– Bueno -dijo pensativo-, merece la pena intentarlo. Naturalmente eso os convierte en uno de los blancos. - Hizo una deliberada pausa y anadio-: Pero supongo que puedo aceptarlo.
– ?Interpreto lo que acabais de decir como una peculiar manera de desearme suerte! -dijo Justino sonriendo.
Desde el castillo, Justino se dirigio al taller de orfebreria de Gervase Fitz Randolph. Estaba abierto, con el blason del unicornio mecido por la brisa, las persianas echadas hacia atras y un ruido de martilleo que procedia de dentro. Miles trabajaba en la fragua, batiendo el oro. Levanto la cabeza y sonrio sorprendido cuando Justino pronuncio su nombre.
– ?Habeis vuelto? Entrad. -Dejo el martillo, y descorrio el pestillo de la puertecita del rincon para que Justino entrara. Pensando que habria sido mas divertido saltar por encima del mostrador, Justino entro y se acerco a ver como Miles alisaba el pergamino que protegia la lamina de oro.
– ?Estas hoy solo, Miles?
– No, Guy esta en la parte de atras, calentando la fragua. Tom tenia que haber venido tambien, pero no ha aparecido todavia. Supongo que los hombres de Dios no tienen que ajustarse al horario regular como los demas.
Justino encontro interesante que Miles mostrara menos indulgencia hacia las erraticas costumbres laborales de la que habia mostrado la ultima vez que se vieron.
– ?Asi que Tomas esta todavia decidido a hacer los votos?
– Mas que nunca. Esta haciendo la vida tan dificil a toda la familia que su madre y su tio no tendran mas remedio que ceder.
Miles hablaba manifestando una clara actitud protectora hacia la familia de Jonet, con el tono de un yerno mas que de un empleado. Antes de que Justino continuara con esta conversacion, la puerta que daba a la habitacion interior se abrio de par en par.
Guy tenia mejor aspecto y mejor color. Su sorpresa al ver a Justino fue evidente. Despues de una pausa, logro esbozar una leve sonrisa.
– ?Que os trae a Winchester, senor De Quincy?
– El asesinato de vuestro hermano.
– No lo comprendo -dijo Guy lentamente-. ?Que os queda que hacer por Gervase, sino lamentar su muerte?
– ?Y en cuanto a coger a los asesinos?
– Como es natural, espero que el justicia capture a los bandidos, pero tambien espero una temprana primavera, una buena cosecha y que el cretino de mi sobrino recupere la razon. Pero no apostaria ni un penique por ninguna de esas cosas. Los forajidos raramente pagan por sus culpas, al menos en esta vida.
– Tal vez eso sea verdad, pero yo no estaba hablando de los forajidos, sino de los que los pagaron por cometer el crimen.
– ?Que estupideces estais diciendo? ?A mi hermano lo mataron unos bandidos! -grito encorajinado Guy.
– Ya lo se. Yo estaba alli. Pero no fue un atraco al azar. Tenemos razones para creer que esos bandidos fueron pagados por matar a vuestro hermano.
– ?Habeis perdido la razon! ?De donde sacais una sospecha tan absurda?
– Oi algo en aquel bosque. Pero fue mas tarde, despues de haber hablado con el auxiliar del justicia, cuando nos dimos cuenta de lo que queria decir.
– ?Lucas de Marston cree tambien estas locuras?
– Si, las cree, maestro Fitz Randolph.
Miles escuchaba boquiabierto.
– Esto no tiene sentido. ?Quien iba a desear la muerte del maestro Gervase?
– Esto es lo que queremos descubrir… y la razon por la que estoy aqui. Quiero aseguraros que no cejaremos hasta conocer la verdad, incluso aunque tengamos que inmiscuirnos en todos los rincones de la vida de Gervase y desentranar sus secretos.
Guy se habia puesto palido como la cera.
– No he oido jamas una cosa tan ridicula. Mi hermano no tenia enemigos. ?Por que suponeis un complot? En nombre de Dios, ?que fue lo que oisteis en el bosque?
– Lo siento -contesto Justino cortes pero firmemente-. Eso no os lo puedo decir.
Al rostro de Guy le salieron de repente unas manchas de un color rojo intenso que cubrieron parcialmente su palidez.
– ?Sera posible que esteis sospechando de uno de nosotros?
