cosas.

– Seguramente la gente vio el fuego y creyo que era un demonio -insistio Jake-. Ya sabes como es la gente.

– No, no lo se, Jacob -repuso Cob cruzandose de brazos e inclinandose hacia atras hasta apoyarse en la barra-. ?Por que no me explicas como es la gente? ?Por que no nos cuentas a todos esta condenada historia mientras…?

Cob se callo al oir el ruido de unas botas pisando fuerte en el porche de la entrada. Tras una pausa, alguien toco el pasador de la puerta.

Todos se volvieron hacia la puerta con curiosidad, porque no faltaba ninguno de los clientes habituales de la taberna.

– Dos caras nuevas en un solo dia -comento Graham, consciente de que tocaba un asunto delicado-. Parece ser que se ha acabado tu mala racha, Kote.

– Debe de ser que los caminos estan mejor -especulo Shep mirando su bebida, con un deje de alivio en la voz-. Ya era hora de que la suerte nos sonriera un poco.

El pasador dio un chasquido, y la puerta se abrio despacio, describiendo un lento arco hasta tocar la pared. Habia un hombre plantado en la oscuridad, como decidiendo si debia entrar o no.

– Bienvenido a la Roca de Guia -dijo el posadero desde detras de la barra-. ?En que podemos ayudarlo?

El hombre entro en la posada, y la emocion de los granjeros se extinguio cuando vieron la armadura de cuero hecha de retales y la enorme espada que caracterizaban a los mercenarios. Un mercenario que viajara solo nunca era tranquilizador, ni siquiera en las mejores epocas. Todo el mundo sabia que la diferencia entre un mercenario desempleado y un salteador de caminos solo era cuestion de tiempo.

Es mas, era evidente que ese mercenario pasaba por un mal momento. Tenia espinas de zarza en la orilla de los pantalones y en el basto cuero de los cordones de las botas. Llevaba una camisa de lino bueno, tenida de un azul real intenso, pero salpicada de barro y con desgarrones. Su cabello formaba una marana grasicnta. Tenia los ojos oscuros y hundidos, como si llevara dias sin dormir. Dio unos cuantos pasos y dejo la puerta abierta.

– Veo que lleva un tiempo en los caminos -comento Kvothe alegremente-. ?Le apetece beber o comer algo? -Como el mercenario no contestaba, Kvothe anadio-: Ninguno de nosotros le reprochara que prefiera dormir un poco antes de comer. Se diria que ha pasado usted un par de dias muy duros. -Kvothe miro a Bast, que bajo de su taburete y se acerco a cerrar la puerta de la posada.

Despues de mirar a todas las personas que estaban sentadas a la barra, el mercenario se dirigio hacia un espacio vacio entre Cronista y el viejo Cob. Kvothe compuso su mejor sonrisa de posadero, y el mercenario se apoyo aparatosamente en la barra y murmuro algo.

Al otro lado de la habitacion, Bast se quedo inmovil, con una mano sobre el pomo.

– ?Como dice? -pregunto Kvothe inclinandose hacia delante.

El mercenario levanto la cabeza, miro a Kvothe y luego paseo la mirada por toda la barra. Movia los ojos con una lentitud extrana, como si un golpe en la cabeza lo hubiera dejado confundido.

– Aethin tseh cthystoi scthaiven vei.

Kvothe se inclino hacia delante.

– Disculpe, ?como ha dicho? -Como el mercenario no decia nada mas, Kvothe miro a los otros clientes que estaban sentados a la barra-. ?Alguien lo ha entendido?

Cronista miraba al mercenario de arriba abajo, examinando su armadura, el carcaj vacio, su elegante camisa de lino azul. Lo miraba con coraje, pero el mercenario no parecia notarlo.

– Es siaru -aseguro-. Es curioso. No parece cealdico.

Shep rio sacudiendo la cabeza.

