– Intenta tan solo meter la nariz y te las veras conmigo. Compris, petit ami?

– Aguafiestas -refunfuno Hermanito.

El silbato del teniente Ohlsen resono en la oscuridad.

– ?5.? Compania, preparada para la marcha! En columna, en el camino. Pero aprisa, senores.

El Oberfeldwebel Huhn se nos acerco.

– ?No lo habeis oido, cretinos? El jefe de Compania ha dado la orden de marcha.

– El unico cretino que hay aqui eres tu -siseo el legionario.

Huhn empezo a despotricar.

En aquel momento, ocurrio algo que sorprendio a todo el mundo. El Viejo se acerco al Oberfeldwebel Huhn hasta que sus cascos casi se tocaron.

– Oberfeldwebel Huhn -empezo a decir con voz tranquila, pero cargada de amenazas-, he de decirte algo. Soy el jefe de esta seccion, y si alguna vez te diriges a uno de mis hombres, te pondre en tu lugar. No soy mas de un feldwebel del frente, y no conozco la vida de guarnicion; pero veo que tu no conoces la vida del frente. No me gusta emplear la violencia, pero si te metes en mis asuntos dejare las manos libres a mis hombres para que hagan lo que se les antoje contigo.

Porta se echo a reir.

– ?Bien dicho! Pero, ?de que sirve tener tantos miramientos con un imbecil?

Huhn se disponia a poner el grito en el cielo, pero una mirada de el Viejo le detuvo. Cuando se disponia a dar media vuelta, no pudo contenerse, y exclamo:

– Os creeis muy listos, ?eh? Pues esperad, y vereis.

Tras lo cual, se acerco al teniente Spat, a quien empezo a quejarse en voz alta. El teniente Spat se marcho tranquilamente, dejandole con la palabra en la boca.

– Vamos, vamos -ordeno el teniente Ohlsen desde el camino-. A las armas, muchachos, y en fila. Porta, ?maldita sea!, muevete…

Porta y Hermanito levantaron la olla y se colocaron en fila, delante del teniente, que fingio no ver el recipiente.

Heide y Barcelona arrastraban sus armas. Los reclutas acudieron corriendo. Tropezaban entre si y se peleaban. Inadvertidamente, uno dio un golpecito a Porta.

– Vuelvelo a hacer otra vez, muneco de carton, y recibiras tal bofetada que te olvidaras de tu padre, de tu madre y de Hitler.

El recluta se quedo boquiabierto, pero guardo un prudente silencio.

– ?Hatajo de desgraciados…! -gruno Hermanito.

– 5.? Compania, ?firmes! ?Media vuelta a la derecha! - ordeno el teniente Ohlsen.

Los jefes de seccion indicaron el rumbo a seguir.

– Mirada al frente. Porta, ?maldita sea!, ?donde esta tu casco? No quiero verte con esta especie de sombrero de copa -grito el teniente Ohlsen-. Me vuelve loco.

Porta se quito el enorme sombrero amarillo.

– ?No tienes casco? -insistio el teniente Ohlsen, irritado.

– No, mi teniente. Ivan me lo birlo.

El teniente Ohlsen movio la cabeza y miro al teniente Spat. Ambos renunciaron a seguir discutiendo con Porta.

– Vamos, cubrete, Porta. No puedes ir con la cabeza desnuda.

El sombrero de copa volvio a dominar toda la Compania. Parecia una chimenea.

– ?Media vuelta a la izquierda! ?De frente, marchen!

La lluvia nos azotaba el rostro y resbalaba a chorros por nuestras espaldas.

Una liebre atraveso el camino.

– Nos habria sido muy util -dijo Porta, suspirando.

– La hubiesemos cocido en nuestro brebaje -anadio Hermanito.

– Es lo que hacen en las grandes tascas -explico Heide.

– ?Y es bueno? -pregunto Porta.

– Sin duda. Los ricos pagan mucho dinero para comerlo -repuso Heide.

– Si por lo menos tuviese una gachi… -medito Hermanito, levantando los ojos hacia el cielo-. Apenas me acuerdo del aspecto que tienen.

– ?Te seria posible con un tiempo asi? -pregunto Heide, pegando un codazo a Hermanito.

– ?Yo? Siempre estoy dispuesto.

– Es completamente imposible -protesto Steiner, el chofer de camion que estaba con nosotros porque habia vendido un camion del Ejercito a un italiano, en Milan.

– Lo que cuenta es el calor interior -dijo Hermanito con gran finura.

– No te creo -insistio Steiner, obstinado.

– A callar, ladron -vocifero Hermanito-, o te las veras conmigo.

– Tendrias que ser el ultimo en escandalizarte. ?Existe un solo articulo del Codigo penal que no hayas violado?

– ?Mierda! El Codigo Penal esta hecho para que alguien le saque provecho; por lo demas, he de decirte que, sobre todo he sido condenado a causa del articulo que trata de la «cosa» y tambien puedo afirmarte que siempre he sido honrado al escogerlas. No soy como ese fulano que nos cargamos hace quince dias, y que las conocia de menos de dieciseis anos. Las mias siempre han tenido mas de veinte anos, sin excepcion.

– ?Les pides la partida de nacimiento antes de acostarte con ellas? -pregunto Porta, riendo.

– ?Cuantas tienes en la lista? -interrogo Heide con interes.

– ?Oh! Nunca he llevado la cuenta, pero son muchas -decidio Hermanito.

Se habia quedado muy pensativo.

– No hablen tan fuerte; estamos cerca de Ivan -intervino el teniente Ohlsen.

Abandonamos el camino para meternos en las montanas. El terciopelo de la hierba sofocaba el ruido de nuestros pasos. En algun punto de las tinieblas una vaca suspiraba de satisfaccion.

Se dieron ordenes en voz baja:

– En columna de uno.

El Oberfeldwebel Huhn encendio un cigarrillo.

El teniente Spat comparecio en el acto y silbo entre dientes, a una presion de doscientas atmosferas.

– ?Idiota! ?Esta completamente loco? ?Apague eso antes de que los tiradores nos localicen! Mereceria que le matara aqui mismo. Larguese a retaguardia de la Compania, no quiero volver a verle.

Huhn desaparecio con el rabo entre piernas.

De repente, una granja aparecio ante nosotros. Descubrimos un leve resplandor. El teniente Ohlsen levanto una mano para ordenar alto. Apenas respirabamos. ?Que habria en aquella granja? ?Estaria Ivan, con las ametralladoras preparadas para rociar a toda la Compania?

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