gesto de impotencia.

Cob consiguio soltarse de Jake.

– Ya te lo dije -repitio apuntando a Carter con el dedo indice-. Ultimamente hay por ahi tipos capaces de matarte por un par de peniques, y no digamos por un caballo y un carro. ?Que vas a hacer ahora? ?Tirar tu del carro?

Hubo un momento de incomodo silencio. Jake y Cob se miraron con odio; los demas parecian no saber que decir ni como consolar a su amigo.

Sin llamar la atencion, el posadero se abrio paso entre el silencio. Paso con destreza al lado de Shep, con los brazos cargados de objetos, que empezo a disponer encima de una mesa cercana: un cuenco de agua caliente, unas tijeras, unos retales de sabanas limpios, unas cuantas botellas de cristal, aguja e hilo de tripa.

– Si me hubiera hecho caso, esto no habria pasado -mascullo el viejo Cob. Jake intento hacerlo callar, pero Cob lo ignoro-. Solo digo la verdad. Lo de Nelly es una lastima, pero sera mejor que me escuche ahora si no quiere acabar muerto. Con esa clase de tipos, no se tiene suerte dos veces.

Carter apreto los labios dibujando una fina linea. Estiro un brazo y tiro del extremo de la manta ensangrentada. Lo que habia dentro rodo sobre si mismo una vez y se engancho en la tela. Carter dio otro tiron y se oyo un fuerte ruido, como si hubieran vaciado un saco de guijarros encima de la mesa.

Era una arana negra como el carbon y del tamano de una rueda de carro.

El aprendiz de herrero dio un brinco hacia atras, choco contra una mesa, la derribo y estuvo a punto de caer el tambien al suelo. El rostro de Cob se aflojo. Graham, Shep y Jake dieron gritos inarticulados y se apartaron llevandose las manos a la cara. Carter retrocedio un paso en un gesto crispado. El silencio inundo la habitacion como un sudor frio.

El posadero fruncio el ceno.

– No puede ser que ya hayan llegado tan al oeste -dijo en voz baja.

De no ser por el silencio, lo mas probable es que nadie lo hubiera oido. Pero lo oyeron. Todos apartaron la vista de aquella cosa que habia encima de la mesa y miraron, mudos, al pelirrojo.

Jake fue el primero en recuperar el habla:

– ?Sabes que es?

El posadero tenia la mirada ausente.

– Un escral -respondio, ensimismado-. Crei que las montanas…

– ?Un escral? -le corto Jake-. Por el carbonizado cuerpo de Dios, Kote. ?Habias visto alguna vez una cosa como esa?

– ?Como? -El posadero levanto bruscamente la cabeza, como si de pronto hubiera recordado donde estaba-. Ah, no. No, claro que no. -Al ver que era el unico que se habia quedado a escasa distancia de aquella cosa negra, dio un paso hacia atras-. Es algo que oi decir. -Todos lo miraron-. ?Os acordais del comerciante que vino hace un par de ciclos?

Todos asintieron.

– El muy capullo intento cobrarme diez peniques por media libra de sal -dijo Cob automaticamente, repitiendo esa queja por enesima vez.

– Debi comprarle un poco -murmuro Jake. Graham asintio en silencio.

– Era un miserable -escupio Cob con desprecio, como si aquellas palabras tan familiares lo reconfortaran-. En un momento de apuro, podria pagarle dos, pero diez es un robo.

– No es un robo si hay mas cosas de esas en el camino -dijo Shep, sombrio.

Todos volvieron a dirigir la mirada hacia la cosa que estaba encima de la mesa.

– Comento que habia oido decir que los habian visto cerca de Melcombe -se apresuro a decir Kote escudrinando el rostro de sus clientes, que seguian observando aquella cosa-. Crei que solo pretendia subir los precios.

– ?Que mas te conto? -pregunto Carter.

El posadero se quedo un momento pensativo y luego se encogio de hombros.

– No me entere de toda la historia. Solo se quedo un par de horas en el pueblo.

– No me gustan las aranas -dijo el aprendiz de herrero. Se habia quedado a mas de cuatro metros de la mesa-. Tapadla.

