dedalo de callejuelas, callejones sin salida y tuneles que giraban sobre si mismos hasta regresar de nuevo al rio. Peor que convertirse casi en una persona respetable era el secreto que no admitiria ante nadie: le gustaba bastante.
Interrogo a mas personas: mercachifles, tenderos, prestamistas, mendigos. En ocasiones amenazaba, en otras sobornaba, cosa que hacia muy a su pesar ya que el dinero era suyo.
Siguio el rastro de Claudine hasta la tabaqueria y la tienda de libros donde al parecer habia chocado con un hombre que compraba postales, desparramandolas todas por el suelo. ?A que demonios jugaba esa estupida mujer? Pero a pesar de su enojo, que no era sino fruto del miedo, sabia exactamente lo que estaba haciendo Claudine.
Con unas cuantas amenazas mas, sobornos e invenciones, Squeaky se entero de su histerica huida, aunque nadie sabia donde se habia metido despues de doblar tres o cuatro esquinas. Iba como loca, decian. ?Como explicarse lo que hacia? Borracha, casi seguro. Tuvo ganas de dar un punetazo a quien le dijo eso. ?Claudine nunca se emborracharia! Quiza seria mas feliz si lo hiciera de vez en cuando.
Estaba oscureciendo y el aire bochornoso del dia comenzaba a enfriarse. ?Donde demonios se habia metido aquella mujer? Podia haberle ocurrido cualquier cosa en aquellos callejones miserables. Como poco, estaria asustada, y seguramente algo peor que eso. Se avecinaba otra noche. Comenzo a perder los estribos con la gente de manera mas espontanea. Quizas el viejo Squeaky no estuviera del todo perdido, solo un poco sumergido bajo los recien adquiridos habitos de la cortesia. Esa idea no le alegro tanto como habia esperado.
Le hizo falta una hora mas de interrogatorios, de seguir los indicios de desconocidos y varias falsas esperanzas y errores de identificacion hasta que finalmente, poco antes de las once, la encontro sentada entre un monton de andrajos en el portal de una casa de inquilinato de Shadwell High Street. De no haber estado buscandola, jamas la habria reconocido.
Se planto delante de ella, impidiendole levantarse y tratar de escapar. Vio el miedo de su semblante, pero estaba tan cansada que no se podia mover y se limito a mirarlo, derrotada, sin siquiera saber quien era el.
El enojo de Squeaky murio en sus labios. Le horrorizo constatar el alivio que sentia al verla; si no bien, al menos viva y sin heridas. Trago saliva y solto el aliento.
– Bien -dijo a Claudine. De subito monto en colera-. ?Que punetas esta haciendo aqui, si puede saberse? -le grito-. ?Nos ha dado un susto de muerte, vaca burra! ?Tenga! -Le alargo el brazo para ayudarla a levantarse-. ?Venga, de pie! ?Que le pasa? ?Se ha roto las malditas piernas?
Agito la mano y falto poco para que la zarandeara. Ahora tenia miedo de que estuviera herida de verdad. ?Que iba a hacer si lo estaba? No tendria fuerzas para llevarla en brazos; era una mujer robusta, con la complexion que las mujeres debian tener.
Claudine le cogio la mano con recelo. Squeaky tiro con firmeza para levantarla y sintio un gran alivio al ver que se sostenia de pie. Estuvo a punto de gritarle otra vez cuando vio lagrimas de gratitud en sus ojos.
Squeaky se sorbio la nariz y miro hacia otro lado para no avergonzarla.
– Bueno, vamonos -dijo con brusquedad-. Mas vale que regresemos a casa. Con un poco de suerte encontraremos un coche en High Street. ?Puede caminar con esos botines tan feos?
– Por supuesto que puedo -respondio Claudine friamente, y acto seguido dio un traspie. Squeaky se guardo de hacer comentario alguno y procuro pensar en cualquier otro tema para entablar conversacion.
– ?Por que no volvio a casa? -inquirio.
– Porque me perdi -contesto Claudine sin mirarle.
Caminaron en silencio otros cincuenta metros.
– ?Encontro fotografias? -pregunto Squeaky al cabo. No estaba muy seguro de si era buena idea sacar aquello a colacion, pero quiza seria peor dar por sentado que tenia que haber fracasado.
– Si que las encontre-contesto Claudine enseguida. Le dio el nombre y la direccion exacta de la tienda-. Aunque no se de que ninos se trataba. -Se estremecio-. Pero era el tipo de cosa que hace Phillips, me figuro. Preferiria no saber nada mas al respecto.
