Roca de Guia.
En las horas siguientes, la Roca de Guia se convirtio en el centro de atencion del pueblo. La taberna estaba abarrotada, llena de susurros, murmullos y entrecortados sollozos. La gente menos curiosa o con mas sentido del decoro se quedo fuera, mirando a traves de las grandes ventanas y cuchicheando sobre lo que habian oido.
Todavia no habia historias, solo una turbia masa de rumores. El muerto era un bandido que habia entrado en la posada a robar. Iba buscando venganza contra Cronista, que habia desvirgado a su hermana en el vado de Abbott. Era un hombre de los bosques que habia contraido la rabia. Era un viejo conocido del posadero, y habia ido a cobrarse una deuda. Era un ex soldado que habia enloquecido mientras combatia a los rebeldes en Resavek.
Jake y Carter hicieron hincapie en la sonrisa del mercenario, y aunque la adiccion a la resina de denner era un problema de las ciudades, todos habian oido hablar de los consumidores de resina. Tom Tres Dedos entendia de esas cosas, pues habia servido como soldado del viejo rey casi treinta anos atras. Explico que con cuatro granos de resina de denner un hombre podia soportar la am-putacion de un pie sin sentir ni pizca de dolor. Con ocho granos, seria capaz de cortarse el hueso el mismo con una sierra. Con doce granos, saldria corriendo despues, riendo a carcajadas y cantando «Calderero, curtidor».
El sacerdote cubrio el cadaver de Shep con una manta y se puso a rezar a su lado. Mas tarde, el alguacil fue a examinarlo, pero era evidente que no entendia nada, y si se tomo esa molestia fue solo porque consideraba que era su obligacion, y no porque supiera que buscaba.
Al cabo de una hora aproximadamente, la multitud empezo a dispersarse. Llegaron los hermanos de Shep con un carro para llevarse el cadaver. Sus ojos, enrojecidos y de expresion adusta, ahuyentaron al resto de espectadores que todavia quedaban por alli.
Sin embargo, habia mucho que hacer. El alguacil intento componer un relato de lo ocurrido a partir del testimonio de los testigos y de las opiniones de los curiosos. Tras horas de especulaciones, empezo a aparecer la historia final. Todos coincidieron en que aquel hombre era un desertor y un adicto a la resina de denner que, casualmente, habia sufrido un ataque al llegar al pueblo.
Nadie ponia en duda que el aprendiz del herrero hubiera actuado correctamente ni que hubiera demostrado un gran valor. Sin embargo, la ley del hierro exigia que se celebrara un juicio, asi que lo habria el mes siguiente, cuando el cuarto del tribunal pasara por aquella region en una de sus rondas.
El alguacil volvio a su casa con su esposa y sus hijos. El sacerdote se llevo el cadaver del mercenario a la iglesia. Bast recogio los muebles rotos y los amontono cerca de la puerta de la cocina para usarlos como lena. El posadero frego siete veces el suelo de madera de la posada, hasta que el agua del cubo dejo de tenirse de sangre cuando escurria la fregona. Al final, hasta los mas tenaces curiosos se marcharon, y solo quedaron en la taberna los clientes habituales de las noches de Abatida. Todos menos uno.
Jake, Cob y el resto mantuvieron una conversacion entrecortada; hablaron de todo excepto de lo que habia pasado, y se aferraron al consuelo de la compania mutua.
Poco a poco, el agotamiento fue obligandolos a salir de la Roca de Guia. Al final solo quedo el aprendiz del herrero, que miraba ensimismado el interior de la jarra que tenia en las manos. La barra de hierro reposaba cerca de su codo, sobre la barra de caoba.
Paso casi media hora sin que nadie dijera nada. Cronista estaba sentado a una mesa, fingiendo que se terminaba un cuenco de estofado. Kvothe y Bast iban de aqui para alla intentando aparentar que estaban ocupados. Mientras se lanzaban miradas, esperando que se marchara el chico, iba acumulandose una vaga tension.
Entonces el posadero se acerco al aprendiz, secandose las manos con un trapo limpio de lino.
