Rathbone se interrumpio.
– Le he dado mi palabra -le dijo Monk-. Se trata de Scuff. -Le costo trabajo decirlo-. Y aparte de eso, es la unica persona con cierta experiencia medica, si alguien resulta herido.
– Pero habra hombres totalmente… -Rathbone se interrumpio de nuevo.
– ?Desnudos? -sugirio Monk.
– Ninguna mujer deberia… -intento insistir Rathbone.
– ?Crees que Lo soportaras? -dijo Monk con un deje de pena que le sorprendio. Rathbone abrio mucho los ojos-. ?Has visto algun campo de batalla? -le pregunto Monk-. Yo si, una vez. No he conocido horror semejante en mi vida; pero Hester sabia que hacer. Olvida tus prejuicios, Rathbone, esto va a ser muy real.
Rathbone cerro los ojos y asintio en silencio.
Monk aguardaba en el muelle cerca de Wapping Stairs al anochecer, con Hester a su lado. Esta llevaba unos pantalones que Orme habia tomado prestados de la taquilla de un joven policia fluvial. Se lo diria al agente en cuestion por la manana, junto con sus disculpas y tal vez alguna explicacion de por que habia sido necesario. En una expedicion como aquella iria muy incomoda con la impedimenta de las faldas, y correria menos peligro si a primera vista no parecia una mujer.
La oscuridad envolvia el rio y en la otra orilla solo se veian las luces a lo largo de la ribera. Los almacenes y las gruas se alzaban recortados en negro contra el cielo del sur y, tras el calor del dia, unos pocos retazos de bruma arrastraban sus tenues velos a traves de las aguas, captando los ultimos rayos de luz.
Se oyo el golpe seco de la madera contra la piedra cuando Orme atraco la primera lancha de la policia. La segunda se aproximaba entre las sombras con Sutton a bordo y
Sonaron pasos por el muelle. Rathbone cruzo el haz de luz de la farola de la comisaria, seguido a reganadientes por Sullivan, muy erguido y tenso, con los ojos hundidos en las orbitas.
Nadie pronuncio mas de una palabra, un gesto de reconocimiento. Sutton saludo a Rathbone con una inclinacion de cabeza, quiza recordando que pocos meses antes habian entrado juntos en las cloacas en pos de un asesino y habian tenido la suerte de salir con vida.
Rathbone asintio a su vez, sonriendo brevemente, antes de concentrarse de nuevo en la dificil tarea de bajar los escalones mojados y resbaladizos hasta la segunda patrullera. Habia cuatro agentes a los remos y, en cuanto estuvieron sentados, los remeros deslizaron la lancha hacia el agua en calma, amansada por la bajamar. Avanzaron en silencio salvo por el golpeteo del metal contra la madera al moverse los remos en los soportes.
Nadie hablaba. Todo habia sido dicho, todos los planes discutidos y decididos. Sullivan sabia el precio de su negativa y, peor aun, el de su traicion. Aun asi, Hester iba sentada al lado de Monk en la segunda lancha y observaba la oscura figura del juez con el frio calandole sigilosamente los huesos, encogiendole el estomago y apretandole el pecho hasta que le costo respirar. Habia en el una desesperacion de la que ella era tan consciente como si la oliera en el aire, penetrante y amarga, por encima del hedor de los desechos que flotaban a la deriva en el agua aceitosa. Estaba acorralado, y Hester aguardaba a que atacara. Algo, tiempo atras, le habia arrebatado la compasion que deberia haber tenido, convirtiendolo en un ser imprevisible y, en ultima instancia, inaccesible.
En otras circunstancias podria haberlo compadecido por ser un hombre incompleto. Ahora solo podia pensar en Scuff, solo y aterrado, y lo bastante inteligente para saber exactamente que le haria Phillips. Sabria que Monk intentaria poner en practica cuanto supiera y se le ocurriera para rescatarlo; tambien sabia que hasta entonces todos habian fracasado. Phillips los habia, derrotado y se habia burlado de ellos, escapando indemne para seguir con sus actividades sin trabas. Habia vencido cada vez.
Todo el amor del mundo no impedia que Hester viera la realidad de que podian fracasar de nuevo. Scuff era un nino lleno de esperanza y optimismo, y con una vida entera de cargar con el fracaso a sus espaldas. La diferencia entre la supervivencia y la muerte pendia de un hilo.
