chantaje para comprar el silencio de Phillips, sin duda se trata de personas ricas y, por consiguiente, es probable que tengan cierto poder o que sean sumamente influyentes. Es imposible averiguar quienes son.

– No es preciso que abunde en detalles, Rathbone. Veo claramente adonde quiere ir a parar. Como bien dice, es muy grave. Y como empiece a soltar acusaciones a diestro y siniestro, se pondra en una situacion sumamente peligrosa. Supongo que se da cuenta.

Fue claramente una pregunta, y requeria una respuesta.

– Por supuesto, senoria -dijo Rathbone muy serio-. He puesto mucho cuidado a la hora de decidir con quien hablar de esto. -Quiza no seria prudente dar a entender a Sullivan que no se lo habia referido a nadie mas-. Pero no puedo ignorarlo. El riesgo de corrupcion es demasiado grande.

– ?Corrupcion? -pregunto Sullivan, mirando a Rathbone-. ?No esta exagerando un poquito? Que ciertos hombres tengan… gustos que usted deplora en lo que atane a su vida privada o a las companias que frecuentan ?es realmente de su incumbencia?

– Si pueden chantajearlos por dinero, me figuro que no -respondio Rathbone, midiendo cada palabra-. En tal caso son victimas, pero hasta que lo denuncien, sufriran en privado.

Paso un lacayo, vacilo un instante y siguio su camino. Una mujer se rio.

– Pero si son hombres que ostentan poder -prosiguio Rathbone-, y el precio ya no es dinero sino el abuso de ese poder, entonces nos incumbe a todos. Mas aun si el poder en cuestion lo ejerce un capitoste de la economia, el gobierno o, mas concretamente, de la judicatura. -Miro a Sullivan de hito en hito, y fue este quien se encogio y desvio la mirada-. ?Que ocurriria si un hombre pagara su chantaje haciendo la vista gorda cuando se infringe la ley? -pregunto Rathbone-. ?O si cometiera fraude, malversando fondos para pagar a Phillips una vez agotados los suyos? ?O si, caso de pertenecer a la autoridad portuaria, permitiera o incluso encubriera delitos? Las autoridades portuarias pueden pasar por alto el contrabando, los robos, incluso asesinatos acaecidos en el rio. Los abogados, incluso los jueces, pueden quebrantar la mismisima ley.

»?Quien puede senalar a los implicados, o hasta que punto han penetrado en el sistema en el que todos creemos, el que nos separa de la jungla? -Sullivan se balanceo, con el semblante gris-. ?Controlese, hombre! -dijo Rathbone entre dientes-. No voy a pasar esto por alto. A esos ninos los azotan, los sodomizan, y aquellos que se rebelan acaban torturados y asesinados. ?Usted y yo somos complices de que Phillips saliera impune, y usted y yo vamos a enmendar eso!

– No podra -dijo Sullivan con un hilillo de voz-. Nadie puede detenerlo. Usted fue tan utilizado como yo. Si ahora se vuelve contra el, dira que usted era cliente suyo y que lo defendio para salvarse a si mismo. Que ese era el precio de su chantaje.

La esperanza asomo al semblante de Sullivan, palido y reluciente de sudor. Dio varios pasos hacia atras, pero no tenia escapatoria.

Rathbone fue tras el, apartandose todavia mas de la concurrencia. La gente suponia que estaban tratando algun asunto confidencial y los dejaba en paz. Pasaban por delante de ellos como en un torbellino, ajenos a su conversacion.

– Por el amor de Dios, ?como es posible que le haya sucedido esto a usted? -inquirio Rathbone-. Haga el favor de sentarse antes de que se caiga y haga el ridiculo. -Sullivan abrio los ojos, horrorizado ante la mera idea. ?Desmayarse! Habia una salida, despues de todo-. ?Ni se le ocurra! La gente pensara que esta borracho. Y solo conseguira posponer lo inevitable. Si pudiera controlarse, si pudiera parar ?lo habria hecho, por Dios bendito?

Sullivan cerro los ojos para dejar de ver la cara de Rathbone.

– ?Claro que lo habria dejado, maldito sea! Todo comenzo… de la manera mas inocente.

– ?En serio? -dijo Rathbone gelidamente.

Sullivan abrio los ojos de golpe.

– Yo solo queria… ?Excitacion! No se imagina lo… aburrido que estaba. Lo mismo noche tras noche. Ninguna emocion, ninguna excitacion. Me sentia medio muerto. Los grandes apetitos me eludian. La pasion, el peligro, el romance pasaban de largo. ?No me ocurria nada! Todo me era servido en bandeja, vacio, sin… sin sentido. No tenia que esforzarme por nada. Comia y me quedaba tan hambriento como antes.

– ?Debo deducir que se refiere al apetito sexual?

– ?Me estoy refiriendo a la vida, cabron! -dijo Sullivan entre dientes-. Entonces un dia hice algo peligroso. Me importan un rabano las relaciones con otros hombres; no me repugnan, pero son ilegales. -De pronto le brillaban

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