los ojos-. ?Alguna vez ha sentido correr la sangre en sus venas, los latidos del corazon, ha probado el sabor del peligro, del terror, para luego soltarse y saber que por fin esta completamente vivo? ?No, por supuesto que no! ?Mirese! Esta disecado, fosilizado antes de los cincuenta. Morira y lo enterraran sin que haya vivido de verdad.
Ante Rathbone se abrio un mundo que nunca antes habia imaginado, las ansias de correr peligro y escapar, de perseguir riesgos cada vez mayores para conseguir sentir algo, la necesidad de ejercer un poder absoluto sobre los demas para alcanzar la plenitud y quiza para tener poder sobre los demonios interiores que carcomen el lugar que deberia ocupar el alma.
– ?Y ahora se siente vivo? -pregunto Rathbone en voz baja-. ?Incapaz de controlar sus apetitos, incluso cuando estan a punto de arruinarle la vida? ?Paga dinero a un sujeto como Jericho Phillips, que le dice lo que tiene que hacer y lo que no, y piensa que eso es tener poder? El ansia gobierna su cuerpo y el miedo le paraliza el intelecto. Tiene tan poco poder como los ninos de los que abusa. Solo que usted no tiene la excusa que tienen ellos.
Por un instante Sullivan se vio tal como lo veia Rathbone y sus ojos se llenaron de terror. Rathbone casi habria podido sentir lastima por el, de no haber sido por las demas victimas de sus obsesiones.
– Por eso pidio a Ballinger que le buscara un abogado capaz de salvar a Phillips -concluyo.
– Por supuesto. ?No habria hecho lo mismo, usted? -pregunto Sullivan.
– ?Por que, porque es mi suegro y yo era amigo de Monk y lo conocia lo suficiente para saber que debilidades habia al otro lado de los puntos fuertes?
– ?No soy imbecil! -dijo Sullivan de manera mordaz.
– Si que lo es -le dijo Rathbone-. Un imbecil redomado. Ahora no solo tiene a Phillips haciendole chantaje, me tiene a mi tambien. Y el precio que voy a exigirle es la destruccion de Phillips. Eso me silenciara para siempre sobre este asunto, y obviamente nos librara de Phillips, colgado de una soga, con un poco de suerte. -Sullivan no dijo nada. El rostro le sudaba y habia perdido todo el color-. Por el momento no voy a arruinarle la vida -dijo Rathbone con repugnancia-. Tengo que utilizarlo. Y dicho esto dio media vuelta y se marcho.
Por la manana Rathbone envio una nota a la comisaria de la Policia Fluvial en Wapping, pidiendo a Monk que fuese a verlo en cuanto tuviera ocasion. No tenia sentido que el fuera a ver a Monk, ya que podia encontrarse en cualquier lugar entre el Puente de Londres y Greenwich, o incluso mas lejos.
Monk llego antes de las diez. Iba impecable, como de costumbre, recien afeitado y con la camisa almidonada bajo la chaqueta del uniforme. Al verlo, Rathbone se alegro, pero estaba demasiado asqueado en su fuero interno como para sonreir. Aquel era el Monk que el conocia, vestido con la elegancia de un hombre que amaba la ropa y conocia el valor del amor propio. Y sin embargo no caminaba con brio y tenia ojeras de agotamiento. Se planto en medio del despacho, aguardando a que Rathbone hablara el primero.
Rathbone estaba consternado por las acusaciones vertidas contra la Policia Fluvial en general, y contra Durban y Monk en particular. Ya llevaba un tiempo resentido, pero desde la vispera bullia en su interior una ira tan grande que a duras penas la podia contener.
Queria poner fin al distanciamiento entre el y Monk, pero las meras palabras no harian mas que redefinir la herida.
Monk aguardaba en la sala de espera. Rathbone lo hizo llamar; tenia que hablar el primero.
– La situacion es peor de lo que pensaba -comenzo Rathbone. Se sentia estupido por no haberlo visto desde el principio-. Phillips esta haciendo chantaje a sus clientes, y solo Dios sabe quienes son.
– Me figuro que el demonio tambien lo sabe -repuso Monk secamente-. Supongo que no me has hecho avisar para decirme esto. No te habras imaginado que no estaba al corriente. Estoy amenazado porque he albergado a un rapinador en mi casa, principalmente para mantenerlo a salvo. Phillips esta insinuando que soy su socio y le consigo ninos.