Procuro no pensar en que supondria la muerte de Scuff para Monk. Notaba su peso a su lado. Iba demasiado abrigado para que su calor la alcanzara, pero lo tenia bien presente en la memoria y la imaginacion. Intento pensar en que podria decir o hacer que nunca tocara la herida que la perdida de Scuff dejaria en el, mas no se le ocurrio nada. La oscuridad del alma era mas fria y mas densa que el agua que los rodeaba. No podian permitirse errores de calculo, titubeos, ni siquiera piedad.
Iban a buena velocidad en la extrana quietud de la bajamar. En cuestion de minutos la marea volveria a correr, cobrando impetu rio arriba, subiendo, golpeando las escalinatas, elevando los barcos fondeados, empujandolo todo contra corriente, haciendo entrar al hambriento mar, devolviendo la basura y los restos flotantes de la vida, la muerte y el comercio.
Estaban casi en la darsena de Sufferance, en la orilla sur. La borda baja de un barco amarrado era apenas discernible, quizas a veinte metros del muelle de piedra. Estaba anclado, con faroles visibles solo a proa y a popa. Reinaba un silencio absoluto salvo por alguna pisada ocasional en cubierta. Un leve alboroto cuando alguien abria una escotilla dejando salir el ruido y la luz del interior: voces, risas ahogadas y de nuevo nada. Fue en uno de esos momentos cuando Hester vio en cubierta las figuras inmoviles de los vigilantes, listos para repeler cualquier intento de abordaje. Tal vez portaran armas, pero lo mas probable era que fuesen navajas o garfios afilados. Una cuchillada rapida, una arremetida, y habria otro cadaver arrastrado por la marea entrante.
Sabia que Orme y Monk iban armados. Dudaba de que Rathbone tambien, pues por lo general se negaba a usar armas; si bien era cierto que recientemente habia descubierto que no lo conocia ni mucho menos tan bien como habia supuesto.
Ya casi habian llegado al barco. Monk se levanto y llamo al vigilante. Hester vio con cierta sorpresa con cuanta agilidad mantenia el equilibrio pese al ligero balanceo de la lancha que causaba su peso al moverse. Habia aprendido deprisa.
El vigilante contesto. Exigio saber quien era Monk, pero lo hizo en voz baja, controlada. Solo estaba a unos seis metros.
– Traigo a un caballero -dijo Monk-. Echale una mano.
La lancha se mecia en el agua. Los segundos transcurrian despacio.
A Hester se le hizo un nudo en la garganta. ?Que harian si a Sullivan le fallaba el coraje y se negaba a subir a bordo? ?Y si el terror que le infundia Jericho Phillips era mayor que el miedo a Monk, o incluso al de la ruina social?
– ?Levantese! -susurro Rathbone con. aspereza-. O hare que Monk le entregue a los duenos de burdeles que ha metido en prision en el pasado. Sera una muerte muy lenta y muy intima, se lo aseguro.
Hester ahogo un grito. Vio que Monk se ponia en guardia.
Sullivan se puso trabajosamente de pie y se balanceo dado que su torpeza hizo escorar a la lancha. Falto poco para que cayera por la borda. Suerte que Monk lo agarro justo a tiempo.
Sullivan dijo su nombre y dio una contrasena para identificarse.
El vigilante se relajo. Se volvio y hablo con su companero, que habia acudido a apoyarlo por si Monk tambien intentaba subir a bordo. Le tendio una mano a Sullivan. La lancha se arrimo lo suficiente para que Sullivan pudiera subir a cubierta y justo en ese instante Hester vio una sombra moverse detras de el. Un momento despues el primer vigilante caia, y luego el otro. Orme y los demas policias invadieron la cubierta.
Sullivan estaba paralizado.
Monk, Rathbone y Sutton se encaramaron al barco. Hester cogio al perrillo y se lo paso a Sutton antes de agarrarse al brazo que le tendia Monk. En un santiamen estuvo en cubierta, dejando solo a un hombre a cargo de la patrullera.
Avanzaron en silencio hasta el tambucho. Hester vio el ligero reflejo de la luz en el canon del arma que empunaba Orme, y al fijarse en el modo en que sostenia el brazo derecho, entendio que Monk tambien llevaba una. De golpe cobro conciencia de la realidad de la violencia. Aquello podia acabar en sangre y muerte.
Orme se agacho y abrio el tambucho. La luz: salio a raudales, asi como el ruido de risas nerviosas, entrecortadas con un agudo tono de histeria tendiendo a descontrolada y de febril excitacion. Olia a whisky, humo de cigarro y sudor. Hester trago saliva. Sintio una punzada de miedo, no por ella misma sino por Monk, que estaba bajando al interior.