– Creo que eran dos peniques de plata -dije.
Lorren asintio.
– ?Puedo ofrecerle algo ademas de eso? Si usted no hubiera ido a comprarmelo, lo habria perdido para siempre. Por no mencionar el hecho de que su ofrecimiento ayudo a que me admitieran en la Universidad.
– Sera suficiente con los dos peniques de plata.
Puse las monedas encima de la mesa; tintinearon un poco cuando las solte, dando testimonio del temblor de mis manos. Lorren me tendio el libro, y me seque las manos sudorosas en la camisa antes de cogerlo. Lo abri por la pagina con la inscripcion de Ben y sonrei.
– Gracias por guardarmelo, maestro Lorren. Tiene un gran valor para mi.
– El cuidado de un libro mas no supone ningun problema para mi -dijo Lorren volviendo a su asiento. Espere por si anadia algo, pero no lo hizo.
– Yo… -La voz se me atascaba en la garganta. Trague saliva-. Tambien queria decirle que lamento mucho… -no me atrevia a mencionar el incidente de la vela- lo que paso aquel dia -termine sin conviccion.
– Acepto tus disculpas, Kvothe. -Lorren agacho la cabeza y siguio leyendo el libro que tenia abierto encima de la mesa-. Buenos dias.
Volvi a tragar saliva, porque tenia la boca seca.
– Tambien me gustaria saber cuando volveran a admitirme en el Archivo.
Lorren levanto la cabeza y me miro.
– Te encontraron con una vela encendida entre mis libros. -Esa vez, la emocion rozo los bordes de su voz, como cuando el rojo del ocaso tine los contornos de las nubes grises.
Toda mi maniobra de persuasion, cuidadosamente planeada, se descompuso de golpe.
– Maestro Lorren -suplique-, ese dia me habian azotado, y no estaba muy lucido. Ambrose…
Lorren levanto una mano de largos dedos, con la palma hacia fuera, hacia mi. Ese comedido ademan me hizo callar mas deprisa que una bofetada. El rostro de Lorren permanecia inexpresivo.
–
Consegui serenarme un poco.
– Comprendo su decision, maestro Lorren. Pero ?puedo hacer algo para que vuelvan a admitirme? -pregunte, incapaz de borrar por completo la desesperacion de mi voz-. Sinceramente, preferiria que volvieran a azotarme a pasar otro bimestre castigado. Le daria todo el dinero que llevo en el bolsillo, pero no es mucho. Estaria dispuesto a trabajar las horas que fuera necesario como secretario, sin remuneracion alguna, solo por el privilegio de demostrarle mi valia. Me consta que durante los examenes andan cortos de personal…
Lorren me miro; sus placidos ojos casi denotaban curiosidad. No pude evitar pensar que mi suplica lo habia afectado.
– ?Todo eso harias?
– Todo eso -confirme. La esperanza se inflaba en mi pecho-. Todo eso y cualquier otra sancion que usted tenga a bien imponerme.
– Solo exijo una cosa para levantar mi castigo -dijo Lorren.
Me esforce para no sonreir.
– Lo que usted quiera.
– Que demuestres tener la paciencia y la prudencia de que hasta ahora has carecido -dijo Lorren sin inmutarse. Luego agacho la cabeza y reanudo la lectura-. Buenos dias.
Al dia siguiente, uno de los recaderos de Jamison me desperto de un profundo sueno en mi inmensa cama de La Calesa. Me comunico que debia presentarme ante las astas del toro un cuarto de hora antes de mediodia. Me habian acusado de conducta impropia de un miembro del Arcano. Por fin Ambrose habia oido mi cancion.
Pase las horas siguientes con el estomago un poco revuelto. Eso era precisamente lo que yo esperaba poder evitar: una oportunidad para Ambrose y para Hemme de ajustar cuentas conmigo. Peor aun: eso iba a empeorar todavia mas la opinion que Lorren tenia de mi, fuera cual fuese el resultado final.
Llegue puntual a la sala de profesores y senti alivio al ver que la atmosfera era mucho mas relajada que la vez que me habian puesto ante las astas del toro por felonia contra Hemme. Arwyl y Elxa Dal me sonrieron. Kilvin me saludo con un gesto de la cabeza. Me alegraba de tener amigos entre los maestros para contrarrestar a los enemigos que me habia ganado.
– Muy bien -dijo el rector con tono de eficiencia-. Disponemos de diez minutos antes de que empiecen los examenes de admision. No quiero retrasarme, asi que no me andare por las ramas. -Miro al resto de los maestros y unicamente vio asentimientos de aprobacion-. Re'lar Ambrose, presente su acusacion. Solo tiene un minuto.
– Ya tiene una copia de la cancion -dijo Ambrose acaloradamente-. Es calumniosa. Pretende difamar mi buen nombre. Es una actitud vergonzosa por parte de un miembro del Arcano. -Trago saliva y apreto la mandibula-. Nada mas.
El rector me miro a mi.
– ?Tienes algo que alegar en tu defensa?
– Reconozco que es de mal gusto, senor rector, pero no esperaba que corriera por ahi. De hecho solo la he cantado una vez.
– De acuerdo. -El rector miro la hoja de papel que tenia delante. Carraspeo-. ?Eres un asno, Re'lar Ambrose?
Ambrose se puso en tension.
– No, senor -respondio.
– ?Tienes…? -Carraspeo y leyo-: ?Una chorra que silba cuando mea? -Algunos maestros disimularon una sonrisa. Elo-din sonrio abiertamente.
Ambrose se ruborizo.
– No, senor.
– Entonces me temo que no veo donde esta el problema -dijo el rector con aspereza dejando la hoja sobre la mesa-. Propongo que la acusacion de conducta impropia sea sustituida por la de broma indecorosa.
– Secundo la propuesta -se pronuncio Kilvin.
– ?Todos a favor? -Todos levantaron la mano, excepto Hem-me y Brandeur-. Mocion aprobada. El castigo consistira en una carta formal de disculpa presentada a…
– Por el amor de Dios, Arthur -intervino Hemme-. Como minimo que sea una carta publica.
El rector fulmino con la mirada a Hemme, y luego se encogio de hombros.
– … una carta formal de disculpa que se hara publica antes del bimestre de otono. ?Todos a favor? -Todos levantaron la mano-. Mocion aprobada.
El rector se inclino hacia delante apoyandose en los codos y miro a Ambrose.
– Re'lar Ambrose, de ahora en adelante te abstendras de perder el tiempo con acusaciones falaces.
Veia como la rabia irradiaba de Ambrose. Era como estar de pie delante del fuego.
– Si, senor -dijo Ambrose.
Antes de que yo pudiera sentirme satisfecho, el rector se volvio hacia mi.
– Y tu, E'lir Kvothe, te comportaras con mas decoro en el futuro. -Sus severas palabras quedaron un tanto suavizadas por el hecho de que Elodin, que estaba sentado a su lado, habia empezado a tararear alegremente la melodia de «El asno erudito».
Baje la mirada e hice cuanto pude para reprimir la sonrisa.
– Si, senor.
– Podeis marcharos.
Ambrose dio media vuelta y salio muy indignado, pero antes de que hubiera llegado a la puerta, Elodin se puso a cantar:
?Es un asno muy culto, se le nota el porte!
?Y por un penique de cobre te dejara que lo montes!
La idea de escribir una disculpa publica me mortificaba. Pero, como dicen, la mejor venganza es vivir bien. Asi que decidi ignorar a Ambrose y disfrutar de mi nuevo y lujoso estilo de vida en La Calesa.