Es mas, cuenta la leyenda que Illien fue quien reinvento el laud. Illien era maestro luthier, y transformo el arcaico, fragil y poco manejable laud de corte en el maravilloso y versatil laud de siete cuerdas que utilizamos hoy en dia. Esas mismas historias aseguran que el laud de Illien tenia ocho cuerdas.

– Illien. Me gusta esa idea -dijo mi madre-. Vendrian reyes de muy lejos a oir tocar a mi pequeno Kvothe.

– Su musica pararia las rinas de taberna y las guerras de fronteras -dijo Ben sonriendo.

– Mujeres salvajes -anadio mi padre, entusiasmado- posarian los pechos en su cabeza.

Hubo un silencio atonito. Entonces mi madre dijo, despacio y con tono amenazante:

– Querras decir «Bestias salvajes posarian la cabeza en su regazo».

– Ah, ?si?

Ben tosio y continuo:

– Si decide hacerse arcanista, estoy seguro de que conseguira un cargo en la corte antes de cumplir veinticuatro anos. Si se le mete en la cabeza ser comerciante, medio mundo sera suyo antes de morir.

Mi padre arrugo la frente. Ben sonrio y dijo:

– No te preocupes por esa ultima opcion. Tu hijo es demasiado curioso para ser comerciante.

Ben hizo una pausa, como si escogiera con mucho cuidado las palabras que iba a decir a continuacion.

– Lo aceptarian en la Universidad. No por su edad, por supuesto. En teoria no los aceptan hasta los diecisiete anos, pero no tengo ninguna duda de que…

No oi el resto de la frase. ?La Universidad! Para mi, la Universidad era como la corte de los Fata para la mayoria de los ninos: un lugar mitico reservado para sonar con el. Una escuela del tamano de una ciudad pequena. Una biblioteca con diez veces diez mil libros. Personas que sabian la respuesta a tantas preguntas como se me ocurriera formular…

Cuando volvi a prestarles atencion, estaban callados.

Mi padre miraba a mi madre, que seguia acurrucada bajo su brazo.

– ?Que te parece, mujer? ?Acaso te acostaste con algun dios vagabundo hace doce anos? Eso resolveria nuestro pequeno misterio.

Mi madre le dio un manotazo, y se quedo pensativa.

– Ahora que lo pienso, una noche, hace unos doce anos, se me acerco un hombre. Me cubrio de besos y de acordes de laud. Me robo la honra y me rapto. -Hizo una pausa-. Pero no tenia el pelo rojo. No, no pudo ser el.

Sonrio, traviesa, a mi padre, que se quedo un poco turbado. Entonces mi madre le dio un beso, y el se lo devolvio.

Asi es como me gusta recordarlos todavia hoy. Me marche sin hacer ruido, con la cabeza llena de ideas sobre la Universidad.

13 Interludio: sangre bajo la piel

En la posada Roca de Guia reinaba el silencio. Rodeaba a los dos hombres que estaban sentados a una mesa en una habitacion, por lo demas, vacia. Kvothe habia dejado de hablar, y si bien parecia que estuviera mirandose las manos entrelazadas, en realidad su pensamiento estaba muy lejos de alli. Cuando finalmente levanto la cabeza, casi parecio sorprenderle encontrar a Cronista sentado al otro lado de la mesa, con la pluma suspendida sobre el tintero.

Kvothe exhalo un suspiro y le hizo una sena a Cronista para que dejara de escribir. El escribano obedecio y seco el plumin con un trapo limpio antes de dejar la pluma sobre la mesa.

– Necesito beber algo -anuncio de pronto Kvothe, como si eso lo sorprendiera-. No acostumbro a hablar tanto ultimamente, y tengo la boca seca. -Se levanto de la mesa con un agil movimiento y se dirigio hacia la barra entre el laberinto de mesas vacias-. Puedo ofrecerte de todo: cerveza negra, vino blanco, sidra con especias, chocolate, cafe…

Cronista arqueo una ceja.

– ?Tienes chocolate? Que maravilla. No esperaba encontrar una cosa asi tan lejos de… -Carraspeo educadamente-. Bueno, de ninguna parte.

