– ?Cafe? -rugio el-. Al infierno con el cafe. He encontrado una botella de champana en la bodega. Un Bollinger. Eso es lo que necesitamos esta noche.

La saco de una cubeta que habia sobre la mesa, la abrio con movimientos ampulosos y sirvio dos copas.

– Ese hombre, Conlon, ?que aspecto dijiste que tenia? -pregunto ella.

– Creo que ya te lo he dicho por lo menos cinco veces.

– Oh, Max, ?verdad que es excitante? Quiero decir, para ti, carino.

– Y tambien para ti, vieja amiga -dijo el, devolviendole el brindis.

En Berlin, todo estaba muy tranquilo en el despacho de Schellenberg, mientras el trabajaba en unos documentos, a la luz de la lampara de la mesa. Se abrio la puerta e Use asomo la cabeza.

– ?Cafe, general?

– ?Todavia estas aqui? Creia que te habias ido a casa.

– Voy a pasar la noche en los alojamientos de emergencia. Asa tambien se queda. Ahora esta en la cantina.

– Pues entonces sera mejor que nos unamos a el.

Schellenberg se levanto, abrochandose la guerrera.

– ?Esta preocupado, general? ?Por Devlin?

– Mi querida Ilse, Liam Devlin es un hombre de infinitos recursos y astucia. Teniendo en cuenta esos atributos, podria decirse que no tengo nada de que preocuparme. -Abrio la puerta y sonrio, anadiendo-: Y esa es la razon por la que, en lugar de eso, estoy muerto de miedo.

Desde la ventana de su celda, Steiner podia ver a traves del rio. Atisbo por una rendija de la cortina corrida y la volvio a cerrar en seguida.

– Un gran barco avanzando rio abajo. Resulta extrano lo activas que pueden ser las cosas ahi fuera, incluso de noche.

El padre Martin, sentado junto a la pequena mesa, asintio.

– Como dice la cancion, el viejo padre Tamesis sigue bajando lleno de agua.

– A veces, durante el dia, me siento junto a la ventana y me quedo contemplandolo incluso hasta un par de horas.

– Le comprendo, hijo. Debe de ser dificil para usted. -El sacerdote emitio un suspiro y se puso en pie-. Tengo que marcharme. Tengo una misa a medianoche.

– Santo cielo, padre, ?es que no para nunca?

– Estamos en guerra, hijo -dijo el padre Martin llamando a la puerta.

El policia militar de servicio la abrio desde el otro lado y el viejo sacerdote avanzo por el pasillo hasta la puerta exterior. El teniente Benson estaba sentado ante la mesa de su habitacion. Levanto la mirada hacia el.

– ?Todo esta bien, padre?

– Tan bien como pueda estarlo -contesto el padre Martin saliendo por la otra puerta.

Al bajar la escalera, hacia el vestibulo, la hermana Maria Palmer salio de su despacho.

– ?Todavia por aqui, padre? ?Es que nunca se va a casa?

– Hay demasiadas cosas que hacer, hermana.

– Parece estar cansado.

– Esta siendo una guerra muy larga -dijo el con una sonrisa-. Buenas noches, hermana, y que Dios la bendiga.

El portero de noche salio de su cubiculo, le ayudo a ponerse la gabardina y le entrego su paraguas. Luego, corrio el cerrojo de la puerta, abriendola. El anciano se detuvo, mirando la lluvia que caia en el exterior. Luego, abrio el paraguas y se alejo, caminando con paso cansado.

Munro aun estaba en su despacho, de pie ante una mesa de mapas, con varios del canal de la Mancha y las rutas de aproximacion de Normandia, cuando Carter entro cojeando.

– ?Es la invasion, senor?

– Si, Jack. Normandia. Ya han tomado su decision. Confiemos en que el Fuhrer siga creyendo que sera por el paso de Calais.

– Tengo entendido que su astrologo personal le convencio de ello -dijo Carter.

– Los antiguos egipcios -dijo Munro echandose a reir-, solo nombraban generales a los que habian nacido bajo el signo de Leo.

– Eso es algo que no sabia, senor.

– Bueno, siempre se aprende algo nuevo cada dia. Esta noche no me ire a casa, Jack. Eisenhower quiere un informe amplio sobre la fortaleza de las unidades de la Resistencia francesa en toda esta zona, y lo quiere por la manana. Tendremos que pasarnos unas cuantas horas trabajando aqui.

– Muy bien, senor.

– ?Habia alguna otra cosa?

– Vargas me ha llamado.

– ?Que queria?

– Ha recibido otro mensaje de su primo en Berlin. Le pide que envie toda la informacion posible sobre el priorato de St. Mary.

– Esta bien, Jack, cocine algo adecuado durante el proximo par de dias, ateniendose todo lo que pueda a la verdad, y pasele la informacion a Vargas. En estos momentos tenemos cosas mas importantes de que ocuparnos.

– Estupendo, senor. Organizare unos bocadillos y algo de te para pasar la noche.

– Si, hagalo asi, Jack. Va a ser una noche muy larga.

Carter salio y Munro volvio a enfrascar toda su atencion en los mapas.

10

A la manana siguiente, el padre Martin se arrodillo ante la barandilla que delimitaba el altar, y rezo, con los ojos cerrados. Estaba cansado, ese era el problema. Se sentia tan cansado y durante tanto tiempo que no hacia mas que rezarle al Dios a quien tanto habia amado durante toda su vida, para que le concediera la fortaleza y la capacidad para permanecer de pie.

– Bendecire al Dios que me aconseja, que dirige mi corazon, incluso de noche. Tengo al Senor siempre presente…

Habia pronunciado las palabras en voz alta y de pronto balbuceo, incapaz de pensar en las que seguian. Una voz fuerte dijo entonces a su espalda:

– Y, como esta a mi derecha, me mantendre firme.

El padre Martin medio se giro y encontro a Devlin alli de pie, vestido de uniforme, con la trinchera militar doblada sobre un brazo.

– ?Mayor?

El anciano trato de levantarse y Devlin le ayudo colocandole una mano bajo el codo.

– Oh, padre… El uniforme solo es para mientras dure la guerra. Conlon…, Harry Conlon.

– Y yo soy Frank Martin, el parroco. ?Puedo hacer algo por usted?

– Nada especial. He sido dado de baja en el ejercito. Fui herido en Sicilia -le dijo Devlin-. Estoy pasando unos pocos dias con unos amigos, no lejos de aqui. Vi esta iglesia y pense entrar a echar un vistazo.

– Bien, entonces permitame ofrecerle una taza de te -dijo el anciano.

Devlin se sento en la pequena y atestada sacristia, mientras el padre Martin hervia el agua en una pequena cocina electrica y preparaba el te.

– ?Asi que ha estado metido en eso desde el principio?

– Si -asintio Devlin-. Fui movilizado en noviembre del treinta y nueve.

– Ya veo que le han concedido una Cruz Militar.

– Eso fue por el desembarco en Sicilia -le dijo Devlin.

– ?Muy malo?

El padre Martin sirvio el te y ofrecio una lata abierta de leche condensada.

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