– ?En serio? -dijo Squeaky sorprendido. En ningun momento habia esperado que lo consiguiera. Eso tuvo que ser cuando tiro al suelo las tarjetas del comprador-. ?Entonces no se desmayo de verdad?
Claudine se paro en seco.
– ?Como sabe eso?
– Pero ?bueno!, ?como piensa que la he encontrado? -inquirio Squeaky a su vez-. ?He estado haciendo preguntas! ?Es que se imagina que andaba por aqui buscando algo que hacer, eh?
Claudine echo a caminar de nuevo, cojeando un poco por el dano que le hacian los pies. No dijo nada durante un buen rato. Finalmente, lo unico que pudo decir fue:
– Gracias. Le estoy muy agradecida.
Squeaky se encogio de hombros.
– De nada -contesto. No queria decir que no tuviera importancia para el, queria decir que ella no le debia nada. Se pregunto si Claudine lo entenderia asi, pero le resultaria muy raro explicarselo, y no sabia adonde le podia conducir; en cualquier caso sabia adonde no estaba dispuesto a ir, al menos por el momento.
– Senor Robinson -dijo Claudine al cabo de otro centenar de metros. Estaban en Shadwell High Street, pero no habia ni un solo coche de punto a la vista, solo el consabido trafico de carros fuertes y carretas.
Squeaky la miro para que viera que la escuchaba.
– Vi a algunos clientes que entraban y salian de esa tienda -dijo Claudine, vacilando un poco.
Squeaky lo encontro irrelevante, de modo que no contesto.
– Reconoci a uno de ellos -prosiguio Claudine.
– ?Ah si? ?Quien era?
Squeaky dudaba de que tuviera importancia. Ademas, ?quien iba a reconocerla con semejante aspecto?
– El senor Arthur Ballinger -respondio Claudine.
Squeaky se paro en seco, la agarro del brazo para detenerla y la volvio hacia el.
– ?Que? ?Ballinger, como el nombre de soltera de lady Rathbone?-pregunto incredulo.
– Si -contesto Claudine, mirandolo con firmeza-. Es su padre.
– ?Comprando fotografias de ninos? -La incredulidad le hizo subir la voz una octava.
– No me mire asi, senor Robinson -dijo Claudine con aspereza, como si le faltara el resuello-. Conozco al senor Ballinger. Me miro muy fijamente, y tuve miedo de que tambien me hubiese reconocido.
– ?De que lo conoce? -pregunto Squeaky, todavia receloso.
Claudine cerro los ojos, como si se le hubiese agotado la paciencia. Cuando contesto, lo hizo con la voz tensa y desprovista de toda emocion.
– Parte de mi deber, y supongo que de mi privilegio como esposa del senor Burroughs, consiste en asistir a un monton de actos sociales. Coincidimos en varias ocasiones, junto con la senora Ballinger, por supuesto. Buena parte del tiempo las damas estan aparte de los caballeros, pero para cenar nos sentamos donde nos indican, segun el rango, y he tenido ocasion de sentarme frente al senor Ballinger y escucharle hablar.
Squeaky desconocia por completo aquel mundo.
– ?Escucharle hablar? -pregunto.
– No esta bien visto que las damas hablen demasiado en la mesa -explico Claudine-. Deben escuchar, contestar apropiadamente, preguntar sobre sus aficiones, interesarse por su salud y demas cosas por el estilo. Si un caballero desea hablar, y normalmente es asi, tu escuchas como si estuvieras fascinada y nunca le haces preguntas de las que sospeches que no sabe la respuesta. Lo mas probable es que no te escuche, pero sin duda se dedicara a mirarte, sobre todo si eres joven y guapa.
Squeaky percibio cierta tristeza en su voz, quizas incluso una sombra de verdadero dolor, y sintio una oleada de ira que lo desconcerto.
– Pedir opiniones y consejos -prosiguio Claudine, absorta en el recuerdo-. Eso siempre resulta halagador. Pero es indecoroso que seas tu quien ofrece consejo, y se supone que no tienes opiniones… Pero estoy convencida de que era Ballinger. Lo he escuchado en varias ocasiones. Una tiene que escuchar, pues de lo contrario no puede hacer preguntas pertinentes. A veces incluso llegas a sentir un ligero interes.
De repente, se detuvo.
Por un momento Squeaky no supo si se debia a que habia recordado algo que la alarmaba o si simplemente los pies le dolian demasiado para continuar. Entonces se dio cuenta de que habian llegado al cruce de dos calles importantes y que Claudine esperaba encontrar un coche de punto por fin.