– Espero que se de cuenta de que el ejercicio no perseguia la finalidad de obtener su firma a la fuerza. Hacemos esto de vez en cuando, solo para que los prisioneros se mantengan en forma y puedan resistir mejor el campo disciplinario ?Tiene usted sed, prisionero?
– Si, mi comandante.
– La sed no perjudica a nadie. En Rusia tendra ocasion, a menudo, de hacer largas marchas sin poder beber.
El viejo tuvo que correr durante otra media hora. Caia sin cesar, pero Stever era un guardian concienzudo que cada vez volvia a ponerle en pie.
En los diez ultimos minutos, el general vomitaba sangre.
Por fin, el comandante ordeno:
– ?A la celda, paso ligero!
Al llegar al pasillo, el general cayo. Stever necesito varios minutos para reanimarlo. El viejo se puso en pie, lentamente.
El comandante le observaba con atencion.
– Prisionero, desnudese. Preparado para el bano.
Le metieron bajo una ducha fria. Y le tuvieron alli diez minutos. Despues, le arrastraron hasta el despacho, donde le sostuvieron la mano para hacerle firmar. El comandante agito el papel para que se secara la tinta, y pregunto amablemente:
– ?Por que no en seguida?
Era como si el general no le hubiese oido. Miraba fijamente ante si con ojos casi moribundos.
– Prisionero, ?no me oye? -grito el comandante.
En aquel momento ocurrio algo horrible. El general se ensucio en el suelo, frente al comandante, y salpico su pantalon gris claro. Furioso, dio un salto hacia atras.
– ?Cerdo viejo! ?Mearse en mi despacho!
Stever agitaba perezosamente la cachiporra, mientras reia con malignidad. ?Aquella si que era buena! Utilizar la oficina de
El comandante movio la cabeza:
– Es lamentable que pueda ocurriria una cosa asi a un antiguo oficial como usted. Haga de el lo que quiera,
– ?A la orden, mi comandante!
Este cogio el registro de inspeccion y lo firmo, despues de haber escrito con letra grande y de facil lectura:
P. ROTEN HAUSEN.
Comandante de la prision.
El comandante se llevo dos dedos a la visera de la gorra y abandono la oficinal muy satisfecho de si mismo. Se marcho a casa de su amante, la esposa de un teniente que vivia en Blankenese. Mientras que, a solas con ella, saboreaba un guisado de ciervo suculentamente preparado, el detenido Von Peter, general de brigada, fallecio en la prision.
El
– ?Tal vez ahora nos deje tranquilos! ?Vaya cretino! ?Mearse en mi oficina! ?Y pensar que un tipo asi ha podido llegar a oficial…! ?A usted que le parece, Stever? ?Se le ocurriria nunca orinarse en mi oficina?
– ?Nunca,
– Asi lo espero, por su bien -contesto
Y senalo los restos del general.
– Lleveselo de aqui. No quiero fiambres en mi oficina. Y menos mal que no le hemos dado demasiada comida. Si no, aun hubiera hecho una porqueria mayor. Mande al teniente oficial del 9 que limpie esto. Es un trabajo que corresponde a un oficial.
– ?Como hay que comunicar su muerte? -pregunto Stever.
– ?Tiene alguna huella? -rezongo
Stever examino minuciosamente el cadaver. Aparte unos cuantos cardenales, no se veia ninguna huella.
– Realiza bien su trabajo, a fe mia,
Se rasco un muslo. Sus largas botas de Artilleria chirriaban. Hizo unas cuantas genuflexiones, con los brazos extendidos.
– Porque llegare a serlo.
Satisfecho, empezo a pasear por la oficina. Froto la KVI [34] que brillaba en su manga.
– ?Que le pareceria, Stever? Tambien usted se podria coser una cintila como esta en la manga. No hace ninguna falta ir a ver a los rusos para obtenerla.
– Es mi mayor deseo,
– ?Es que no tiene imaginacion, Stever? Las personas inteligentes no necesitan ir a la escuela. Basta convertirse en un intelectual como yo. Nunca estuve en ninguna escuela. Ni siquiera en el peloton de los
– ?De veras es posible?
Stever se habia quedado boquiabierto.
– Todo es posible,