ano despues de nacer yo.
No se me ocurrio decir otra cosa que el habitual- mente inadecuado:
– Lo siento.
Ella se me quedo mirando, inexpresiva, durante un momento, luego se volvio y regreso al salon. Yo la segui con la bandeja, que deje sobre una pequena mesa de cafe, situada junto al fuego, y nos sentamos el uno frente al otro, en sendos sillones.
– Lo que explica su interes por el Tercer Reich -le dije, mientras le servia el te.
Ella fruncio el ceno y acepto la taza que le ofreci.
– Solo soy historiadora. No tengo ningun agravio que vengar. Mi obsesion particular es el Abwehr, el servicio aleman de inteligencia militar. Deseo descubrir por que fueron tan buenos, y por que fueron tan malos al mismo tiempo.
– ?El almirante Wilhelm Canaris y sus alegres hombres? -pregunte, encogiendome de hombros-. Yo diria que nunca puso verdadero empeno en su trabajo, aunque eso es algo que nunca sabremos, puesto que las SS lo ahorcaron en el campo de concentracion de Flossenburg, en abril del cuarenta y cinco.
– Lo que me conduce hasta usted -dijo ella-. Y a su libro
– Solo se trata de una novela, doctora Cohen -dije-. Pura especulacion.
– Por 1o menos del cincuenta por ciento del material que utiliza en ella son hechos historicos documentados. Eso es algo que usted mismo afirma al principio de su libro.
Se inclino hacia delante, con las manos agarrandose las rodillas, con una cierta ferocidad en su actitud.
– Esta bien -admiti con suavidad-, ?a donde la lleva eso exactamente?
– ?Recuerda como descubrio usted el asunto? ?El detalle que le hizo empezar?
– Desde luego -asenti-. El monumento a Steiner y a sus hombres, que los habitantes del pueblo de Studley Constable habian ocultado bajo la lapida, en el cementerio de la iglesia.
«-?Recuerda lo que decia?
– Exactamente -dijo ella-. Aqui descansan el teniente coronel Kurt Steiner y trece paracaidistas alemanes muertos en accion el seis de noviembre de mil novecientos cuarenta y tres,
– ?A donde pretende usted llegar?
– Bueno, trece mas uno son catorce, mientras que en esa tumba no hay catorce cuerpos, sin solo trece.
La mire con una expresion de incredulidad.
– ?Y como demonios ha deducido usted eso?
– Porque Kurt Steiner no murio aquella noche, en la terraza de Meltham House, senor Higgins. -Tomo entonces el maletin que habia traido, lo abrio y extrajo de su interior un sobre grande de papel marron-, Y aqui tengo la prueba de lo que afirmo.
Esto, definitivamente, exigia un whisky Bushmills. Me servi uno y pregunte:
– Muy bien, ?puedo verla?
– Desde luego, esa es la razon por la que he venido a verle, pero antes permitame explicarle algo. Cualquier estudio de los asuntos relacionados con el Abwehr aleman durante la Segunda Guerra Mundial se refiere constantemente al trabajo del SOE, o
– «Incendiad Europa», eso fue lo que ordeno el viejo -dije.
– Me senti fascinada al descubrir que una serie de estadounidenses trabajaron para el SOE antes de que Estados Unidos entrara en guerra. Pense que se podria escribir un libro sobre ese tema. Me las arregle para venir aqui y llevar a cabo la investigacion; uno de los nombres con los que me encontre una y otra vez fue el de Munro, brigadier Dougal Munro. Antes de la guerra era un arqueologo que trabajaba en Oxford. En el SOE fue jefe de la seccion D, conocida habitualmente como el departamento de asuntos sucios.
– He oido hablar de el -dije.
– Lleve a cabo la mayor parte de mi investigacion en la Oficina de Registros Publicos. Como sabe, son pocos los archivos relacionados con cuestiones de inteligencia militar que se ponen inmediatamente a disposicion del publico. El contenido de algunos de esos archivos no puede desvelarse hasta despues de transcurridos veinticinco anos, el de otros, hasta despues de cincuenta…
– Y cuando se trata de material excepcional- mente sensible, han de transcurrir cien anos -dije.
– Y eso eslo que yo tengo aqui -dijo ella extendiendo una carpeta-. Se trata de un archivo, con prohibicion de divulgacion durante cien anos, referente a Dougal Munro, Kurt Steiner, Liam Devlin y otros. Es toda una historia, puede usted creerme.
Me entrego la carpeta y yo la sostuve sobre las rodillas, sin abrirla.
– ?Y como demonios ha conseguido esto?
– Ayer mismo estuve comprobando algunos archivos referentes a Munro. Estaba de servicio un joven empleado, y supongo que actuo con descuido. El caso es que encontre la carpeta metida entre otras dos, sellada, desde luego. Una tiene que hacer la investigacion de acuerdo con las facilidades ofrecidas por la Oficina de Registros, pero, puesto que esta carpeta se habia traspapelado y no estaba en el formulario de prestamo, la saque metiendola en mi maletin.
– Lo que representa un delito criminal, segun la ley de Cuestiones de la Defensa -le dije.
– Lo se. Abri los sellos con todo el cuidado que pude y lei el contenido de la carpeta. Se trata unicamente de un resumen de treinta paginas de ciertos acontecimientos… realmente asombrosos.
– ?Y luego?
– Hice fotocopias de las paginas.
– Las maravillas de la tecnologia moderna les permitiran saber lo que se ha hecho.
– Lo se. De todos modos, volvi a sellar la carpeta y la he devuelto esta misma manana a su sitio.
– ?Y como se las ha arreglado para hacerlo? -pregunte.
– Ayer volvi a comprobar los mismos archivos. Luego lleve la carpeta relacionada con Munro al empleado de servicio y le dije que se habia producido un error.
– ?Y la creyo?
– Supongo que si. Quiero decir, ?por que no iba a creerme?
– ?Se trataba del mismo empleado?
– No, era alguien mas viejo.
Me quede alli sentado, pensando, sintiendome decididamente inquieto.
– ?Por que no prepara usted un poco de te recien hecho mientras yo le echo un vistazo a esto? -le pedi finalmente.
– Muy bien.
Tomo la bandeja y abandono el salon. Despues de un momento de vacilacion, abri la carpeta y empece a leer.
Ni siquiera me di cuenta de que ella estaba alli, de tanto como me enfrasque en los acontecimientos registrados en las paginas contenidas en aquella carpeta. Una vez que hube terminado de leer, la cerre y levante la mirada. Ella habia vuelto a sentarse en el otro sillon, y me estaba mirando, con una expresion curiosamente intensa en su rostro.
– Comprendo la prohibicion de divulgacion de estos hechos durante cien anos -dije-. Las potencias no querrian que se divulgara nada de lo que hay aqui, ni siquiera ahora.
– Eso fue lo mismo que yo pense.
– ?Puedo quedarme con este material durante un tiempo?
– Hasta manana, si asi lo desea -asintio tras un momento de vacilacion-. Yo regresare a Estados Unidos en el vuelo de la noche. Por Pan Am.
– ?Se trata acaso de una decision repentina?
– En efecto -admitio levantandose y recuperando su gabardina-. He decidido que seria mejor estar en mi propio pais.
– ?Preocupada? -le pregunte.