– Heide, Sven,
Sacamos nuestros cuchillos y empezamos a deslizarnos hacia los edificios. Temblabamos de nerviosismo. ?Cuantos serian?
Ya estabamos cerca cuando nos dimos cuenta de que
– La mitad de los dientes de oro es para mi.
Porta llego el primero. Como un gato, se deslizo por una ventana. Ningun ruido.
Le seguimos. Una puerta chirriaba en algun lugar de la casa.
– Hay alguien -murmuro Heide-. Voy a lanzar una granada.
– ?Idiota…! -gruno
Porta escupio por encima del hombro izquierdo. Daba suerte.
Reaparecio
– He aqui al enemigo -dijo riendo, mientras nos mostraba el gato estrangulado.
Todos respiramos, aliviados.
– ?Uf! -suspiro
– ?Pandilla de miedosos…! -dijo
Empezamos a registrar todos los armarios, para ver si contenian cosas interesantes.
Porta empezo a beber de una botella. Hizo una mueca, miro la etiqueta, pero se convencio de que, efectivamente, ponia «conac». Bebio otro sorbo y, despues, alargo la a botella Heide.
– Un conac extrano.
Heide lo olfateo, bebio un trago, tiro la botella por lo aires y escupio.
– ?Vaya porqueria! Es tetracloruro. Me alegro de haberte conocido.
– En tierra desconocida hay que limitarse a la mermelada Eso todo el mundo sabe lo que es.
Una puerta chirrio. Pegamos un brinco. En un santiamen
La mermelada se esparcia por el suelo.
Porta se precipito hacia la puerta, la abrio de una patada, y grito:
– ?Eh! ?Manos arriba!
Yo habia quitado ya el seguro de una granada, dispuesto a lanzarla.
Pero la calma era total.
Habia alguien. Lo percibiamos. Eramos como fieras. Nos sentiamos capaces de matar, por miedo y por placer. Varios anos de guerra cambian a un hombre por completo. Los que estaban alli eran adversarios. Si no les matabamos, nos matarian. Se trataba de ser el mas rapido.
Escuchamos.
– Llamemos a la Compania – murmuro
– Peguemos fuego a este burdel -propuso
– ?Chiton! -gruno Porta-. Si hacemos esto, la artilleria rusa no tardara en respondernos.
– Sabemos lo que son los obuses -protesto
La puerta chirrio de nuevo. Sin reflexionar en las posibles consecuencias, Porta encendio su linterna y se precipito hacia otra puerta que habia en el extremo opuesto de la habitacion. La abrio de golpe y recorrio la habitacion con el haz luminoso de su lampara. Una joven estaba pegada a la pared. Llevaba una enorme cachiporra en la mano.
La contemplamos sorprendidos.
– ?Una gachi! ?Hablas el aleman, pequena?
La cogio brutalmente por la barbilla y le cosquilleo detras de una oreja con la empunadura de su lazo de acero.
– He estrangulado a tu gato, pero ya te regalare otro. ?Quieres jugar a gatitos conmigo?
– Yo no soy partisana -declaro la muchacha, en mal aleman-.
– ?Oh, si! Nosotros
–
– Nadie entiende nunca lo que se dice cuando ha cometido una estupidez -dijo Heide con sarcasmo.
– Llevas un baston algo pesado, ?no crees? ?Y si te ayudara a llevarlo?
Sin una palabra mas, cogio el arma de manos de la aterrorizada joven. Ella le seguia nerviosamente con la mirada.
– Yo
– Si, somos unos angelitos -dijo Heide, riendo-, con alas de cera que no resisten la proximidad del fuego.
– ?Estas sola? -pregunto
La muchacha le miro.
– ?Tu oficial?
– Si -mintio Barcelona-. Yo general.
– Los demas, en cueva, bajo trampa secreta -explico la joven.
Porta lanzo un silbido.
– ?Esto empieza a ponerse interesante!