segundo, y sin que sus ojos se apartaran del joven moreno que estaba junto a la barra. El rostro de Cronista reflejaba serenidad cuando apreto firmemente el disco de metal contra la mesa.
– Hierro -dijo. Su voz tenia una extrana resonancia, como si fuera una orden que habia que obedecer.
Bast se doblo por la cintura, como si hubiera recibido un punetazo en el estomago; estiro los labios mostrando los dientes e hizo un ruido entre un grunido y un grito. Moviendose con una velocidad sinuosa y nada natural, se llevo una mano a la nuca y se puso en tension para enderezarse.
Todo paso en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, asombrosamente, Kvothe habia sujetado a Bast por la muneca con una mano de largos dedos. Sin notarlo, o sin importarle, Bast se lanzo hacia Cronista, pero se quedo clavado, como si la mano de Kvothe fuera un grillete. Bast forcejeo violentamente para soltarse, pero Kvothe permanecio de pie detras de la barra, con un brazo estirado, inmovil como el acero o la piedra.
– ?Quieto! -La voz de Kvothe hendio el aire como un precepto, y sus palabras resonaron en el silencio que se produjo a continuacion, furiosas y afiladas-. No voy a permitir peleas entre mis amigos. Ya he perdido a demasiados sin ellas. -Miro a Cronista-. Deshaz eso o lo rompere yo.
Cronista se quedo quieto un instante, impresionado. Entonces movio los labios y, con un ligero temblor, aparto la mano del circulo de metal mate que habia puesto sobre la mesa.
La tension desaparecio del cuerpo de Bast, y por un instante quedo languido como una muneca de trapo; Kvothe seguia sujetandolo desde detras de la barra. Tembloroso, Bast consiguio enderezarse y apoyarse en la barra. Kvothe lo miro a los ojos y le solto la muneca.
Bast se dejo caer en un taburete sin dejar de mirar a Cronista. Se movia con cuidado, como quien tiene una herida reciente.
Y habia cambiado. Los ojos que observaban a Cronista todavia eran de un asombroso azul marino, pero no habia ni pizca de blanco en ellos; eran como piedras preciosas, o como una honda charca del bosque. Y en lugar de las botas negras de piel blanda tenia unas elegantes y hendidas pezunas.
Kvothe le hizo una sena imperiosa a Cronista para que se acercara; entonces se volvio y agarro dos vasos de cristal grueso y una botella, aparentemente al azar. Puso los vasos en la barra, mientras Bast y Cronista se miraban con recelo.
– Bueno -dijo Kvothe con enfado-, ambos habeis actuado de forma comprensible, pero eso no significa que ninguno de los dos os hayais comportado correctamente. Asi que sera mejor que empecemos de nuevo.
Respiro hondo.
– Bast, te presento a Devan Lochees, tambien conocido como Cronista. Sin duda alguna, un gran narrador, recordador y recopilador de historias. Ademas, si no me equivoco, consumado miembro del Arcano, Re'lar como minimo, y una de las quiza dos veintenas de personas en el mundo que conocen el nombre del hierro.
»Sin embargo -prosiguio Kvothe-, pese a todas esas virtudes, parece un poco ingenuo con relacion a los usos mundanos. Como demuestra su absoluta falta de ingenio al emprender un ataque casi suicida contra el que supongo que es el primer ser Fata que ha tenido la suerte de ver.
Cronista permanecio quieto durante la presentacion, observando a Bast como si fuera una serpiente.
– Cronista, te presento a Bastas, hijo de Remmen, principe del Crepusculo y del Telwyth Mael. El alumno mas inteligente, es decir, el unico alumno al que he tenido la desgracia de instruir. Seductor, barman y, no menos importante, amigo mio.
»Quien, en sus ciento cincuenta anos de vida, por no mencionar mis casi dos anos de tutela personal, ha conseguido no aprender unos cuantos hechos importantes. El primero es este: atacar a un miembro del Arcano lo bastante habil para realizar un vinculo de hierro es una estupidez.
– ?El me ha atacado a mi! -protesto Bast, acalorado.
Kvothe lo miro con frialdad.
– Yo no he dicho que tu reaccion no estuviera justificada. He dicho que es una estupidez.
– Le habria ganado.
– Es muy probable. Pero habrias resultado herido, y el habria resultado herido o muerto. ?No recuerdas que te lo he presentado como mi invitado?
