Sven Hassel
Gestapo
Hermanito
Hermanito
Habian sorprendido al peloton mientras celebraban una francachela en una cabana. Era el cumpleanos de Porta. No oimos la llegada de la patrulla de asalto rusa. De repente, los cristales volaron hechos anicos, y las bocas negras de cuatro pistolas ametralladoras empezaron a escupir fuego en la habitacion. Nos pegamos al suelo.
Hermanito
Pero habiamos observado que su onda asomaba a medias por uno de sus bolsillos. La onda de acero con sus dos empunaduras de madera, «la muerte silenciosa».
Y se frotaba el bolsillo de su pantalon.
LA FISGONA
Nosotros, los supervivientes de la 5.? Compania, estabamos tendidos de bruces, bajo los manzanos, contemplando las tropas de reserva que esperabamos desde hacia cuatro dias. Acababan de llegar en camiones. Estaban formadas en columna doble, en medio del camino. Sus armas y sus uniformes olian a nuevo. Habian llevado hasta aqui el olor a almacen.
Les mirabamos con ojos de experto. A decir verdad, siempre mirabamos a todo el mundo con los ojos de un soldado del frente, tanto si eran soldados como si no lo eran. Tacitamente, estuvimos de acuerdo en que aquellos 175 reservistas no tenian gran cosa en comun con los soldados. Llevaban su equipo como aficionados. El correaje mal ajustado les habia producido desolladuras. Sus botas brillaban, pero eran rigidas. No las habian sumergido en orines y frotado despues vigorosamente con las manos para curtirlas. Seria imposible llegar muy lejos con unas botas tan rigidas. Las de Porta si eran unas botas ejemplares. Tan suaves, que se veia moverse su dedo menique en el interior. Es cierto que, desde lejos, apestaban a orina. Como habia dicho
– Apestais como cien urinarios juntos.
Pero
– ?Menuda pandilla de inutiles nos ha tocado! Ivan los enviara directamente al infierno, con solo abrir un poco los ojos. Si no estuviesemos aqui nosotros dos, haria mucho que habriamos perdido la guerra.
– Es raro que no hayan dado la Cruz de Caballero a un heroe como tu,
– Su Cruz de Caballero me la meto donde yo se -gruno
Y escupio hacia una mosca ahogada por la lluvia. Los oficiales, reservistas todos, gritaban injurias. Uno de los reclutas perdio su casco de acero, que rodo por el camino con un estrepito que le traiciono.
– ?Cerdo! -aullo un
El recluta, un hombre mayor, empezo a evolucionar bajo los gritos del suboficial.
– ?Adelante! ?A la carrera!
El
El
Nuestro jefe de Compania, el teniente Ohlsen estaba hablando con el teniente que habia traido a los reservistas. Ni siquiera se daban cuenta de que el viejo estaba en las ultimas. Se habia