– Aqui, en la Roca de Guia, tenemos de todo -dijo Kvothe con un ademan que abarco la vacia estancia-. Excepto clientes, por supuesto. -Saco una jarra de barro cocido de debajo de la barra y la puso encima con un ruido hueco. Suspiro y grito-: ?Bast! Trae un poco de sidra, ?quieres?

Detras de la puerta que habia al fondo del local sono una ininteligible respuesta.

– Bast -dijo Kvothe con fastidio, pero al parecer demasiado bajo para que lo oyeran.

– ?Mueve el culo y baja a buscarla! -grito la voz desde el sotano-. Estoy ocupado.

– ?Tienes un empleado? -pregunto Cronista.

Kvothe se acodo en la barra y sonrio con indulgencia.

Pasados unos instantes, al otro lado de la puerta se oyo a alguien con botas de suela dura que subia una escalera de madera. Entonces aparecio Bast, murmurando por lo bajo.

Vestia con sencillez: una camisa negra de manga larga remetida en unos pantalones negros; unos pantalones negros remetidos en unas botas negras de piel blanda. Tenia una cara de facciones afiladas y delicadas, casi hermosa, con unos asombrosos ojos azules.

Llevo una jarra a la barra; caminaba con una elegancia extrana que no resultaba desagradable.

– ?Un cliente? -dijo con reproche-. ?Y no podias bajar a buscarla tu? Estaba leyendo Celum Tinture. Llevas casi un mes insistiendo en que lo lea.

– ?Sabes que les hacen en la Universidad a los alumnos que escuchan a sus maestros a hurtadillas, Bast? - pregunto Kvothe con aire de superioridad.

Bast se puso una mano en el pecho y empezo a declarar su inocencia.

– Bast… -Kvothe lo miro con severidad.

Bast cerro la boca, y por un instante parecio que intentaria ofrecer una excusa; pero entonces dejo caer los hombros.

– ?Como lo has sabido?

Kvothe rio.

– Llevas una eternidad evitando ese libro. O te has convertido de repente en un alumno excepcionalmente aplicado, o estabas haciendo algo que no debias.

– ?Que les hacen en la Universidad a los alumnos que escuchan a hurtadillas? -pregunto Bast, intrigado.

– No tengo ni idea. A mi nunca me pillaron. Creo que obligarte a sentarte y escuchar el resto de mi historia sera suficiente castigo. Pero ?que modales! -anadio Kvothe volviendose hacia la taberna-. Estamos desatendiendo a nuestro invitado.

Cronista estaba cualquier cosa menos aburrido. Tan pronto como Bast entro en la habitacion, Cronista habia empezado a observarlo con curiosidad. A medida que avanzaba la conversacion, la expresion de Cronista iba volviendose mas desconcertada e intensa.

Para ser justos, deberiamos aclarar algo sobre Bast. A primera vista, parecia un joven del monton, aunque atractivo. Pero tenia algo especial. Llevaba unas botas negras de piel blanda, por ejemplo. Al menos, eso era lo que veias si lo mirabas. Pero si lo mirabas con el rabillo del ojo, y si el estaba de pie bajo la sombra adecuada, lo que veias era completamente diferente.

Y si tenias cierto tipo de mente, el tipo de mente que ve realmente lo que mira, quiza notaras que tenia unos ojos extranos. Si tu mente tenia el excepcional talento de no dejarse enganar por sus propias expectativas, quiza vieras algo mas en esos ojos, algo extrano y maravilloso.

Es por eso por lo que Cronista habia estado mirando con fijeza al joven pupilo de Kvothe, tratando de decidir que era eso que le hacia parecer diferente. Cuando termino la conversacion entre Kvothe y Bast, la mirada de Cronista podia describirse como intensa por lo menos, por no decir grosera. Cuando Bast se dio la vuelta, Cronista abrio mucho los ojos y desaparecio el escaso color de su cara.

Cronista metio una mano debajo de su camisa y se arranco algo que llevaba colgado del cuello. Lo puso encima de la mesa, tan lejos como alcanzaba su brazo, entre el y Bast. Todo eso lo hizo en unas milesimas de

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