Rathbone noto el calor de la culpabilidad en el rostro. Habia defendido a muchos hombres acusados de crimenes nefandos. Merecian las mismas oportunidades de demostrar su inocencia que los que eran acusados de escandalo publico o de hacer perder el tiempo a la policia, y posiblemente lo necesitaban mas. Su culpa radicaba en el uso que habia hecho de su habilidad, manipulando emociones mas que pruebas.
– He averiguado la procedencia del dinero con el que me pagaron -dijo-. Me parece que lo donare a obras beneficas, anonimamente. No estoy orgulloso de la manera en que he obtenido esa informacion.
Una chispa de compasion brillo en los ojos de Monk, cosa que sorprendio a Rathbone y le hizo sentirse aun mas vulnerable ante el mundo en general y, sin embargo, mas seguro con el propio Monk. Monk poseia una templanza en la que no habia reparado hasta entonces.
– El abogado instructor fue mi suegro-prosiguio. Lo que venia a continuacion iba a ser mas dificil, pero no se andaria con rodeos ni intentaria excusarse-. No voy a decirte como descubri quien es su cliente. Prefiero hacerlo asi para que toda la culpa recaiga sobre mi. Basta con que sepas que se trata de lord Justice Sullivan… -Vio la incredulidad del rostro de Monk, que al digerir la noticia puso cara de pasmo. Rathbone sonrio con tristeza-. Arroja nueva luz sobre el juicio, ?no?
Monk no dijo nada. Su semblante no reflejaba enojo ni acusacion, aunque habria sido comprensible.
– Anoche me encare con el -prosiguio Rathbone-. Obviamente es uno de los clientes de Phillips, y una de sus victimas. Uso la palabra «adiccion» para describir sus ansias por la emocion que obtiene de sus placeres. Tal vez lo sea. Nunca habia pensando que la pornografia fuera otra cosa que el repugnante voyeurismo de quienes son incapaces de tener una relacion como es debido. Quiza sea algo mas que eso, una dependencia del caracter, como ocurre con el alcohol o con el opio. Segun parece en su caso es el peligro, el riesgo de ser descubierto en un acto que indudablemente le arruinaria la existencia. Me resulta patetico y repulsivo a la vez.
Monk estaba comenzando a pensar. Rathbone vio las ideas que cruzaban por su mente, la agudeza de sus ojos.
– Me imagino que podria serte util -sugirio Rathbone-. Ese fue mi proposito al desenmascararle, al menos para mi. Aunque te aconsejo que lo manejes con cuidado. Es imprevisible, esta enfadado y asustado, posiblemente no del todo en sus cabales, al menos tal como tu y yo entendemos la cordura. Podria muy bien saltarse la tapa de los sesos antes de verse expuesto.
– Gracias -acepto Monk, mirandolo a los ojos.
Rathbone correspondio a su sonrisa. En ese momento supo que Monk comprendia lo dificil que habia sido para el, asi como toda la complejidad de sus motivos. No dijo nada, pues las palabras eran demasiado pobres, justamente por ser demasiado concretas.
Capitulo 11
Claudine Burroughs llego temprano a la clinica de Portpool Lane. No era que hubiera una cantidad de trabajo particularmente grande por hacer, mas bien era que deseaba guardar la ropa blanca, revisar la despensa y poner un poco de orden. Habia comenzado a trabajar alli porque necesitaba algo en que ocuparse que fuese menos insustancial que los compromisos de su circulo social. Encontraba que quienes padecian penurias y privaciones daban pie a un trato mas calido, a confiar tacitamente en la bondad, e incluso a compartir un proposito o un sueno en comun. Nada de eso encontraba en las visitas, las meriendas, cenas y bailes a los que asistia. Incluso ir a la iglesia se le antojaba mas un acto de disciplina que de esperanza, y de obediencia mas que de generosidad.
Habia escogido aquella obra benefica en concreto porque ninguna de sus conocidas se implicaria jamas en algo tan vulgar o tan practico. Deseaban parecer virtuosas, pero no al precio de ponerse ropa vieja, arremangarse y trabajar de verdad, tal como Claudine estaba haciendo ahora, ordenando los armarios de la cocina. Por descontado, en su casa ni se le ocurriria hacer algo semejante, como tampoco esperaria que lo hiciera la cocinera. Toda casa respetable contaba con fregonas para esa clase de tareas.
En realidad hallaba bastante satisfaccion trabajando y, mientras tenia las manos sumergidas en el agua caliente y jabonosa, daba vueltas en la cabeza a los pequenos signos de inquietud y afliccion que habia detectado en Hester de un tiempo a esa parte. Daba la impresion de estar evitando a Margaret Rathbone, que tambien se