– Te has encontrado un
– ?Cerdo! -dijo Stege entre dientes.
– Soy un soldado nazi -replico Porta, laconico.
– ?Bah! -gruno Heide, mientras secaba su ancho
– ?Vaya porqueria! Esta mellado. Si por lo menos tuvieramos una muela, podria afilarlo. No corta bien. Somos seres humanos, ?no? No vale la pena hacer sufrir a la gente mas de lo necesario.
– Recoged las armas. En columna de a uno.
– Siento verdaderos deseos de liquidaros a los dos. Me da asco veros arrancar los dientes de oro a los cadaveres.
– No seas melindroso -replico Porta, con ironia -. ?Enterrarias tu un anillo de oro? ?Prenderias fuego a un billete de mil? Supongo que no, porque, en tal caso, estarias loco de atar.
Ahora, estabamos alli, bajo los frutales, masticando los salchichones de los artilleros muertos. Las gotas de lluvia caian ritmicamente de los arboles. Teniamos frio y estirabamos la «tela» mas hacia arriba para cubrir nuestros cuerpos temblorosos. Era el objeto de multiples usos de nuestro equipo: esclavina, tienda, cobertura de camuflaje, saco de transporte, colchon, hamaca y ataud. Era lo primero que nos alargaban los empleados del almacen y era lo unico que nos seguia hasta la tumba.
Porta contemplaba las nubes cargadas de lluvia.
– Lluvia, siempre lluvia. Las montanas son un asco para combatir. ?Os acordais de cuando peleabamos en la dulce Francia? Siempre hacia sol, y durante los altos podiamos permitirnos el lujo de tostarnos.
– ?Dios mio! -suspiro Julius Heide-. Aquello si que era una guerra. ?Pero fue suerte no habernos pasado al otro bando! Ahora estariamos frios. ?Os acordais de los desertores que vimos, arrastrados por los perros de guardia de la policia militar, en direccion a Torgau [3], despues de la capitulacion de los franceses?
– No es que se pueda asegurar que estariamos muertos -murmuro
– Es mejor que no haya demasiados mosquitos en la parte superior -dijo Heide, apuntando su salchichon hacia el
– Entonces, nos lo cargaremos -decidio
– ?Que sera de nosotros cuando todo eso haya terminado! -dijo Stege filosoficamente-. En realidad, solo hemos aprendido a matar,
– Desde luego que no -contesto este, risueno-. Siempre haran falta muchachos rapidos para matar. ?Es que no es verdad,
– Tienes razon,
– No entiendo nada de tu idioma extranjero. Pero cuando se habla de liquidar a los otros, pienso de repente que siempre he temido dinarla. El gran salto por la estratosfera no me seduce demasiado.
– ?Temes tal vez encontrarte con el buen Dios? -pregunto Stege.
– No -gruno Hermanito-, no es por eso. Es mas bien porque, una vez tienes un agujero en el craneo, todo esta listo. Y luego, punto final. No creo en Dios. Si existe, seria el final para mi, dado mi expediente.
– No llego a imaginar que algun dia ya no habra «la cerveza de las siete», escondido en las letrinas en compania de varios camaradas, y un par de dados. Ese canguelo de estirar la pata lo tenia ya cuando era chico, antes de que me metieran en el hospicio y cuando hacia recados para el senor Kleinschmidt, el lechero de la Davidstrasse. Siempre corria bajo los faroles armando ruido con mis botellas, porque tenia una idea estupida en la cabeza. Si me dejaba atrapar por la oscuridad, el hombre del cuchillo vendria a clavarmelo. -Se hinco de rodillas y nos miro a todos sucesivamente. Despues, prosiguio en voz baja-: Dulce Jesus, hijo de Maria, cuanto miedo tenia. Recuerdo sobre todo una puerta en el extremo de la calle Bernhard Nocht. Habia que atravesar un pasillo largo y estrecho antes de llegar a la escalera, y en cada planta habia largos pasillos por los que se llegaba a las viviendas. En todas partes habia vagabundos dormidos. A menudo, tropezaba con ellos. Evidentemente, tenia una prisa endiablada, como todos los repartidores de leche. Algo me decia que el hombre del cuchillo estaba entre los mendigos. Y tenia razon. Lo comprendi cuando me metieron en el hospicio. En aquella maldita jaula encontre a un fulano. Su hermana habia sido despanzurrada por un vagabundo exactamente en aquel numero de la calle Bernhard Nocht donde, cada manana a las cuatro, repartia mis botellas de leche. ?Y si me hubiera encontrado a mi? A aquellas horas, ya hubiese podido gritar cuanto quisiera. En todas las viviendas, dormian despues de haber empinado el codo. Nadie se habria molestado por un chiquillo que pedia socorro.
– No te buscaba a ti -dijo
– ?Maldita sea! ?Como lo sabes, borracho? ?Le conociste?
– Esta muy claro -contesto
– Entonces, esta claro como el agua del manantial. El individuo queria juerga. Los jovencitos no le interesaban. Por lo tanto, no tenias nada que temer.
– Haria falta mucha hambre para fijarse en
El legionario sonrio levemente.
– No olvideis que aqui nos falta todo eso. Tal vez
– Si alguien tratara de acercarseme -dijo