alguien, habra un juicio, y eso supone que tendras que pasar por esa irritante formalidad de presentar pruebas. Y desde el principio estuvo claro para cualquiera con la cabeza en su sitio que Lubbe no podia haber actuado solo.

– ?Y por que no dijo nada durante el juicio?

– Lo llenaron de no se que mierda para que se estuviera callado, amenazaron a su familia… ya sabes a que me refiero. -Nebe esquivo un enorme candelabro de bronce, retorcido y caido en el sucio suelo de marmol-. Ven. Quiero que veas algo.

Me precedio hasta el gran salon de la Di eta, donde Alemania habia visto su ultima apariencia de democracia. Elevandose muy por encima de nosotros estaba el esqueleto de lo que habia sido la cupula de cristal del Reichstag. Pero todo el cristal habia saltado por los aires y, a la luz de la luna, el armazon de cobre parecia la tela de una arana gigantesca. Nebe enfoco con su linterna las vigas requemadas y partidas que rodeaban el salon.

– Resultaron muy danadas por el fuego, pero aquellas medias figuras que sostienen las vigas… ?llegas a ver que algunas soportan tambien letras del alfabeto?

– Apenas.

– Si, bueno, algunas son irreconocibles. Pero si te esfuerzas todavia podras ver que forman un lema.

– La verdad es que no puedo, no a la una de la madrugada.

Nebe no me hizo caso.

– Dice: «El pais antes que el partido».

Repitio el lema casi con reverencia y luego me dirigio una mirada que supuse llena de significado.

Suspire y sacudi la cabeza.

– Vaya, esto si que es cargarselo todo. ?Tu? ?Arthur Nebe? ?El Reichskriminaldirektor? ?Un nazi hasta la medula? Que me parta un rayo.

– Camisa parda por fuera, si -dijo-. No se de que color soy por dentro, no es rojo; no soy comunista. Pero tampoco es pardo. Ya no soy nazi.

– Cono, eres el mismo diablo cambiando de color.

– Lo soy ahora. Tengo que serlo para seguir vivo. Claro que no siempre fue asi. La policia es mi vida, Gunther. La quiero. Cuando vi como la corroia el liberalismo durante los anos de Weimar pense que el nacionalsocialismo restableceria el respeto a la ley y el orden en este pais. Pero ha sucedido lo contrario, ahora es peor que nunca. Fui yo quien ayudo a quitarle a Diels el control de la Ges tapo, solo para encontrarme con que lo sustituian Himmler y Heydrich, y…

– … y entonces si que todo empezo a hacer agua. Ya me hago una idea.

– Esta llegando el momento en que todos tendran que hacer lo mismo. No cabe el agnosticismo en la Ale mania que Himmler y Heydrich nos tienen preparada. O das la cara por tus principios o sufres las consecuencias. Pero todavia se pueden cambiar las cosas desde dentro. Y cuando llegue el momento necesitaremos hombres como tu. Hombres dentro del cuerpo en quienes se pueda confiar. Por eso te he pedido que vinieras, para tratar de convencerte para que vuelvas.

– ?Yo? ?Volver a la Kri po? Bromeas. Mira, Arthur, tengo un buen trabajo, me gano muy bien la vida. ?Por que voy a tirar todo eso por la borda por el placer de volver a la policia?

– Puede que no tengas otra alternativa. Heydrich cree que podrias serle util si volvieras a la Kri po.

– Ya veo. ?Por alguna razon en particular?

– Hay un caso del que quiere que te encargues. Seguro que no tengo que contarte que Heydrich se toma su fascismo como algo muy personal. Y, por lo general, consigue lo que quiere.

– ?Y ese caso de que va?

– No se que intenciones tiene; Heydrich no me confia lo que piensa. Solo queria prevenirte, para que estuvieras sobre aviso y no hicieras ninguna estupidez, por ejemplo decirle que se vaya al infierno, que podria ser tu primera reaccion. Los dos sentimos mucho respeto por tus cualidades como detective. Pero, ademas, da la casualidad de que yo quiero tener alguien en la Kri po en quien pueda confiar.