– No es una arana -aclaro Jake-. No tiene ojos.

– Tampoco tiene boca -apunto Carter-. ?Como come?

– ?Que come? -pregunto Shep, sombrio.

El posadero seguia observando aquella cosa con curiosidad. Se acerco un poco mas y estiro un brazo. Los demas se apartaron un poco mas de la mesa.

– Cuidado -dijo Carter-. Tiene las patas afiladas como cuchillos.

– Como navajas de afeitar, diria yo -dijo Kote. Acaricio con sus largos dedos el cuerpo negro e informe del escral-. Es duro y suave, como la ceramica.

– No lo toques -dijo el aprendiz de herrero.

Con cuidado, el posadero cogio una de las largas y lisas patas e intento partirla con ambas manos, como si fuera un palo.

– No, no es duro como la ceramica -rectifico. La puso contra el borde de la mesa y se apoyo en ella con todo el peso del cuerpo.

La pata se partio con un fuerte crac-. Parece mas bien de piedra. -Miro a Carter y pregunto-: ?Como se hizo todas esas grietas? -Senalo las finas rajas que cubrian la lisa y negra superficie del cuerpo.

– Nelly se le cayo encima -explico Carter-. Esa cosa salto de un arbol y empezo a trepar por ella, haciendole cortes con las patas. Se movia muy deprisa. Yo ni siquiera sabia que estaba pasando. -Ante la insistencia de Graham, Carter se dejo caer, por fin, en la silla-. Nelly se enredo con el arnes, se cayo encima de esa cosa y le rompio unas cuantas patas. Entonces eso se dirigio hacia mi, se me subio encima y empezo a treparme por todo el cuerpo. -Cruzo los brazos sobre el pecho ensangrentado y se estremecio-. Consegui quitarmelo de encima y lo pise con todas mis fuerzas. Entonces volvio a subirseme… -Dejo la frase sin terminar; estaba palido como la cera.

El posadero asintio con la cabeza y siguio examinando aquella cosa.

– No tiene sangre. Ni organos. Por dentro es solo una masa gris. -Hundio un dedo-. Como una seta.

– ?Por Tehlu! ?No la toques mas! -dijo, suplicante, el aprendiz de herrero-. A veces las aranas pican despues de muertas.

– ?Quereis hacer el favor? -intervino Cob con mordacidad-. Las aranas no son grandes como cerdos. Ya sabeis que es esa cosa. -Miro alrededor, deteniendose en cada uno de los presentes-. Es un demonio.

Todos miraron aquella cosa rota.

– No digas tonterias -dijo Jalee, acostumbrado a llevar la contraria-. No es como… -Hizo un ademan vago-. No puede…

Todos sabian que estaba pensando. Era verdad que existian los demonios. Pero eran como los angeles de Tehlu. Eran como los heroes y como los reyes: pertenecian al mundo de las historias. Taborlin el Grande invocaba al fuego y a los rayos para destruir demonios. Tehlu los destrozaba con las manos y los lanzaba, aullantes, a un vacio innombrable. Tu amigo de la infancia no mataba uno a pisotones en el camino de Baedn-Bryt. Eso era ridiculo.

Kote se paso una mano por el cabello rojo, y luego interrumpio el silencio:

– Solo hay una forma de saberlo -dijo metiendose una mano en el bolsillo-. Hierro o fuego. -Saco una abultada bolsita de cuero.

– Y el nombre de Dios -puntualizo Graham-. Los demonios temen tres cosas: el hierro frio, el fuego limpio y el sagrado nombre de Dios.

El posadero apreto los labios sin llegar a esbozar una mueca de desagrado.

– Claro -dijo mientras vaciaba la bolsita de cuero sobre la mesa, y empezo a rebuscar entre las monedas. Habia pesados talentos de plata, finos sueldos de plata, iotas de cobre, medios peniques y drabines de hierro-. ?Alguien tiene un ardite?

– Hazlo con un drabin -propuso Jake-. Son de hierro del bueno.

– No quiero hierro del bueno -replico el posadero-. Los drabines tienen demasiado carbono. Es casi todo acero.

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