Pero solo consegui dos dias de venganza. Al tercero, La Calesa habia cambiado de dueno. Al bajito y alegre Caverin lo sustituyo un individuo alto y delgado que me informo de que ya no precisaba mis servicios. Me ordeno que abandonara mis habitaciones antes del anochecer.
Me fastidio, pero conocia al menos cuatro o cinco posadas de calidad similar a ese lado del rio que se alegrarian mucho de contratar a un musico con el caramillo de plata.
Pero el posadero de El Acebo se nego a hablar conmigo. En El Venado Blanco y en La Corona de la Reina estaban contentos con los musicos que ya tenian. En el Pony de Oro espere mas de una hora hasta darme cuenta de que me estaban ignorando educadamente. Para cuando me rechazo El Roble Real estaba que bufaba.
Habia sido Ambrose. No sabia como lo habia hecho, pero sabia que habia sido el. Con sobornos, quiza, o extendiendo el rumor de que cualquier posada que contratara a cierto musico pelirrojo perderia a gran cantidad de clientes nobles y adinerados.
Asi que empece a recorrer las otras posadas de ese lado del rio. Ya me habian rechazado las de clase alta, pero quedaban muchos establecimientos respetables. En las horas siguientes probe en el Descanso del Pastor, en La Cabeza de Jabali, en El Perro en la Pared, en Las Duelas y en El Tabardo. Ambrose se habia esmerado: a ninguna le interese.
Llegue aAnker's a ultima hora de la tarde; a esas alturas, lo unico que me animaba a continuar era el malhumor. Estaba decidido a probar en todas las posadas de ese lado del rio antes de recurrir de nuevo a comprar un vale por cama y comida.
Cuando llegue a la posada, Anker estaba subido a una escalerilla, clavando una plancha de madera de cedro que se habia desprendido del revestimiento. Me pare al pie de la escalerilla y Anker me miro.
– Asi que eres tu -dijo.
– ?Como dice? -pregunte sin comprender.
– Ha pasado un tipo y me ha dicho que si contrataba a un musico pelirrojo me veria en una situacion muy desagradable. -Senalo mi laud-. Debes de ser tu.
– Bueno -dije colocandome bien la cinta del estuche del laud-. En ese caso, no le hare perder el tiempo.
– No vayas tan deprisa -replico el, y bajo de la escalerilla limpiandose las manos en la camisa-. Nos vendria bien un poco de musica.
Le lance una mirada inquisitiva.
– ?No teme las consecuencias?
Anker escupio en el suelo.
– Esos malditos lechuguinos se creen que pueden comprar el sol, ?verdad?
– Este en concreto tiene dinero suficiente, de hecho -dije con pesar-. Y la luna, si quisiera el juego completo para usarlo de su-jetalibros.
Anker dio un resoplido de desden.
– A mi no puede hacerme nada. Yo no trabajo para la gente como el, asi que no puede ahuyentarme a la clientela. Y este local es mio, asi que no puede comprarlo y despedirme, como le ha pasado al pobre Caverin…
– ?Han comprado La Calesa?
Anker me miro con recelo.
– ?No lo sabias?
Negue lentamente con la cabeza; tarde un poco en digerir esa noticia. Ambrose habia comprado La Calesa solo para quitarme el empleo. No, era demasiado listo para hacer eso. Seguramente le habia pedido prestado el dinero a un amigo y lo habia hecho pasar por una operacion empresarial.
?Cuanto le habria costado? ?Mil talentos? ?Cinco mil? Yo ni siquiera sabia cuanto podia valer una posada como La Calesa. Lo mas inquietante era lo rapido que Ambrose habia liquidado el asunto.
Eso me hizo ver las cosas desde otra perspectiva. Sabia que Ambrose era rico, pero la verdad es que todo el mundo era rico comparado conmigo. Nunca me habia molestado en pensar en cuanto dinero debia de tener, ni en como podria utilizar ese dinero contra mi. Me estaban dando una leccion sobre el tipo de influencia que podia ejercer el primogenito de un baron adinerado.
Por primera vez me alegre del estricto codigo de conducta de la Universidad. Si Ambrose estaba dispuesto a llegar a tales extremos, solo me quedaba imaginar las medidas radicales que habria tomado de no haber tenido que guardar las apariencias.
