parado de sonar con esa arana. -Sacudio la cabeza-. Demonios, yo creo que tu tendrias que llevar una barra como esta en cada mano. Esa cosa podria haberte matado.

Carter lo ignoro y siguio andando, despacito y con el semblante rigido, hacia la barra.

– Me alegro de verte por aqui, Carter -dijo Shep alzando su jarra-. Creiamos que te quedarias en cama un par de dias mas.

– Hace falta algo mas que unos cuantos puntos para que me quede en la cama -replico Carter.

Bast, solicito, le ofrecio su taburete al herido, y luego, discretamente, fue a sentarse tan lejos como pudo del aprendiz del herrero. Todos saludaron calurosamente a los recien llegados.

El posadero se metio en la cocina y salio al cabo de unos minutos con una bandeja llena de pan caliente y cuencos humeantes de estofado.

Todos escuchaban a Cronista.

– … si no recuerdo mal, Kvothe estaba en Severen cuando paso. Se dirigia a su casa…

– No, no estaba en Severen -lo interrumpio el viejo Cob-. Fue cerca de la Universidad.

– Es posible -concedio Cronista-. En fin, el caso es que volvia a su casa por la noche y unos bandidos lo asaltaron en un callejon.

– Fue a plena luz del dia -lo corrigio Cob con irritacion-. En medio de la ciudad. Lo vio un monton de gente.

Cronista sacudio la cabeza con testarudez.

– Recuerdo que fue en un callejon. En fin, los bandidos pillaron a Kvothe desprevenido. Querian llevarse su caballo… -Hizo una pausa y se froto la frente con las yemas de los dedos-. No, esperad. Si ocurrio en un callejon no podia ir a caballo. Quiza estuviera en el camino de Severen.

– ?Te he dicho que no fue en Severen! -salto Cob dando una palmada en la barra, muy enojado-. Que Tehlu nos asista, ?quieres hacer el favor de dejarlo ya? Te haces un lio.

Cronista se ruborizo de verguenza.

– Solo he oido esa historia una vez, y hace muchos anos.

Kote le lanzo una dura mirada a Cronista y dejo la bandeja, haciendo mucho ruido, en la barra. Todos se olvidaron momentaneamente de la historia. El viejo Cob se puso a comer tan deprisa que estuvo a punto de atragantarse, y para ayudar a bajar la comida bebio un gran trago de cerveza.

– Como todavia no has terminado de comer -le dijo a Cronista mientras se limpiaba la boca con la manga-, ?te importaria mucho que continuara yo la historia? Para que la oiga el muchacho.

– Si estas seguro de que la sabes… -dijo Cronista, vacilante.

– Pues claro que la se -repuso Cob, e hizo girar su taburete para colocarse de cara a su publico-. Muy bien. Hace mucho tiempo, cuando Kvothe era solo un chiquillo, fue a la Universidad. Pero no vivia en la misma Universidad, porque era un tipo normal y corriente. El no podia permitirse los lujos que se permitian otros.

– ?Como es eso? -pregunto el aprendiz-. Una vez dijiste que Kvothe era tan inteligente que le pagaron para que se matriculara, a pesar de que solo tenia diez anos. Le dieron una bolsa llena de oro, y un diamante del tamano del nudillo de su pulgar, y un potro con una silla de montar y unos arreos nuevos, y herraduras nuevas y una bolsa llena de avena y todo lo demas.

Cob asintio conciliador.

– Si, tienes razon. Pero lo que voy a contaros ahora paso uno o dos anos mas tarde. Y el le regalo gran parte de ese oro a una pobre gente cuyas casas se habian incendiado.

– Se habian incendiado durante una boda -intervino Graham.

Cob asintio.

– Y Kvothe tenia que comer, y alquilar una habitacion, y comprar mas avena para su caballo. Y para entonces se le habia terminado todo el oro. Asi que…

– ?Y el diamante? -insistio el muchacho.

El viejo Cob fruncio levemente el ceno.

– Si tanta curiosidad sientes, ese diamante se lo regalo a una amiga suya muy especial. Pero esa es otra historia que no tiene nada que ver con la que estoy contando ahora. -Fulmino con la mirada al chico, que bajo la vista contrito y se metio una cucharada de estofado en la boca.

