– ?Y que pensara de esto el ocupante habitual? -pregunte.
– ?El padre Murphy? -replico, sirviendo el whisky en las dos copas-. Ese tiene corazon de maiz. Le parecera bien, como siempre.
– ?Quiere decir que mirara hacia el otro lado?
– Algo asi -contesto levantando su copa-. Por usted, hijo.
– Y por usted, Liam -conteste a su brindis-. Nunca deja de asombrarme. Aparece incluido en la lista de los mas buscados por el ejercito britanico durante los ultimos cinco anos, y aun le quedan nervios para quedarse aqui sentado, en medio de Belfast.
– Ah, bueno, pero un hombre tiene derecho a divertirse un poco. -Extrajo un cigarrillo de una pitillera de plata y me ofrecio uno-. En cualquier caso, ?a que debo el placer de su visita?
– ?Le dice algo el nombre de Dougal Munro? -pregunte.
Sus ojos se abrieron, con una expresion de asombro.
– ?Con que demonios se ha encontrado usted ahora? Hacia muchos anos que no escuchaba pronunciar el nombre de ese viejo bastardo.
– ?Y el de Schellenberg?
– ?Walter Schellenberg? Ese si que habria sido un personaje para usted. Llego a general a la edad de treinta anos. Pero ?que significa esto? ?Schellenberg…, Munro?
– ?Y Kurt Steiner? -segui preguntando-. Un hombre que, segun todo el mundo, incluido usted mismo, murio tratando de desembarazarse de Churchill en la terraza de Meltham House.
Devlin se tomo un buen trago de whisky y sonrio amistosamente.
– Siempre he sido un terrible embustero. Y ahora, digame, ?a que viene todo esto?
Asi que le hable de Ruth Cohen, de la carpeta secreta y su contenido, y de todo lo que habia ocurrido despues, mientras el me escuchaba con suma atencion. Una vez que hube terminado, dijo:
– Muy conveniente la muerte de esa joven. En eso tiene usted razon.
– Lo que no deja que la situacion tenga buenas perspectivas para mi.
Se produjo entonces una explosion, no lejos de donde nos encontrabamos, y cuando el se levanto y abrio la puerta que daba al patio trasero, se escucho el traqueteo de armas de fuego cortas.
– Parece que va a ser una noche movidita -comente.
– Oh, si, lo sera. En estos momentos es mucho mejor no andar suelto por las calles.
Cerro la puerta y se volvio a mirarme.
– Los datos contenidos en esa carpeta, ?son ciertos?
– Es una buena historia.
– A grandes rasgos.
– ?Significa eso que le gustaria conocer el resto?
– Necesito conocerlo.
– ?Por que no? -replico con una sonrisa, se sento ante la mesa y extendio la mano hacia la botella de Bushmills-. Claro. Ademas, eso me impedira hacer travesuras durante un rato. Y ahora, ?por donde quiere que empiece?
Berlin – Lisboa – Londres 1943
2
El piso del brigadier Dougal Munro solo estaba a diez minutos andando del cuartel general del SOE en Londres, en la calle Baker. Como jefe de la seccion D, tenia que estar localizable las veinticuatro horas del dia y, ademas, el telefono normal tenia una linea de seguridad directa a su despacho. Fue ese telefono particular el que contesto aquella tarde de ultimos de noviembre, mientras estaba sentado frente a la chimenea, trabajando en unos expedientes.
– Aqui Carter, brigadier. Acabo de regresar de Norfolk.
– Bien -le dijo Munro-. Venga a verme de camino para casa y cuenteme lo ocurrido.
Colgo el telefono y se levanto para prepararse un whisky de malta. Era un hombre bajo y fuerte, de aspecto poderoso, con el cabello blanco y gafas con montura de acero. No era estrictamente mi profesional, y su rango de brigadier lo ostentaba por simples motivos de autoridad en ciertos lugares y a la edad de sesenta y cinco anos, una edad a la que la mayoria de los hombres tenian que enfrentarse a la jubilacion, incluso en Oxford. Lo cierto era que la guerra le habia salvado. Aun estaba pensando en ello cuando sono el timbre de la puerta. Acudio a abrir y dejo entrar al capitan Jack Carter.
– Parece estar helado, Jack. Puede servirse una copa.
Jack Carter apoyo el baston contra una silla y se quito el abrigo. Vestia el uniforme de capitan de los Green Howards, con la cinta de la Cruz Militar entre los distintivos. Su pierna postiza era un legado de Dunquerque, y cojeo ostentosamente al acercarse al armario donde estaban las botellas, sirviendose un whisky.
– Bien, ?cual es la situacion en Studley Constable? -pregunto Munro.
– Las cosas han vuelto a la normalidad, senor. Todos los paracaidistas alemanes han sido enterrados en una fosa comun, en el cementerio de la iglesia.
– No habran puesto ninguna identificacion, ?verdad?
– No por el momento, pero los habitantes de ese pueblo resultan un tanto extranos. En realidad, parecen tener una opinion muy elevada de Steiner.
– Si, bueno, uno de sus sargentos resulto muerto al tratar de salvar la vida de dos ninos del pueblo que se cayeron en la corriente del molino. De hecho, fue esa accion lo que echo a perder su camuflaje y provoco el fracaso de toda la operacion.
– Ademas -anadio Carter-, dejo que los habitantes del pueblo se marcharan antes de que empezara lo peor del combate.
– Exactamente. ?Ha conseguido el expediente sobre el?
Carter tomo su cartera de mano y extrajo un par de hojas grapadas. Munro las examino.
– Siempre me ha intrigado su madre, senor. Una persona muy conocida en la sociedad de Boston. Lo que alla se conoce como una «brahmin de Boston».
– Todo eso esta muy bien, Jack, pero no olvide que su padre fue un general aleman, y condenadamente bueno. Y ahora, ?que pasa con Steiner? ?Como esta?
– No parece haber razones para dudar de una recuperacion completa. Justo en las afueras de Norwich hay un hospital de la RAF para las tripulaciones de bombarderos con problemas de quemaduras. Antes era un asilo. Tenemos a Steiner alli, con una guardia de seguridad. La cobertura es que se trata de un piloto de la Luftwaffe que ha sido derribado. Ha resultado muy conveniente que los paracaidistas alemanes y las tripulaciones de la Luftwaffe tengan mas o menos el mismo uniforme.
– ?Y sus heridas?
– Tuvo mucha suerte, senor. Una bala le alcanzo en el hombro derecho, por detras. La segunda estaba destinada directamente al corazon, pero se desvio al chocar con el esternon. El cirujano no cree que tarde mucho en recuperarse, sobre todo porque su estado fisico es excelente.
Munro se levanto y se preparo otra pequena copa de whisky.
– Repasemos lo que sabemos, Jack. Todo ese condenado asunto, el complot para raptar a Churchill, la planificacion. ?Todo eso se hizo sin el conocimiento del almirante Canaris?
– En efecto, senor. Al parecer, todo fue obra de Himmler. Presiono a Max Radl, en el cuartel general del Abwehr, para que lo planificara a espaldas del almirante. Eso es, al menos, lo que nos han asegurado nuestras fuentes en Berlin.