siendo que esta completamente chiflado. No para de hablar en circulos sobre nombres, palabras y poderes. Mientras habla, tiene sentido. Pero en realidad, lo que dice no significa nada.
– Deja de quejarte -me espeto Simmon-. Te han ascendido a Re'lar antes que a nosotros, aunque tu padrino este chiflado. Y te han pagado veinte monedas de plata por romperle el brazo a Ambrose. Has quedado libre como un pajaro. Ya me gustaria a mi tener tanta suerte como tu.
– Libre como un pajaro, no -puntualice-. Me van a azotar.
– ?Que dices? -exclamo Sim-. ?No lo habian suspendido?
– Suspendieron mi expulsion -aclare-, pero no los latigazos.
Simmon me miro con la boca abierta.
– Dios mio. ?Por que no?
– Felonia -dijo Wilem en voz baja-. Un alumno no puede quedar impune si lo han encontrado culpable de felonia.
– Eso fue lo que dijo Elodin. -Bebi un sorbo, y luego otro.
– No me importa -dijo Simmon, muy acalorado-. Es una barbaridad. -Golpeo la mesa con el puno para enfatizar la ultima palabra; hizo temblar su vaso y derramo un charco de scutten por la mesa-. Mierda. -Se levanto y trato de que el scutten no llegara al suelo.
Rei hasta que me saltaron las lagrimas y me dolio el estomago. Al final recobre el aliento, y note como si mi pecho se hubiera librado de un gran peso.
– Te quiero, Sim -dije de todo corazon-. A veces pienso que eres la unica persona honrada que conozco.
Sim me miro y dijo:
– Estas borracho.
– No, es la verdad. Eres buena gente. Mucho mejor de lo que yo jamas llegare a ser. -Me miro como dandome a entender que sabia cuando alguien se estaba burlando de el. Una camarera vino con unos trapos humedos, limpio la mesa e hizo unos causticos comentarios. Sim tuvo la decencia de fingir una gran turbacion.
Cuando volvi a la Universidad ya era noche cerrada. Pase por Anker's para recoger unas cuantas cosas y subi al tejado de la Principalia.
Me sorprendio encontrar a Auri esperandome en el tejado pese a lo despejado que estaba el cielo. Estaba sentada en una pequena chimenea de ladrillo, balanceando distraidamente los pies. Su cabello formaba una gaseosa nube alrededor de su diminuta silueta.
Al acercarme a ella, Auri bajo de un salto y dio unos pasitos hacia un lado que fueron casi una reverencia.
– Buenas noches, Kvothe.
– Buenas noches, Auri -dije-. ?Como estas?
– Maravillosamente -contesto con firmeza-, y hace una noche maravillosa. -Tenia las manos cogidas detras de la espalda y trasladaba el peso del cuerpo de una pierna a otra.
– ?Que me has traido esta noche? -pregunte.
Auri compuso su luminosa sonrisa.
– ?Y tu? ?Que me has traido?
Saque una estrecha botella de debajo de mi capa.
– Te he traido vino de miel.
Auri cogio la botella con ambas manos.
– Oh, que regalo tan magnifico. -Miro la botella con admiracion-. Imaginate cuantas abejas borrachinas. - Quito el corcho y olfateo el vino-. ?Que hay dentro?
– Rayos de sol -conteste-. Y una sonrisa, y una pregunta.
Se llevo la boca de la botella al oido y me sonrio.
– La pregunta esta en el fondo -dije.
– Una pregunta muy pesada -dijo ella, y me tendio una mano-. Yo te he traido un anillo.
Era un anillo de calida y lisa madera.
– ?Que hace? -pregunte.
– Guarda secretos.
Me lo acerque a la oreja.
Auri sacudio la cabeza con seriedad, y su cabello revoloteo alrededor.
– No los revela, los guarda. -Se acerco a mi, cogio el anillo y me lo puso en un dedo-. Ya hay suficiente con tener un secreto -me censuro dulcemente-. Otra cosa seria avidez.
– Me encaja -dije con cierta sorpresa.
– Son tus secretos -dijo Auri como si le explicara algo a un nino pequeno-. ?A quien iba a encajarle?
Auri se recogio el cabello y volvio a dar aquel pasito hacia un lado. Casi como una reverencia, casi como un paso de baile.
– ?Quieres cenar conmigo esta noche, Kvothe? He traido manzanas y huevos. Tambien puedo ofrecerte un delicioso vino de miel.
– Sera un placer para mi compartir la cena contigo, Auri -replique con formalidad-. He traido pan y queso.
Auri bajo al patio y, unos minutos mas tarde, regreso con una delicada taza de porcelana para mi. Sirvio el vino de miel, y se bebio el suyo a pequenos sorbitos de una taza de mendigo de plata, apenas mas grande que un dedal.
Me sente en el tejado y nos pusimos a comer. Yo tenia una gran hogaza de pan de cebada y un trozo de queso duro de Dalonir. Auri tenia manzanas maduras y media docena de huevos con mo-titas marrones que habia conseguido hervir. Nos los comimos con la sal que saque de un bolsillo de mi capa.
Estuvimos casi todo el rato callados, sencillamente disfrutando de la mutua compania. Auri estaba sentada con las piernas cruzadas y la espalda recta, y con el cabello ondulando en todas direcciones. Como siempre, su delicadeza hacia que aquella comida improvisada en un tejado pareciera un banquete en el salon de un noble.
– Ultimamente, el viento ha arrastrado muchas hojas hasta la Subrealidad -comento Auri hacia el final de la cena-. Se cuelan por las rejillas y por los tuneles. Se acumulan en Bajantes, y no paran de susurrar.
– Ah, ?si?
Asintio.
– Y se ha instalado un buho. Una hembra. Ha construido su nido justo en medio del Doce Gris, con todo el descaro del mundo.
– Entonces, ?eso es algo fuera de lo comun?
Auri asintio.
– Por supuesto. Los buhos son sabios. Son cuidadosos y pacientes. La sabiduria excluye la audacia. -Bebio un sorbo de vino, sujetando el asa de la tacita con el pulgar y el indice-. Por eso los buhos no son buenos heroes.
«La sabiduria excluye la audacia.» Despues de mis recientes aventuras en Trebon, no podia por menos de estar de acuerdo con esa afirmacion.
– Y esta ?es audaz? ?Es una exploradora?
– Si, ya lo creo -contesto Auri abriendo mucho los ojos-. Tiene cara de luna malvada.
Auri relleno su tacita de plata con vino de miel y vacio el resto de la botella en mi taza de te. Despues de poner la botella boca abajo hasta verter la ultima gota, fruncio los labios, los acerco a la boca de la botella y soplo produciendo un pitido.
– ?Donde esta mi pregunta? -inquirio.
Titubee; no estaba seguro de como reaccionaria a mi peticion.
– Mira, Auri, queria saber si estarias dispuesta a ensenarme la Subrealidad.
Auri miro hacia otro lado con timidez.
– Creia que eras un caballero, Kvothe -dijo tirando, cohibida, de su blusa deshilachada-. Imaginate, pedirle a una chica que te ensene su Subrealidad. -Bajo la vista y el cabello le oculto la cara.
Contuve un momento la respiracion y escogi con mucho cuidado las palabras que iba a decir a continuacion,