El Oberfeldwebel se ajusto la gorra, y estallo:

– ?Es que se ha vuelto loco? Utilice un poco el cerebro, y observe el HDV [4] para hablarme. De lo contrario, le ensenare a…

– Anda y que te ondulen – le interrumpio Hermanito -. Ahora hablamos del jugo. Despues nos ocuparemos de tu problema.

Huhn inspiro profundamente. Jamas habia visto nada igual. Desde hacia siete anos, instruia a los reclutas de las guarniciones y de los campos. La ultima vez, en el terrible campamento disciplinario militar de Heuberg. Si alguien se hubiera atrevido a hacer lo que Hermanito, habria recibido inmediatamente un balazo en la cabeza. Por un momento, este agradable pensamiento paso por su mente; sacar la pistola y vaciar la recamara en el hocico de Hermanito, pero algo le hacia desconfiar de esta solucion draconiana. Reinaba una extrana calma. Todos miraban a los dos hombres. Incluso los oficiales, el teniente Ohlsen y el teniente Spat.

Hermanito permanecia inmovil, con el salchichon en la mano.

– Has derramado el jugo del senor, Oberfeld. Esto no nos gusta.

Huhn abrio y cerro la boca varias veces. En realidad, no sabia que decir. Lo que ocurria era totalmente increible. Ni siquiera el Consejo de Guerra le daria credito. Sin embargo, tenia que admitir que, efectivamente, tenia ante si a un corpulento y estupido Stabsgefreiter que enarbolaba un salchichon y le tuteaba, a el, un Oberfeldwebel.

Hermanito apunto su salchichon hacia el pecho de Huhn.

– Es inutil Oberfeld. Tendras que pagar una multa a Anda o Revienta. Existen ciertos impuestos sobre el bebercio. No se le puede derramar de esta manera, y, en el 27.?, es el legionario quien tiene el monopolio para fabricar «Schnapp». Ademas, hace dias que paseamos nuestra olla. La tenemos desde que se la robamos a los rusos. ?Es una olla estupenda! Si quisieran conceder la Cruz de Hierro a las ollas, esta tendria una. No se ha derramado ni una sola gota durante el transporte. Despues, llegamos aqui, nos tendemos tranquilamente bajo los manzanos, con esta maldita lluvia, para darle un ultimo hervor a nuestro jugo. Y, ?que ocurre? Te presentas tu y lo derramas. Y ahora aun te la das de ofendido. Pero es que no comprendes la situacion. Los ofendidos somos nosotros.

Huhn entorno los ojos y avanzo un paso hacia Hermanito. Apoyaba una mano en la pistolera.

– Bueno, ya basta. ?Como te llamas, cerdo? Ya sabre meteros en cintura. Podeis estar seguros. Tengo los medios para hacerlo.

Saco papel y lapiz.

A Hermanito le importaba un comino.

– Tu no estas bueno, Oberfeld. Tienes mas motivos para temerme que yo a ti. Ahora, estas en el frente, en una Compania de asalto sin la gallina [5]; y somos varios tiradores escogidos los que podemos ocuparnos de ti. Apuesto diez contra uno a que no regresaras del frente. Eres demasiado estupido. Para salir vivo de esta guerra, hay que tener una cabeza muy clara.

Sabe Dios lo que hubiera ocurrido si el teniente Ohlsen no hubiera intervenido. Llamo a Huhn y, al mismo tiempo, se volvio hacia Hermanito.

– Callese, Creutzfeld, si no quiere ir al calabozo. ?Entendido?

– Bien, mi teniente -contesto Hermanito, casi cuadrandose ante el otro.

Entrechoco los tacones y avanzo hacia nosotros arrastrando los pies.

– Le hinchare los morros a ese tipo -se prometio, al mismo tiempo que se sentaba.

– Ya os he dicho que nos divertiriamos -con el -dijo Heide, meneando la cabeza-. Es un crapula. Ya vereis. No ha terminado de darnos la lata.

– Podriamos atarle una granada en el trasero -propuso Porta.

– Dejaos de tonterias -dijo el Viejo-. Un dia os pescaran si seguis liquidando a vuestros superiores.

– Sacre nom de Dteu, esto empieza a hervir -declaro el pequeno legionario, mientras atornillaba la tapadera-. Pasame el tubo de caucho. Empezara a manar.

Contemplabamos con recogimiento el alambique, en cuyo interior los vapores se transformaban en liquido.

Todos se habian agrupado a nuestro alrededor. Con la mirada fija, Hermanito rociaba el alambique improvisado con el agua obtenida mediante un sistema de irrigacion.

– ?Esta manando! -exclamo Porta-. ?Maldita sea!

Se apresuro a poner una botella debajo.

– Hijos mios, no teneis idea de la sed que tengo -murmuro Heide.

La botella de Porta se lleno lentamente.

Durante toda la noche, proseguimos llenando botellas. Nuestro cansancio habia desaparecido de repente.

El teniente Ohlsen meneo la cabeza.

– Estais locos. Si os bebeis esto, estirareis la pata.

– En todo caso, mi teniente, sera una hermosa muerte -replico Heide mientras pasaba un dedo por el gollete.

– Pero, ?no vais a filtrarlo? -pregunto el teniente Spat, siguiendo las gotas con la mirada.

– No vale la pena -contesto el legionario.

– Pero, ?y el metanol? -pregunto el teniente.

– No nos importa -repuso con indiferencia el legionario-. Lo esencial es que podamos emborracharnos.

– Y lo conseguiremos -dijo Heide, con gran conviccion.

– Si Ivan sospechara que tenemos esta olla, nos atacaria en el acto.

– Nuestra olla es gekados [6] -cuchicheo Porta, misteriosamente.

El teniente Ohlsen se rio, y despues se marcho hacia un seto, seguido por el teniente Spat.

Al dia siguiente, tambien se nos permitio descansar bajo los manzanos. Nos pasamos toda la jornada cocinando. Para que nuestro trabajo fuera mas eficaz, habiamos creado grupos de trabajo. Empezabamos a albergar la ingenua esperanza de que se olvidarian de nosotros, y nos dejarian alli, bajo los manzanos.

Pero despues de medianoche, oimos una moto que bajaba con estrepito de la montana. Al llegar a nuestra altura, el vehiculo se detuvo. Un suboficial cubierto de barro salto al suelo.

– ?El jefe de la 5.? Compania? -grito.

El teniente Ohlsen se levanto para recibir el mensaje.

La estafeta desaparecio inmediatamente, a toda velocidad.

– Merde, va a ver jaleo -nos predijo el legionario-. Demonos prisa en terminar el jugo. Ya solo faltan unos diez minutos.

– Hay treinta y una botella -.declaro Porta, triunfalmente.

– ?Cuando empezaremos a beber? -pregunto Hermanito.

El legionario le miro con recelo:

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