– Bueno, muchacho, creo que…
– Aaron -le interrumpio el aprendiz sin apartar la vista de su bebida-. Me llamo Aaron.
Kvothe asintio con seriedad.
– Aaron. Claro. Supongo que te lo mereces.
– No creo que fuera denner -dijo Aaron bruscamente.
Kvothe hizo una pausa.
– ?Como dices?
– No creo que ese tipo fuera un consumidor de resina.
– Entonces estas de acuerdo con Cob, ?no? ?Crees que tenia la rabia?
– Creo que tenia un demonio dentro -dijo el chico con parsimonia, como si llevara mucho tiempo cavilando esas palabras-. No he dicho nada hasta ahora porque no quiero que la gente piense que estoy loco, como Martin el Chiflado. -Levanto la cabeza-. Pero sigo pensando que tenia un demonio dentro.
Kvothe esbozo una amable sonrisa y senalo con la cabeza a Bast y a Cronista.
– ?Y no te preocupa que nosotros tambien lo pensemos?
Aaron nego con la cabeza, muy serio.
– Ustedes no son de por aqui. Ustedes han visto mundo. Ustedes saben la clase de cosas que hay por ahi. - Miro de hito en hito a Kvothe y agrego-: Y creo que usted tambien sabe que era un demonio.
Bast se quedo quieto donde estaba, barriendo cerca de la chimenea. Kvothe ladeo la cabeza con gesto de curiosidad, sin desviar la mirada.
– ?Por que dices eso?
El aprendiz del herrero senalo detras de la barra.
– Se que tiene un grueso baston de roble para disuadir a los borrachos. Y… -Miro hacia arriba, donde la espada colgaba amenazadoramente detras de la barra-. Solo se me ocurre una razon por la que agarrara una botella en lugar de eso. Usted no pretendia partirle los dientes a ese tipo. Lo que queria era prenderle fuego. Solo que no tenia cerillas, y no habia ninguna vela cerca.
»Mi madre solia leerme el
La mirada de Aaron volvio a deslizarse hacia la jarra que sujetaba, y asintio para si.
– Cuanto mas lo pienso, mas sentido tiene. Hierro y fuego. Eso es para los demonios.
– Los consumidores de resina son mas fuertes de lo que crees -intervino Bast desde el otro extremo-. Una vez vi…
– Tienes razon -dijo Kvothe-. Era un demonio.
Aaron levanto la cabeza y miro a Kvothe; luego asintio y bajo de nuevo la mirada hacia su jarra.
– Y usted no ha dicho nada porque es nuevo en el pueblo, y el negocio no va demasiado bien.
Kvothe asintio.
– Y a mi tampoco me hara ningun bien ir por ahi pregonandolo, ?verdad? -anadio el muchacho.
Kvothe inspiro hondo y solto el aire lentamente.
– Seguramente no.
Aaron se termino la cerveza y aparto la jarra vacia.
– Esta bien. Solo necesitaba oirlo. Necesitaba saber que no me habia vuelto loco. -Se levanto y cogio la pesada barra de hierro con una mano; la apoyo sobre su hombro y se volvio hacia la puerta. Nadie dijo nada mientras el muchacho cruzaba la habitacion y salia a la calle, cerrando la puerta tras el. Sus pesadas botas produjeron un ruido hueco en el porche de madera; luego no se oyo nada.
– Ese chico es mas listo de lo que parece -comento Kvothe al cabo de unos instantes.
– Es porque es muy alto -dijo Bast con desenvoltura mientras dejaba de fingir que barria-. Os dejais enganar facilmente por las apariencias. Yo ya llevo un tiempo observandolo. Es mas listo de lo que la gente piensa. Es muy observador, y no para de hacer preguntas. -Llevo la escoba hacia la barra-. Me pone nervioso.
Kvothe lo miro con jovialidad.
– ?Nervioso? ?A ti?
– Apesta a hierro. Se pasa todo el dia manipulandolo, calentandolo, aspirando su humo. Y entonces entra aqui con esos ojos de lince. -Bast puso cara de desaprobacion-. No es natural.
– ?Natural? -intervino Cronista. Habia un deje de histerismo en su voz-. ?Que sabes tu de lo que es natural y