– ?Por que paramos? -pregunto mi madre desde el interior del carromato.

– Otro arbol en el camino -explique.

– Hay que ver… -dijo mi padre mientras maniobraba para situar el carromato en el margen del camino-. ?Esto es un camino real o no? Se diria que somos los unicos que lo utilizamos. ?Cuanto tiempo ha pasado desde aquella tormenta? ?Dos ciclos?

– No tanto -dije-. Dieciseis dias.

– ?Y todavia hay arboles bloqueando el camino! Me parece que voy a enviar al consulado una factura por cada arbol que hemos tenido que cortar y apartar del camino. Esto nos va a retrasar tres horas mas. -Salto del carromato en cuanto este se detuvo.

– No te enfades -dijo mi madre bajando del carromato por la parte trasera-. Asi podremos hacer algo caliente… -le lanzo a mi padre una mirada expresiva- para comer. Es una lata tener que pasar con lo que puedes pillar al final de la jornada. El cuerpo necesita algo mas.

El humor de mi padre se templo considerablemente.

– Tambien es verdad -concedio.

– Corazon -me dijo mi madre-, ?por que no vas a buscarme un poco de salvia?

– No se si crece salvia por aqui -dije con la dosis adecuada de incertidumbre.

– Por probar no se pierde nada -dijo ella, con razon. Miro a mi padre con el rabillo del ojo-. Si la encuentras, trae toda la que puedas y la secaremos.

Como de costumbre, si encontraba o no lo que tenia que buscar no importaba mucho.

Yo solia alejarme de la troupe a ultima hora de la tarde. Siempre tenia que hacer algun encargo mientras mis padres preparaban la cena. Pero en realidad eso solo era una excusa para separarnos un rato. En el camino es dificil encontrar momentos de intimidad, y ellos los necesitaban tanto como yo. Asi que si yo tardaba una hora en reunir un monton de lena, a mis padres no les importaba. Y si, cuando volvia, ellos no habian empezado a preparar la cena… Bueno, estaban en su derecho, ?no?

Espero que pasaran esas ultimas horas a gusto. Espero que no las malgastaran en tareas tontas como encender el fuego o trocear las verduras para la cena. Espero que cantaran juntos, como solian hacer. Espero que se retiraran a nuestro carromato y que pasasen un rato el uno en los brazos del otro. Espero que despues se tumbaran lado a lado y hablasen en voz baja de cosas sin importancia. Espero que estuvieran juntos, amandose el uno al otro, hasta que llego el final.

Es una esperanza pequena, y en realidad absurda, porque de todas formas estan muertos.

Pero yo lo espero.

Pasemos por alto el rato que pase solo en el bosque esa tarde, jugando a juegos que los ninos inventan para distraerse. Fueron las ultimas horas despreocupadas de mi vida. Los ultimos momentos de mi infancia.

Pasemos por alto mi regreso al campamento cuando empezaba a ponerse el sol. La imagen de los cadaveres esparcidos por el suelo como munecas rotas. El olor a sangre y a pelo quemado. Como me pasee sin rumbo por alli, demasiado desorientado para sentir verdadero panico, conmocionado y petrificado de miedo.

De hecho, me gustaria pasar por alto todo lo que ocurrio aquella noche. Os ahorraria los detalles si no fueran necesarios para la historia. Pero son vitales. Son el eje sobre el que pivota la historia, como una puerta que se abre. En cierto sentido, aqui es donde empieza la historia.

Asi que vamos alla.

Habia nubes de humo suspendidas en el aire. Reinaba el silencio, como si todos los miembros de la troupe aguzaran el oido para oir algo. Como si todos contuvieran la respiracion. Una debil brisa agito las hojas de los arboles y empujo una nube de humo hacia mi. Sali del bosque y me adentre en el humo, en direccion al campamento.

Sali de la nube de humo y me frote los ojos, que me escocian. Mire alrededor y vi la tienda de Trip medio derrumbada sobre un fuego. La lona, pisoteada, ardia de manera irregular, y el humo, acre y gris, se mantenia cerca del suelo.

Vi el cadaver de Teren junto a su carromato, con la espada rota en la mano. Tenia la ropa, de color verde y gris, empapada y tenida de rojo. Una pierna se le torcia en un angulo absurdo, y el hueso, roto y muy blanco, sobresalia de la piel.