– ?He dicho yo eso? -pregunto Justino sin inmutarse-, No tenemos sospechosos… todavia. He venido simplemente para comunicaros el desarrollo de la investigacion y prometeros que no descansare hasta que se le haga justicia a Gervase Fitz Randolph.
– Yo creo que debemos hablarle al justicia acerca de esto, maestro Guy. -Miles tenia el ceno fruncido y se pasaba una mano, nervioso, por su lacio cabello rubio, indiferente, por una vez, al aspecto que pudiera ofrecer-. No estoy seguro de que podamos confiar en Lucas de Marston, ni siquiera en este hombre, De Quincy. Despues de todo, ?que sabemos de el?
Guy dirigio una mirada inexpresiva al oficial de orfebreria, pero no abrio la boca. Justino decidio que habia llegado el momento de irse. Habia echado la simiente; ahora tenian que esperar a que germinara.
Se le quedaron mirando en silencio mientras salia de la tienda, de tal modo que Justino podia sentir como sus miradas le perforaban la espalda. Siguiendo su instinto, se metio en el primer portal que encontro. No tuvo que esperar mucho. Pasados unos momentos, Guy salio de la tienda. Con su delantal de cuero aun puesto, cruzo la calle sin ni siquiera mirar el trafico que venia de la otra direccion y entro dando traspies en un portal estrecho.
Justino cruzo la calle tambien. Una rama marchita cayo de un poste torcido delante de una taberna. La pintura estaba desconchada y agrietada. El interior no era menos sucio, humedo y maloliente. Desplomado junto a una mesa, en un rincon, Guy se agarraba tembloroso a una jarra de cerveza. Cuando Justino le observo desde la puerta, vio que el hermano de Gervase bebia con avidez la cerveza, derramando casi tanto como tragaba.
Despues de dejar a Guy empapado en cerveza, Justino fue a escondidas al establo de los Fitz Randolph, donde puso a Edwin al corriente de todo lo ocurrido. No queria poner en peligro el empleo del criado y habia que advertirle que el nombre de Justino, a partir de ese momento, seria criticado en los oidos de los Fitz Randolph. Se pregunto si le resultaria dificil convencer a Edwin. Pero no solamente Edwin creyo todo lo que Justino le conto, sino que tuvo que disuadirle de que espiara en favor de el, pues Edwin estaba horrorizado de que un miembro de la familia del orfebre hubiera podido tomar parte en su muerte. Justino le hizo prometer a Edwin que no cometeria ninguna imprudencia y que le dejaria encargarse de sopesar las diversas hipotesis sobre quienes podian ser los sospechosos.
Mientras caminaba por la Cheapside, Justino se dio cuenta de que habia un nutrido grupo de gente arracimada un poco mas alla de donde el estaba. Apretando el paso, vio que la atraccion era el carromato de un vendedor ambulante. El vendedor iba mal trajeado y sucio y tenia el pelo ya bastante gris, pero no le faltaba labia y estaba soltando una bien ensayada perorata. Por anadidura, llevaba un mono sujeto con una cadena. Tocando los cimbales y dando volteretas, el mono no dejaba de hacer reir a los espectadores con sus trucos, momento que aprovecho el vendedor para anunciar sus mercancias, alabando las virtudes de sus productos.
El carromato estaba bien aprovisionado de peines de madera, navajas de afeitar, agujas, vinagre, sal y aceite de oliva, de girasol y de almendras. El vendedor, que bromeaba con sus parroquianos, parecia tener un producto para cada necesidad. Ajenjo contra las pulgas, salvia para los dolores de cabeza y la fiebre, sanguijuelas para las sangrias, agrimonia hervida en leche para restablecer el apetito sexual, sena como purga, carne de membrillo para los golosos. Bromeando con los hombres y flirteando con las mujeres, el vendedor no tardo mucho en deshacerse de sus mercancias.
Justino se paro unos momentos para observar, cuando le entro por las aletas de la nariz un perfume que habia olido solo una vez. Pero lo reconocio inmediatamente, era el de Aldith Talbot, que se le habia grabado en la memoria como un hierro candente. Al acercarse la mujer a el, la saludo con una frialdad estudiada. No se le habia olvidado como se sirvio de el para darle celos a Lucas, pero el ritmo de su pulso se aceleraba ante la mera presencia de esa mujer.