Sali de mi ensimismamiento al ver a una joven apoyada en la puerta de la posada.
– ?Maldita sea, Anker! -grito-. ?Te crees que voy a hacer yo todo el trabajo mientras tu estas aqui fuera rascandote el trasero? ?Entra ahora mismo!
Anker murmuro algo por lo bajo, recogio la escalerilla y la guardo en el callejon.
– ?Que le has hecho a ese tipo, si no es indiscrecion? ?Te has tirado a su madre?
– Escribi una cancion sobre el.
Anker abrio la puerta de la posada, y un debil murmullo de conversaciones salio a la calle.
– Me gustaria oirla -dijo, sonriente-. ?Por que no entras y la tocas?
– Si esta seguro… -dije sin poder creer que tuviera tanta suerte-. Podria acarrearle problemas.
– ?Problemas! -dijo Anker riendo entre dientes-. ?Que sabra un crio como tu de problemas? Yo ya tenia problemas antes de que tu nacieras. He tenido problemas para los que tu ni siquiera tienes palabras. -Se dio la vuelta y me miro, todavia en el umbral-. Hace tiempo que no tenemos a nadie que toque regularmente. Es algo que echo de menos, la verdad. En las tabernas como Dios manda tiene que haber musica.
Sonrei.
– En eso estoy de acuerdo con usted.
– Confieso que te contrataria solo para fastidiar a ese engreido -dijo Anker-. Pero si ademas sabes tocar… - Empujo un poco mas la puerta, invitandome a entrar. Me llego el olor a serrin, a sudor y a pan recien hecho.
Esa misma noche quedo todo acordado. A cambio de tocar cuatro noches todos los ciclos, podria dormir en una diminuta habitacion del tercer piso, y si estaba por alli a la hora de las comidas, podria comer lo que hubiera en el cazo. Hay que reconocer que Anker estaba obteniendo los servicios de un musico de gran talento a precio de ganga, pero hice el trato de buen grado. Cualquier cosa era mejor que volver a las Dependencias y al silencioso desden de mis companeros de dormitorio.
El techo de mi habitacioncita estaba inclinado en dos rincones, y eso hacia que pareciera mas pequena de lo que era en realidad. Habria estado abarrotada si hubiera tenido mas muebles, pero solo habia una mesita con una silla de madera y un estante. La cama era dura y estrecha como mi camastro de las Dependencias.
Puse mi ejemplar de
Mirandolo ahora, me considero afortunado por haber acabado en Anker's. La clientela no era tan rica como la de La Calesa, pero me valoraba como los nobles nunca me habian valorado.
Y si mis habitaciones de La Calesa eran lujosas, mi habitacionci-ta de Anker's era comoda. Pasaba como con los zapatos: no te compras los mas grandes que encuentras, sino los que se ajustan bien a tu pie. Con el tiempo, aquella diminuta habitacion de Anker's se convirtio en lo mas parecido a un hogar que jamas habia tenido.
Sin embargo, en ese momento estaba furioso por lo que me habia hecho Ambrose. Y cuando me sente a escribir la carta de disculpa publica, esta rezumaba venenosa sinceridad. Era una obra de arte. Me mostraba profundamente arrepentido. Pedia disculpas por haber perjudicado a otro estudiante. Tambien incluia la letra completa de la cancion, con dos estrofas nuevas y la partitura musical. Y me disculpaba con todo detalle por cada vulgar y mezquina insinuacion incluida en la cancion.
Entonces me gaste cuatro preciosas iotas de mi propio dinero en tinta y papel, y reclame a Jaxim el favor que me debia por haberle cambiado mi plaza del examen de admision. Jaxim tenia un amigo que trabajaba en una imprenta, y con su ayuda imprimimos mas de un centenar de copias de la carta.
La noche antes del inicio del bimestre de otono, Wil, Sim y yo pegamos las cartas en todas las superficies lisas que encontramos a ambos lados del rio. Utilizamos un maravilloso adhesivo alqui-mico que Simmon habia preparado para la ocasion. El adhesivo se aplicaba como una pintura, y al secarse quedaba transparente como el cristal y duro como el acero. Si alguien queria retirar los letreros, iba a necesitar un martillo y un cincel.
En retrospectiva, lo que hice fue tan absurdo como provocar a un toro enojado. Y yo diria que esa insolencia