– Vaya, hay que ver lo que pasa cuando eres tan popular.

– Lo pensaras, ?verdad?

– No veo como podria evitarlo. Sera un cambio respecto a los crucigramas, supongo. De cualquier modo, gracias por el aviso, Arthur, te lo agradezco. -Me pase la mano por la boca reseca, nervioso-. ?Te queda algo de ese refresco? No me iria mal un trago. Que te den tan buenas noticias es algo que no pasa cada dia.

Nebe me alargo la petaca y me lance sobre ella como un bebe sobre el pecho de su madre. Era menos atractiva, pero casi igual de reconfortante.

– En tu carta de amor mencionabas que tenias cierta informacion sobre un antiguo caso. ?O eso era solo el equivalente al perrito del pederasta?

– Hace un tiempo buscabas a una mujer. Una periodista.

– De eso hace ya bastante. Casi dos anos. No la encontre. Fue uno de mis muy frecuentes fracasos. Quiza tendrias que informar a Heydrich de eso. Puede que lo convenciera para soltarme de sus garras.

– ?Quieres la informacion o no?

– Vale, no hagas que me enderece la corbata para oirlo, Arthur.

– No es mucho, pero ahi va. Hace un par de meses, el propietario de la casa donde vivia tu cliente decidio volver a pintar los pisos, incluyendo el de ella.

– ?Que generoso por su parte!

– En el bano, detras de una especie de panel falso, encontro todo el equipo de un toxicomano. Droga no habia, pero si todo lo que se necesita para satisfacer el habito: agujas, jeringuillas, toda la parafernalia. Mira, el inquilino que ocupo el piso despues de que tu cliente desapareciera era un sacerdote, asi que no parece probable que las agujas fueran suyas, ?verdad? Y si la dama se drogaba, eso podria explicar muchas cosas, ?no te parece? Quiero decir que nunca se sabe que puede hacer un drogadicto.

Movi la cabeza negando.

– Ella no era de ese tipo. Me habria dado cuenta de algo, ?no crees?

– No necesariamente. No si estaba tratando de dejarlo. No si tenia mucho caracter. Bueno, mira, me informaron y pense que te gustaria saberlo. Asi que ahora puedes cerrar ese caso. Si tenia esa clase de secreto, a saber que otras cosas pudo haberte ocultado.

– No, no habia nada mas. Le eche una buena mirada a sus pezones.

Nebe sonrio, nervioso; no muy seguro de si le estaba contando un chiste verde o no.

– ?Y estaban bien, los pezones?

– Solo tenia dos, Arthur, pero eran preciosos.

2. Lunes, 29 de agosto

Las casas de la Her bertstrasse, en cualquier otra ciudad que no fuera Berlin, habrian estado rodeadas de un par de hectareas de cesped enmarcado en seto. Pero alli llenaban cada solar dejando muy poco espacio, o ninguno, para hierba o enlosado. A algunas de ellas no las separaba de la acera mas que la anchura de la verja. En cuanto a arquitectura, exhibian una mezcla de estilos, que iban desde el palladiano al neogotico o el guillermino, y habia algunas que eran tan vernaculas que resultaba imposible describirlas. Juzgada en su conjunto, la Her bertstrasse era como un asamblea de viejos mariscales y grandes almirantes vestidos con sus uniformes de gala y obligados a permanecer sentados en unos taburetes de campo exageradamente pequenos e inadecuados.

La casa con aspecto de enorme tarta nupcial donde me habian convocado hubiera encajado perfectamente en una plantacion de Mississippi, una impresion aumentada por la criada, negra como un caldero, que abrio la puerta. Le ensene mi identificacion y le dije que me esperaban. Miro el carne tan recelosa como si hubiera sido el mismisimo Himmler.

– Frau Lange no me dijo nada sobre usted.

– Supongo que se olvido -dije-. Mire, hace solo media hora que me llamo al despacho.

– Esta bien -dijo a reganadientes-. Sera mejor que entre.

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