– Ya me la he bebido -refunfuno Jake-. Necesito otra, pero el posadero esta despellejando ratas en la cocina. -Subio la voz y golpeo la barra de caoba con su jarra vacia-. ?Eh! ?Aqui hay unos hombres sedientos!
El posadero aparecio con cinco cuencos de estofado y dos hogazas calientes de pan. Les sirvio mas cerveza a Jake, a Shep y al viejo Cob, moviendose con vigor y desenvoltura.
Los hombres interrumpieron el relato mientras daban cuenta de la cena. El viejo Cob se zampo su cuenco de estofado con la eficacia depredadora de un soltero de toda la vida. Los otros todavia estaban soplando en su estofado para enfriarlo cuando el se termino el pan y retomo la historia.
– Taborlin tenia que huir, pero cuando miro alrededor vio que en su celda no habia puerta. Ni ventanas. Lo unico que habia era piedra lisa y dura. Una celda de la que jamas habia escapado nadie.
»Pero Taborlin conocia el nombre de todas las cosas, y todas las cosas estaban a sus ordenes. Le dijo a la piedra: '?Rompete!', y la piedra se rompio. La pared se partio como una hoja de papel, y por esa brecha Taborlin vio el cielo y respiro el dulce aire primaveral. Se acerco al borde, miro hacia abajo y, sin pensarselo dos veces, se lanzo al vacio…
El muchacho abrio mucho los ojos.
– ?No! -exclamo.
Cob asintio con seriedad.
– Taborlin se precipito, pero no perdio la esperanza. Porque conocia el nombre del viento, y el viento le obedecio. Le hablo al viento, y este lo mecio y lo acaricio. Lo bajo hasta el suelo suavemente, como si fuera un vilano de cardo, y lo poso de pie con la dulzura del beso de una madre.
»Y cuando Taborlin llego al suelo y se toco el costado, donde lo habian apunalado, vio que no tenia mas que un rasguno. Quiza fuera cuestion de suerte -Cob se dio unos golpecitos en el puente de la nariz, con aire de complicidad-, o quiza tuviera algo que ver con el amuleto que llevaba debajo de la camisa.
– ?Que amuleto? -pregunto el muchacho intrigado, con la boca llena de estofado.
El viejo Cob se inclino hacia atras en el taburete, contento de que le exigieran mas detalles.
– Unos dias antes, Taborlin habia conocido a un calderero en el camino. Y aunque Taborlin no llevaba mucha comida, compartio su cena con el anciano.
– Una decision muy sensata -le dijo Graham en voz baja al muchacho-. Porque como sabe todo el mundo, «Un calderero siempre paga doblemente los favores».
– No, no-rezongo Jake-. Dilo bien: «Con un consejo paga doble el calderero el favor imperecedero».
El posadero, que estaba plantado en la puerta de la cocina, detras de la barra, hablo por primera vez esa noche.
– Te dejas mas de la mitad:
Siempre sus deudas paga el calderero:
paga una vez cuando lo ha comprado,
paga doble a quien le ha ayudado,
paga triple a quien le ha insultado.
Los hombres que estaban sentados a la barra se mostraron casi sorprendidos de ver a Kote alli de pie. Llevaban meses yendo a la Roca de Guia todas las noches de Abatida, y hasta entonces Kote nunca habia participado en la conversacion. De hecho, eso no le extranaba a nadie. Solo llevaba un ano en el pueblo; todavia lo consideraban un forastero. El aprendiz de herrero vivia alli desde los once anos y seguian llamandole «ese chico de Rannish», como si Rannish fuera un pais extranjero y no un pueblo que estaba a menos de cincuenta kilometros de alli.
– Lo oi decir una vez -dijo Kote, notablemente turbado, para llenar el silencio.
El viejo Cob asintio con la cabeza, carraspeo y retomo el hilo de la historia.
– Pues bien, ese amuleto valia un cubo lleno de reales de oro, pero para recompensar a Taborlin por su generosidad, el calderero se lo vendio por solo un penique de hierro, un penique de cobre y un penique de plata. Era negro como una noche de invierno y estaba frio como el hielo, pero mientras lo llevara colgado del cuello, Taborlin estaria a salvo de todas las cosas malignas. Demonios y demas.