Cob continuo:

– Como Kvothe no podia permitirse todos esos lujos en la Universidad, vivia en la ciudad que habia al lado, en un sitio llamado Amary. -Miro con fijeza a Cronista-. Kvothe tenia una habitacion en una posada donde le dejaban dormir gratis porque la viuda que la regentaba estaba prendada de el, y el hacia algunas tareas domesticas para pagarse la estancia.

– Y tambien tocaba -anadio Jake-. Tocaba muy bien el laud.

– Comete la cena y dejame terminar la historia, Jacob -le espeto el viejo Cob-. Todo el mundo sabe que Kvothe tocaba muy bien el laud. Por eso es por lo que la viuda habia quedado prendada de el, y tocar todas las noches era una de sus tareas.

Cob dio un rapido sorbo y prosiguio:

– Un dia, Kvothe salio a hacerle unos encargos a la viuda, y un tipo desenvaino un punal y le dijo a Kvothe que si no le daba el dinero de la viuda, lo destriparia alli mismo. -Cob apunto al muchacho con un punal imaginario y lo miro amenazadoramente-. No olvideis que eso paso cuando Kvothe no era mas que un crio. No tenia espada, y aunque la hubiera tenido, los Adem todavia no le habian ensenado a defenderse con ella.

– Y ?que hizo Kvothe? -pregunto el aprendiz del herrero.

– Bueno -dijo Cob inclinandose hacia atras-. Era de dia, y estaban en medio de la plaza de Amary. Kvothe iba a gritar para llamar al alguacil, pero siempre tenia los ojos muy abiertos. Y por eso se fijo en que aquel tipo tenia unos dientes muy, muy blancos…

El chico abrio mucho los ojos.

– ?Era un consumidor de denner?

Cob asintio.

– Peor aun, el tipo estaba empezando a sudar como un caballo extenuado, tenia los ojos fuera de las orbitas, y las manos… -Cob abrio tambien los ojos y alargo las manos haciendolas temblar-. Asi que Kvothe comprendio que aquel desgraciado tenia sindrome de abstinencia, y eso significaba que habria apunalado a su propia madre por un miserable penique. -Cob dio otro largo trago, alargando la tension.

– Pero ?que hizo? -pregunto Bast, impaciente, desde el fondo de la barra, retorciendose las manos. El posadero fulmino con la mirada a su pupilo.

Cob retomo su relato:

– Pues vereis, primero vacilo, pero el hombre se le acerco con el punal y Kvothe se dio cuenta de que aquel tipo no iba a pedirselo dos veces. Asi que Kvothe utilizo una magia tenebrosa que habia encontrado en un libro secreto de la Universidad. Pronuncio tres palabras terribles, palabras secretas, e invoco a un demonio…

– ?Un demonio? -La voz del aprendiz fue casi un grito-. ?Era como el…?

Cob nego lentamente con la cabeza.

– No, no. Aquel demonio no tenia forma de arana. Era peor. Aquel demonio estaba hecho de sombras, y cuando se abalanzo sobre aquel tipo, le mordio en el pecho, justo encima del corazon, y se bebio toda su sangre como si le sorbiera el jugo a una ciruela.

– Manos ennegrecidas, Cob -salto Carter con reproche-. El muchacho va a tener pesadillas. Si le metes esas tonterias en la cabeza, se paseara todo un ano con esa maldita barra de hierro.

– A mi no me lo contaron asi -tercio Graham-. A mi me contaron que una mujer quedo atrapada en una casa en llamas, y que Kvothe invoco a un demonio para protegerse del fuego. Entonces entro en la casa y saco de alli a la mujer, que no sufrio ni la mas leve quemadura.

– Pero que pena me dais -dijo Jake con desden-. Pareceis ninos pequenos en las Fiestas del Solsticio de Invierno. «Los demonios me han robado la muneca. Los demonios han derramado la leche.» Kvothe no tonteaba con demonios. Habia ido a la Universidad a aprender todo tipo de nombres, ?de acuerdo? Ese tipo lo asalto con un punal, y Kvothe pronuncio el nombre del fuego y del rayo, igual que Taborlin el Grande.

– Era un demonio, Jake -dijo Cob con enojo-. Si no, la historia no tendria sentido. Fue un demonio lo que invoco, y se bebio la sangre de ese tipo, y todos los que lo vieron quedaron conmo-cionados. Alguien se lo conto a un sacerdote, y los sacerdotes fueron a hablar con el alguacil, y el alguacil fue y lo saco por la ventana de la posada esa misma noche. Entonces lo llevaron a rastras a la prision por aliarse a fuerzas oscuras y esas

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