fue a hablar con ella, riendo y tranquilizandola. No oi que le decia, porque estaba concentrado en respirar hondo.

Los otros carromatos reemprendieron la marcha, y, sin decir nada, segui a Ben al suyo. Hizo como si estuviera muy entretenido arreglando las cuerdas que sujetaban la lona. Me recompuse y le ayude lo mejor que pude hasta que hubo pasado el ultimo carromato de la troupe.

Cuando levante la cabeza, Ben me miro, furioso.

– ?En que estabas pensando? -me dijo en voz baja-. ?En que? ?Dime! ?En que estabas pensando?

Yo nunca lo habia visto tan alterado. Estaba muy tenso, como si todo su cuerpo formara un nudo de rabia. Y temblaba. Echo un brazo hacia atras para pegarme y… se controlo. Un instante despues dejo caer la mano al lado del cuerpo.

Empezo a moverse metodicamente, comprobando el estado de las ultimas cuerdas, y luego subio al carromato. Como no sabia que otra cosa hacer, lo segui.

Ben sacudio las riendas, y Alfa y Beta echaron a andar. Eramos los ultimos de la caravana. Ben dirigia la vista al frente. Me palpe la pechera desgarrada de la camisa. Nos rodeaba un tenso silencio.

Lo que habia hecho era una tremenda estupidez. Al vincular mi aliento al aire que me rodeaba, habia provocado que me fuera imposible respirar. Mis pulmones no tenian suficiente fuerza para desplazar tanto volumen de aire. Habria necesitado una caja toracica como un fuelle de hierro. Habria tenido la misma suerte si hubiera intentado beberme un rio o levantar una montana.

Viajamos unas dos horas en medio de un silencio incomodo. El sol acariciaba las copas de los arboles cuando por fin Ben aspiro hondo y solto el aire con un suspiro explosivo. Me paso las riendas.

Cuando lo mire, me di cuenta por primera vez de lo mayor que era. Yo ya sabia que Ben estaba a punto de cumplir su tercera veintena, pero hasta ese momento nunca habia aparentado la edad que tenia.

– Antes le he mentido a tu madre, Kvothe. Nos ha visto, y estaba preocupada por ti. -Mientras hablaba no apartaba la mirada del carromato que iba delante del nuestro-. Le he dicho que estabamos ensayando una cosa para una funcion. Es una buena mujer. No se merece que le mintamos.

Seguimos un rato en un doloroso silencio, pero todavia faltaban unas horas para el ocaso cuando oi unas voces que gritaban «?Itinolito!» mas adelante. El bandazo que dio nuestro carromato al pasar de la calzada de tierra al margen de hierba saco a Ben de su ensimismamiento.

Miro alrededor y vio que todavia brillaba el sol.

– ?Por que paramos tan pronto? ?Hay un arbol atravesado en el camino?

– No, es un itinolito. -Senale la losa de piedra que se alzaba por encima de los techos de los carromatos que iban delante de nosotros.

– ?Que?

– De vez en cuando encontramos uno en el camino. -Volvi a senalar el itinolito, que asomaba por encima de las copas de los arboles mas pequenos que habia junto al camino. Como la mayoria de los itinolitos, era un rectangulo bastamente tallado, de mas de tres metros de altura. Los carromatos que estaban formando un circulo alrededor de el parecian inconsistentes comparados con la solida presencia de la piedra-. Tambien los llaman «piedras erguidas», pero yo he visto muchos que no estaban de pie, sino tumbados de lado. Siempre que encontramos uno paramos a pasar el dia, a menos que tengamos muchisima prisa. -Me interrumpi, porque me di cuenta de que estaba balbuceando.

– Yo los conocia por otro nombre. Rocas de Guia -comento Ben en voz baja. Parecia cansado y muy anciano. Al cabo de un rato me pregunto-: ?Por que parais cuando encontrais uno?

– No lo se. Para descansar. -Pense un momento-. Dicen que traen buena suerte. -Me habria gustado poder anadir algo mas para alargar la conversacion, porque Ben parecia interesado, pero no se me ocurrio nada.

– Debe de ser eso. -Ben guio a Alfa y a Beta hasta un sitio alejado de la piedra y de los otros carromatos-. Ven a la hora de cenar o despues. Tenemos que hablar. -Se dio la vuelta sin mirarme y empezo a desenganchar a Alfa del carromato.

Nunca habia visto a Ben de ese humor. Corri hacia el carromato de mis padres, temiendo haber estropeado las cosas entre nosotros dos.

Encontre a mi madre sentada delante de un fuego recien encendido, anadiendo lentamente ramitas para alimentarlo. Mi padre estaba sentado detras de ella, masajeandole el cuello y los hombros. Al oirme correr hacia ellos, ambos levantaron la cabeza.

– ?Puedo cenar con Ben esta noche?

Mi madre miro a mi padre y luego a mi.

– No quiero que te conviertas en una carga para el, corazon.

– Ben me ha invitado. Si voy ahora, podre ayudarle a instalarse para pasar la noche.

Mi madre sacudio los hombros y mi padre siguio masajeandoselos. Entonces me sonrio.

– Esta bien, pero no te quedes hasta muy tarde. Dame un beso -anadio tendiendome los brazos, y yo la abrace y la bese.

Mi padre tambien me beso.

– Dame tu camisa. Asi tendre algo que hacer mientras tu madre prepara la cena. -Me la quito y paso los dedos por los desgarrones-. Esta camisa esta llena de agujeros, mas de los que deberia.

Empece a balbucear una explicacion, pero el hizo un ademan de indiferencia.

– Ya lo se, ya lo se. Ha sido por una buena causa. Procura tener mas cuidado o la proxima vez tendras que coserla tu mismo. Tienes otra en el baul. Traeme aguja e hilo ahora que estas aqui, por favor.

Corri a la parte de atras del carromato y me puse una camisa limpia. Mientras revolvia buscando aguja e hilo oi cantar a mi madre:

Al anochecer, cuando el sol se oculta,

esde lo alto mi mirada te busca.

Hace horas que te espero,

pero mi amor es eterno.

Mi padre contesto:

Al anochecer, cuando la luz se apaga,

por fin pongo rumbo a casa.

Entre los sauces suspira el viento;

te ruego, manten el fuego ardiendo.

Cuando sali del carromato, mi padre tenia a mi madre inclinada en sus brazos y la estaba besando. Deje la aguja y el hilo junto a mi camisa y espere. Me parecio un buen beso. Observe con mirada calculadora, vagamente consciente de que quiza en el futuro quisiera besar a una dama. Si llegaba ese momento, queria hacerlo bien.

Pasados unos instantes, mi padre se percato de mi presencia y enderezo a mi madre.

– Sera medio penique por el espectaculo, senor Miron -dijo riendo-. ?Todavia estas aqui, hijo? Apuesto ese mismo medio penique a que te retiene una pregunta.

– ?Por que paramos en los itinolitos?

– Por tradicion, hijo mio -contesto solemnemente, abriendo los brazos-. Y por supersticion. Que vienen a ser lo mismo. Paramos porque traen buena suerte y porque a todo el mundo le gustan unas vacaciones inesperadas. -Hizo una pausa-. Sabia un poema sobre ellos. ?Como era…?

Como la calamita aunque estes dormido,

junto al camino una piedra erguida

al mundo de los Fata siempre te guia.

Busca el itinolito por montanas y hondonadas

y llegaras al no-se-que no-se-cuantos… «adas».

Mi padre se quedo un momento de pie, con la mirada ausente, pellizcandose el labio inferior. Al final sacudio

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