Me quede inmovil, incapaz de apartar la vista de Teren, de su camisa gris, de su roja sangre, de su blanco hueso. Lo miraba como si fuera un dibujo de un libro que tratara de comprender. Tenia todo el cuerpo entumecido. Era como si tratara de pensar a traves de una masa de jarabe.

Una pequena parte de mi mente, que todavia razonaba, comprendio que estaba conmocionado. Me lo repeti una y otra vez. Puse en practica las ensenanzas de Ben. No queria pensar en lo que estaba viendo. No queria saber que habia pasado alli. No queria saber que significaba todo aquello.

Al cabo de un rato, no se cuanto, una voluta de humo entro en mi campo de vision. Me sente junto al fuego mas cercano, aturdido. Era el fuego de Shandi, y tenia colgado un pequeno cazo donde hervian unas patatas; era un elemento extranamente familiar en medio del caos.

Me concentre en el hervidor. Algo normal. Con un palo, pinche las patatas y vi que ya estaban cocidas. Normal. Levante el hervidor del fuego y lo puse en el suelo, junto al cadaver de Shandi. Shandi tenia la ropa hecha jirones. Intente apartarle el pelo de la cara y se me mancho la mano de sangre. La luz del fuego se reflejo en sus ojos, fijos e inexpresivos.

Me quede plantado mirando alrededor sin saber que hacer. La tienda de Trip ya estaba completamente en llamas, y el carromato de Shandi tenia una rueda en el fuego de Marion. Las llamas estaban tenidas de azul, y conferian a la escena un aire de ensueno, irreal.

Oi voces. Me asome por detras del carromato de Shandi y vi a unos desconocidos, hombres y mujeres, sentados alrededor de un fuego. El fuego de mis padres. Senti mareo y estire un brazo para sujetarme a la rueda del carromato. Cuando la asi, las bandas de hierro que reforzaban la rueda se deshicieron en mi mano, descas- carillandose y formando asperas virutas de oxido marron. Cuando retire la mano, la rueda chirrio y empezo a romperse. Me aparte al ver que cedia, y el carromato se derrumbo, como si la madera estuviera tan podrida como la de un viejo tocon.

Ya nada se interponia entre el fuego y yo. Uno de los hombres dio una voltereta hacia atras y se puso en pie, con la espada en la mano. Su movimiento me recordo al mercurio cayendo de una jarra sobre una mesa: agil y fluido. La expresion de su cara era de concentracion, pero su cuerpo estaba relajado, como si acabara de levantarse y desperezarse.

Su espada era palida y elegante. Al moverse, hendia el aire produciendo un debil zumbido. Me recordo al silencio que reina en los dias mas frios del invierno, cuando duele respirar y todo esta en calma.

El individuo estaba a dos docenas de pasos de mi, pero yo lo veia perfectamente bajo la luz del ocaso. Lo recuerdo tan claramente como recuerdo a mi madre, y a veces mejor. Tenia la cara estrecha y afilada, con la belleza perfecta de la porcelana. Llevaba el pelo por los hombros, y los rizos sueltos, del color de la escarcha, enmarcaban su cara. Era un ser de una palidez invernal. Todo en el era frio, afilado y blanco.

Excepto sus ojos. Tenia los ojos negros como los de una cabra, pero sin iris. Sus ojos eran como su espada: no reflejaban la luz del fuego ni la del sol poniente.

Al verme, se relajo. Bajo la punta de la espada y sonrio mostrando unos dientes impecables. Tenia una expresion de pesadilla. Una punzada de sentimiento penetro en la confusion que me rodeaba como una gruesa manta protectora y a la que me aferraba. Algo metio ambas manos en mi pecho y me lo comprimio. Creo que fue la primera vez en mi vida que senti verdadero miedo.

Junto al fuego, un hombre calvo con barba gris solto una risotada.

– Por lo visto nos hemos dejado un conejito. Ten cuidado, Ceniza; podria tener los dientes afilados.

El tal Ceniza envaino la espada, que produjo un sonido parecido al de un arbol que cruje bajo el peso del hielo en invierno. Se arrodillo, manteniendo las distancias. De nuevo me recordo al movimiento del mercurio. Ahora tenia la cabeza a la misma altura que la mia, y sus ojos, negros y mates, denotaban preocupacion.

– ?Como te llamas, muchacho?

Me quede alli plantado, mudo. Paralizado como un cervato asustado.

Ceniza suspiro y miro un momento al suelo. Cuando volvio a mirarme, vi compasion en aquellos ojos vacios.

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