– Daria lo que fuera por una cosa asi en los tiempos que corren -dijo Shep, sombrio. Era el que mas habia bebido y el que menos habia hablado en el curso de la velada. Todos sabian que algo malo habia pasado en su granja la noche del Prendido pasado, pero como eran buenos amigos, no le habian insistido para que se lo contara. Al menos no tan pronto, ni estando todos tan sobrios.
– Ya, ?y quien no? -dijo el viejo Cob diplomaticamente, y dio un largo sorbo de su cerveza.
– No sabia que los Chandrian fueran demonios -dijo el muchacho-. Tenia entendido…
– No son demonios -dijo Jake con firmeza-. Fueron las seis primeras personas que rechazaron el camino marcado por Tehlu, y el los maldijo y los condeno a deambular por los rincones de…
– ?Eres tu quien cuenta esta historia, Jacob Walker? -salto Cob-. Porque si es asi, puedes continuar.
Los dos hombres se miraron largo rato con fijeza. Al final, Jake desvio la mirada y mascullo algo que quiza fuera una disculpa.
Cob se volvio hacia el muchacho y explico:
– Ese es el misterio de los Chandrian. ?De donde vienen? ?Adonde van despues de cometer sus sangrientos crimenes? ?Son hombres que vendieron su alma? ?Demonios? ?Espiritus? Nadie lo sabe. -Cob le lanzo una mirada de profundo desden a Jalee y anadio-: Aunque los imbeciles aseguren saberlo…
A partir de ese momento, la historia dio pie a numerosas discusiones sobre la naturaleza de los Chandrian, sobre las senales que alertaban de su presencia a los que estaban atentos y sobre si el amuleto protegeria a Taborlin de los bandidos, o de los perros enloquecidos, o de las caidas del caballo. La conversacion se estaba acalorando cuando la puerta se abrio de par en par.
Jake giro la cabeza.
– Ya era hora, Carter. Explicale a este idiota cual es la diferencia entre un demonio y un perro. Todo el mundo sab… -Jake se interrumpio y corrio hacia la puerta-. ?Por el cuerpo de Dios! ?Que te ha pasado?
Carter dio un paso hacia la luz; estaba palido y tenia la cara manchada de sangre. Apretaba contra el pecho una vieja manta de montar a caballo con una forma extrana, incomoda de sujetar, como si llevara un monton de astillas para prender el fuego.
Al verlo, sus amigos se levantaron de los taburetes y corrieron hacia el.
– Estoy bien -dijo Carter mientras entraba lentamente en la taberna. Tenia los ojos muy abiertos, como un caballo asustadizo-. Estoy bien, estoy bien.
Dejo caer la manta encima de la mesa mas cercana, y el fardo golpeo con un ruido sonoro contra la madera, como si estuviera cargado de piedras. Tenia la ropa llena de cortes largos y rectos. La camisa gris colgaba hecha jirones, salvo donde la tenia pegada al cuerpo, manchada de una sustancia mate de color rojo oscuro.
Graham intento sentarlo en una silla.
– Madre de Dios. Sientate, Carter. ?Que te ha pasado? Sientate.
Carter sacudio la cabeza con testarudez.
– Ya os he dicho que estoy bien. No estoy malherido.
– ?Cuantos eran? -pregunto Graham.
– Uno -respondio Carter-. Pero no es lo que pensais…
– Maldita sea. Ya te lo dije, Carter -prorrumpio el viejo Cob con la mezcla de susto y enfado propia de los parientes y de los amigos intimos-. Llevo meses diciendotelo. No puedes salir solo. No puedes ir hasta Baedn. Es peligroso. -Jake le puso una mano en el brazo al anciano para hacerlo callar.
– Venga, sientate -insistio Graham, que todavia intentaba llevar a Carter hasta una silla-. Quitate esa camisa para que podamos lavarte.
Carter sacudio la cabeza.
– Estoy bien. Tengo algunos cortes, pero la sangre es casi toda de Nelly. Le salto encima. La mato a unos tres kilometros del pueblo, mas alla del Puente Viejo.
Esa noticia fue recibida con un profundo silencio. El aprendiz de herrero le puso una mano en el hombro a Carter y dijo, comprensivo:
– Vaya. Lo siento mucho. Era docil como un cordero. Cuando nos la traias a herrar, nunca intentaba morder ni tirar coces. El mejor caballo del pueblo. ?Maldita sea! Yo… -balbuceo-. Caray. No se que decir. -Miro alrededor con