– Excelente mermelada -le dijo a la muchacha-. ?Teneis mas?
– ?Callate! -gruno Porta-. Hay cosas mas importantes que la mermelada. Tal vez estemos sentados encima de un punado de rusos.
– Traedmelos -dijo
– ?Donde esta la trampa? -pregunto Porta.
La muchacha senalo hacia un rincon.
Vimos una trampa bien disimulada.
– ?Soldados
– ?Fascistas buenos? -dijo Heide, riendo-. ?Maldita sea! Tengo que ver eso.
– No existen -intervino
Tiro el pote de mermelada, ya vacio. Se oyo un ruido en la habitacion vecina. Nos volvimos vivamente, preparando nuestras armas.
La muchacha gimio, asustada, y corrio presurosa hacia una puerta.
– No nos dejes de esta manera. Nos gusta mucho tenerte aqui.
Aparecio el teniente Ohlsen, seguido por toda la seccion.
– ?Que diablos estais haciendo? -gruno. Y de una ojeada, descubrio el bote de mermelada volcado, la muchacha junto a la puerta y la botella de conac medio vacia-. ?Os habeis vuelto locos? Mientras toda la Compania os espera, os poneis tranquilamente a tragar confitura y a beber conac.
– No grite tanto, mi teniente -cuchicheo Porta. Y le indico la trampa que habia en el suelo-. Es probable que haya todo un batallon de rusos ahi debajo, ensuciandose en los calzones. Por lo que respecta al conac, no hay motivos para envidiarnoslo. Es infecto. Es tetracloruro.
El teniente Ohlsen se quedo atonito.
El legionario se adelanto, seguido por
– ?Estan en la cueva los Ivan? -pregunto el legionario-. Entonces, abre la trampa,
– ?Crees que estoy loco? -pregunto
– ?Idiota…! -replico el legionario.
Y se adelanto hacia la trampa con paso firme.
– Apartaos, que va a haber jaleo.
La muchacha lanzo un grito:
El legionario la sacudio de tal manera que la joven cayo al suelo.
– ?Vamos, vamos! -gruno Porta-. No iras a pegarle ahora a una chica-. Siempre habia creido que los franceses eran galantes.
– ?Habeis terminado de decir tonterias? -El teniente Ohlsen estaba furioso-. No estamos aqui para divertirnos. Antes de que hayamos podido suspirar, tendremos a Ivan agarrado a nuestros cuellos.
– Comunico que he estrangulado un gato. Ivan, mi teniente. Los miedosos de la cueva no tienen mas que salir.
– Rodead la trampa -ordeno el teniente Ohlsen-. Las ametralladoras ligeras y las PM en posicion. Kalb, prepare la carga. Al primero que salga armado, lo liquidais. Si intentan cualquier cosa, tendran derecho al coctel.
Abrio la trampa con rapido ademan, y grito:
– Salid uno a uno. Os doy cinco minutos. Despues, empezaremos a actuar. ?De prisa, senores, de prisa! Y sin armas,
La primera en salir fue una viejecita, con las manos encima de la cabeza. La siguieron otras cinco mujeres. Una de ellas llevaba un bebe en los brazos.
– ?Mierda si no son unas
Despues salieron varios hombres, ya no muy jovenes. Heide y
– ?Puedo registrar a estas buenas mujeres? -pregunto
– Usted, hagase a un lado, Creutzfeld. Si toca a una mujer, le liquido -amenazo el teniente Ohlsen.
– No era mas que una idea -gruno
– ?Queda aun alguien abajo? -pregunto el teniente Ohlsen a uno de los hombres.
Este movio la cabeza, pero habia contestado con demasiada rapidez.
– ?Estas seguro, guerrero? -pregunto Porta, entornando los ojos-. Echale el lazo al cuello,
– Con placer -contesto el aludido.
Y lanzo el lazo de acero alrededor del cuello del individuo que estaba sumamente palido.
Despues, aflojo un poco la presion.
Porta sonrio diabolicamente.
– Es un juego fastidioso, sobre todo para ti. Si hay otros
El hombre profirio una especie de gorgoteo y movio cabeza.
– ?Cuidado, vais a estrangularlo! -intervino el teniente Ohlsen-. ?Cuantas veces tengo que deciros que no quiero que useis esos metodos de gangster? Asi, pues, ?no queda nadie en la cueva? - pregunto, dirigiendose a los paisano que se mantenian junto a la pared.
– Eche el paquete, Kalb.
El pequeno legionario se encogio de hombros, desatornillo la capsula de la granada del centro, paso un dedo por el anillo.
Una de las mujeres chillo:
El legionario le lanzo una mirada:
El teniente Ohlsen se acerco a la trampa.
– Estaba seguro, Subid…
Un ruido.
Dos jovenes salieron lentamente de la cueva. El legionario les dio un empujon.
– Menuda suerte teneis, amigos mios. Treinta segundos mas y os habriamos asado.