fuera urgente. Han debido de informaros mal.

– No es probable. Los que me sirven saben bien lo que valoro la informacion exacta. Espero que cambies de opinion acerca del caballo. Como es natural, yo hare que la venta merezca la pena.

– Lo pensare -contesto Justino, con tanta vaguedad como era posible en aquellas circunstancias.

– Me seria muy util poder saber donde localizarte, en el caso de que decidas venderlo.

– No tengo direccion fija, milord, asi que os sera dificil encontrarme.

– Te sorprendera lo habil que soy cuando quiero encontrar a alguien, senor De Quincy. ?Y tu familia? Seguramente ella sabra donde es posible encontrarte…

Esperando que su voz no traicionara sus sentimientos, Justino dijo:

– Desgraciadamente no tengo familia, milord. Pero se como podeis poneros en comunicacion conmigo. No teneis mas que preguntarselo a la reina.

– ?Como es posible que no se me haya ocurrido eso? -Se hizo un silencio que parecio interminable, y Juan se echo a reir. Daba la impresion de estar genuinamente divertido por el atrevimiento de Justino, pero la tension de este no se desvanecio hasta que Juan hizo una senal a sus hombres-. Estoy seguro de que nuestros caminos se volveran a cruzar.

– Adios, senor conde. -Justino tenia aun la garganta apretada. Permanecio de pie, sin moverse, hasta mucho despues de que Juan saliera del establo. La reina le habia precavido dos veces sobre los peligros que probablemente tendria que afrontar en Winchester. Pero ?y si los mas grandes peligros los encontraba en Londres?

5. WINCHESTER

Enero de 1193

La taberna estaba abarrotada. Justino tardo un buen rato en llamar la atencion de la agobiada muchacha que servia las bebidas. Pidio dos cervezas mas y observo con gesto de desaprobacion como su companero se bebio la suya en un par de tragos.

– ?Estas seguro, Torold -insistio-, de que no puedes acordarte de nada de lo que ocurrio aquella manana?

Torold solto un eructo ruidoso y se encogio de hombros. Aunque estaba mas que dispuesto a beber la cerveza de Justino, la informacion que le estaba proporcionando era mas bien escasa.

– Ya te lo he dicho. Solo recuerdo con certeza a un solo hombre. Un tipo grosero, con aire arrogante, con manto forrado de piel y un buen caballo tordo, que me pidio que le abriera la puerta del Este exclusivamente a el. Y se puso como una fiera cuando me negue a hacerlo, jurando y despotricando, como si fuera el propio rey desaparecido. Detras de el venia un monje. Pero despues del senor Fitz Randolph, nadie mas salio a caballo de la ciudad, porque para entonces la nieve caia tan espesa como pure.

Apurando las ultimas gotas de su vaso, Torold miro de soslayo para ver si Justino estaba de humor y pedirle otra cerveza. Despues se levanto y dijo:

– Esto es todo lo que recuerdo, y lo que le dije al ayudante del justicia. No comprendo por que considero necesario que se lo volviera a repetir.

Mascullando algo entre dientes, Torold fue en busca de la camarera. Justino no habia afirmado, sin dar lugar a dudas, que estaba actuando a instancias del auxiliar del justicia, pero tampoco habia aclarado el malentendido del guardia. Sospechaba que la cerveza gratis habia contribuido mas a soltarle la lengua a Torold que cualquier sugerencia de autoridad legal, pero para el dinero que se habia gastado no habia recibido mucha informacion. Eso no queria decir que el estuviera seguro de lo que realmente deseaba descubrir. A pesar de lo que le habia asegurado a Leonor, no podia por menos de sentirse como quien ha ido a pescar sin anzuelo.

Pero el guardia confirmaba las sospechas de Justino de que los forajidos no habian salido de la ciudad antes que el orfebre la manana del ultimo dia de vida de Gervase. ?Quien sabia cuantas guaridas y campamentos de bandidos ocultaban estos bosques? No, estaban ya al acecho, y precisamente en busca de Gervase Fitz Randolph. No solamente habian dejado a Justino incolume, tambien habian hecho caso omiso de ese «tipo grosero, con aire arrogante, un manto forrado de piel y un buen caballo tordo», una clara tentacion para los ladrones.