– No. Esta borracho. Mi tio tambien hablaba asi. -Propino un codazo a Graham-. ?Te acuerdas de mi tio Tam? Dios mio, no he conocido a nadie que bebiera como el.

Con disimulo, Bast hizo un ademan frenetico desde la puerta, pero Kvothe estaba entretenido tratando de mirar al mercenario a los ojos.

– ?Habla usted atur? -le pregunto-. ?Que quiere?

El mercenario miro brevemente al posadero.

– Avoi… -empezo; entonces cerro los ojos y ladeo la cabeza, como si escuchara algo. Volvio a abrir los ojos-. Quiero… -empezo con voz lenta y pastosa-. Busco… -No termino la frase, y paseo la mirada por la habitacion, como si sus ojos no pudieran enfocar bien las cosas.

– Lo conozco -dijo Cronista.

Todos se volvieron hacia el escribano.

– ?Que? -pregunto Shep.

Cronista estaba furioso.

– Ese tipo y cuatro amigos suyos me robaron hace cinco dias. Al principio no lo he reconocido. Entonces estaba recien afeitado, pero es el.

Bast, que estaba detras del mercenario, hizo un ademan mas apremiante, tratando de captar la atencion de su maestro; pero Kvothe no le quitaba los ojos de encima al ofuscado mercenario.

– ?Estas seguro?

Cronista solto una risotada muy poco jovial.

– Lleva puesta mi camisa. Y me la ha destrozado, por cierto. Me costo un talento. Ni siquiera la habia estrenado.

– ?Estaba asi la otra vez que lo viste?

Cronista nego con la cabeza.

– No, que va. Era casi elegante, para ser un bandolero. Deduje que debia de haber sido un oficial de bajo rango antes de desertar.

Bast no paraba de hacer senas.

– ?Reshi! -exclamo con un deje de desesperacion en la voz.

– Un momento, Bast -dijo Kvothe, y siguio intentando captar la atencion del aturdido mercenario. Agito una mano ante su cara y chasco los dedos-. ?Hola?

El hombre siguio el movimiento de la mano de Kvothe, pero no parecia entender nada de lo que le decian.

– Yo… busco… -dijo entrecortadamente-. Busco…

– ?Que? -pregunto Cob, enojado-. ?Que busca?

– Busco… -repitio el mercenario sin precisar mas.

– Creo que me busca a mi para devolverme mi caballo -dijo Cronista con calma; se acerco un poco mas al mercenario y agarro el puno de su espada. Dio un brusco tiron para desenvainarla, pero en lugar de deslizarse suavemente por la vaina, la espada quedo atascada.

– ?No! -grito Bast.

El mercenario miro como extraviado a Cronista, pero no hizo nada para detenerlo. El escribano, que se habia quedado alli plantado con la mano en el puno de la espada, tiro mas fuerte, y la espada se deslizo lentamente. La hoja, ancha, estaba manchada de sangre y de herrumbre.

Cronista dio un paso hacia atras, se sereno y apunto al mercenario con la espada.

– Y mi caballo solo va a ser el principio. Creo que despues va a devolverme mi dinero y va a tener una agradable charla con el alguacil.

El mercenario miro la punta de la espada, que temblaba delante de su pecho. Sus ojos siguieron ese lento movimiento oscilante durante un largo momento.

– ?Dejalo en paz! -chillo Bast-. ?Por favor!

Cob asintio.

– El chico tiene razon, Devan. Ese tipo no esta bien de la cabeza. No lo amenaces asi. Parece que vaya a desmayarse en cualquier momento.

El mercenario levanto una mano distraidamente.

– Busco… -dijo apartando la espada como si fuera una rama que le cerrara el paso. Cronista aspiro entre los dientes y aparto la espada, al mismo tiempo que el mercenario pasaba la mano por el filo. Le broto sangre de la mano.

– ?Lo ves? -dijo el viejo Cob-. ?Que te decia yo? Ese infeliz es un peligro para si mismo.

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