Bast no dijo nada, pero su expresion seguia siendo beligerante.
– Muy bien -dijo Kvothe con crispada jovialidad-. Ya os he presentado.
– Encantado -dijo Bast con frialdad.
– Igualmente -replico Cronista.
– No hay ninguna razon para que vosotros dos no seais amigos -continuo Kvothe con irritacion-. Y asi no es como se saludan los amigos.
Bast y Cronista se miraron a los ojos, pero no se movieron.
Kvothe dijo en voz baja:
– Si no acabais con esta estupidez, podeis marcharos los dos ahora mismo. Uno lo hara con un pequeno fragmento de historia, y el otro podra empezar a buscarse otro maestro. Si hay algo que no voy a tolerar es el delirio del orgullo.
La intensidad de la debil voz de Kvothe hizo que los otros dos dejaran de mirarse. Y cuando se volvieron y lo miraron, les parecio que detras de la barra habia alguien muy diferente. El jovial posadero habia desaparecido, y en su lugar habia un personaje fiero y misterioso.
«Que joven es -se dijo Cronista, admirado-. No puede tener mas de veinticinco anos. ?Como no me di cuenta antes? Me partiria con las manos como si fuera una astilla para encender el fuego. ?Como pude tomarlo por un posadero, ni que fuera un instante?»
Entonces reparo en los ojos de Kvothe. Se habian vuelto de un verde tan oscuro que parecian negros. «Es a el a quien he venido a ver -se dijo-. Este es el hombre que ha aconsejado a reyes y que ha recorrido viejos caminos sin otra guia que su ingenio. Este es el hombre cuyo nombre tanto han elogiado como maldecido en la Universidad.»
Kvothe miro con fijeza a Cronista y luego a Bast; ninguno de los dos pudo sostenerle mucho rato la mirada. Tras una pausa incomoda, Bast ofrecio su mano. Cronista vacilo un instante antes de alargar un brazo rapidamente, como si metiera la mano en el fuego.
No paso nada; ambos parecian un tanto sorprendidos.
– Asombroso, ?verdad? -observo Kvothe con tono mordaz-. Cinco dedos y sangre bajo la piel. Casi se diria que al otro lado de esa mano habia una persona.
El sentimiento de culpa se reflejo en el semblante de los dos hombres. Se soltaron la mano.
Kvothe vertio el liquido de la botella verde en los vasos. Ese sencillo gesto lo cambio. Se fue apagando hasta ser el de antes, hasta que no quedo casi nada del hombre de ojos oscuros que estaba detras de la barra hacia solo un instante. Cronista se quedo un momento sin saber que hacer mientras contemplaba al posadero, que tenia una mano envuelta en un trapo de hilo.
– Bueno. -Kvothe les acerco los vasos-. Coged vuestras bebidas, sentaos a una mesa y hablad. Cuando vuelva, no quiero encontrar ningun cadaver ni el edificio en llamas. ?De acuerdo?
Bast sonrio, turbado, mientras Cronista tomaba los vasos y volvia a la mesa. Bast lo siguio y, antes de sentarse, regreso a la barra y cogio tambien la botella.
– No os paseis con eso -los previno Kvothe antes de desaparecer en la cocina-. No quiero oiros reir mientras cuento mi historia.
Los dos hombres iniciaron una tensa y titubeante conversacion, y Kvothe se fue a la cocina. Regreso unos minutos mas tarde, con queso y una hogaza de pan moreno, pollo y salchichas frios, mantequilla y miel.
Se trasladaron a una mesa mas grande; Kvothe saco las bandejas; volvia a ser el animado posadero de siempre. Cronista lo miraba con disimulo; le costaba creer que ese hombre que tarareaba y cortaba las salchichas pudiera ser la misma persona que estaba detras de la barra unos minutos atras, con esos ojos oscuros y terribles.
Mientras Cronista cogia su papel y sus plumas, Kvothe estudio el angulo de los rayos de sol que entraban por la ventana con gesto pensativo. Al final se volvio hacia Bast y dijo:
– ?Has oido mucho?
– Casi todo, Reshi -confeso Bast, sonriente-. Tengo buen oido.
– Estupendo. No tenemos tiempo para retroceder. -Inspiro hondo-. Sigamos, pues. Preparaos, porque ahora la historia da un giro. Un giro hacia abajo. Todo se vuelve mas oscuro. Y aparecen nubes en el horizonte.