Justino cogio su vaso de cerveza, tratando de decidir que iba a hacer. Aun en el caso de que pudiera seguirle la pista a ese tipo rudo y altanero o al supuesto monje, ?de que le serviria? ?Que podian haber visto? Pero tenia que haber una manera de encontrar a los bandidos, porque ?como podia el probar quien los habia contratado? ?Si al menos no tuviera tantas personas sospechosas! ?Seria el fanatico o el hermano descontento? ?Serian los amantes secretos o ese arrogante y engreido ayudante de justicia? ?Podria ser un extrano, escurridizo y siniestro, un espia pagado por el rey de Francia?

– ?Te gustaria tener compania? -Sin esperar que Justino contestara, la mujer se sento a su lado, jugandose su proposicion con aplomo y buen humor. Justino tardo solo un momento en reaccionar. Hacia demasiado tiempo que no se habia acostado con una mujer y esta era atractiva, menuda, de cutis palido, con pecas, de complexion pequena y delicada. Cuando Justino hizo una senal para pedir mas bebidas, la joven sonrio y se movio en el banco hasta situarse mucho mas cerca de el-: Me llamo Eva.

Justino dudo, las prostitutas adoptaban a menudo otro nombre en el ejercicio de su precaria profesion y «Eva» era una opcion muy popular. Incapaz de resistir la evidente broma, contesto con una sonrisa:

– Y yo me llamo Adan… y me gustaria disfrutar de tu compania, Eva.

No hubo necesidad de preocuparse por el precio, porque nunca habia tenido la bolsa tan bien abastecida como ahora con las monedas de la reina. Estaba decidido a que Leonor no tuviera que despilfarrar ni su dinero ni las esperanzas que habia depositado en el. No la podia ayudar, en cambio, en lo que le interesaba mas a Leonor: rescatar a su hijo cautivo. Pero si encontraria una manera de resolver este asesinato de Winchester. Y cuando una voz interior e ironica le desafio: «?Como?», el ya no la oyo, porque para entonces Eva estaba sentada en su regazo y el manana parecia demasiado lejano para preocuparse de el.

Justino decidio alojarse en la casa de huespedes de Hyde Abbey mejor que en una posada, esperando sonsacar algo sobre Tomas, el novicio de benedictino. Habia pasado dos noches en la abadia y la tercera en el lecho de Eva. El cielo de la madrugada estaba nublado, pero no hacia mucho frio y Justino cruzo con garbo el patio que llevaba al establo para ver como estaba Copper. Una vez hecho esto, sus planes para ese dia eran vagos. Se le habia ocurrido visitar los establos de la ciudad en busca del caballo de Gervase que habia sido robado, pero le parecio una perdida de tiempo. Los bandidos no serian tan necios como para intentar vender el caballo en la misma ciudad del asesinado orfebre.

Tan absorto estaba en sus elucubraciones que casi se topo con un monje cargado con un monton de gruesas mantas de lana. Cuando Justino se echo a un lado, el monje le dirigio una mirada de agradecimiento.

– Buenos dias, senor De Quincy. Una de dos: u os habeis levantado muy temprano u os vais a la cama muy tarde, ?en cuyo caso cuanto menos me conteis, mejor!

– ?Os prometo reservar todos los detalles depravados para mi confesor! -No conocia bien al hermano Paul, pero le agradaba como era: un hombre cortes y afable, ya entrado en anos, pero con una viva curiosidad por el mundo al que habia renunciado y un humor caustico que a veces sorprendia a Justino, saliendo como salia de la boca de un monje.

El hermano Pablo se rio ahora entre dientes y senalo despues su carga.

– Bien me podriais echar una mano con estas mantas. ?Consideradlo como una penitencia por vuestros pecados nocturnos!

Justino alivio gustosamente al monje de la mitad de su carga.

– ?Adonde hay que llevarlas?

– Al otro lado del patio, a la casa de beneficencia. Estoy recogiendo prendas para llevarlas al lazareto.

Justino se paro en seco.

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