apariencias. En su mayoria, tienen el mismo aspecto. Una bufanda, sombrero y zapatos que podrian llevarte hasta Shanghai sin hacerte ni una rozadura. Da la casualidad de que a los berlineses les gusta andar, razon por la cual tantos tienen perro; un perro fiero si eres viril, un perro mono si eres otra cosa. Los hombres se peinan mas que las mujeres y ademas se dejan crecer unos bigotes tan espesos que se podrian cazar jabalies dentro. Los turistas piensan que a muchos berlineses les gusta disfrazarse de mujeres, pero es que en verdad son mujeres feas, que dan mala fama a los hombres. No es que ahora haya muchos turistas. El nacionalsocialismo los ha convertido en algo tan raro como Fred Astaire con botas militares.

»La gente de esta ciudad toma nata con casi cualquier cosa, incluyendo la cerveza, y la cerveza es algo que se toman muy en serio. Las mujeres prefieren que tenga una solida capa de espuma, igual que los hombres, y no les importa pagarla ellas mismas. Casi todos los que conducen, conducen demasiado rapido, pero a nadie le pasaria por la cabeza saltarse un semaforo en rojo. Tienen los pulmones destrozados porque el aire es insano y porque fuman demasiado. Tienen tambien un sentido del humor que suena cruel si no lo entiendes y mucho mas cruel si lo entiendes. Compran secreteres Biedermeier caros y tan solidos como blocaos y cuelgan cortinillas en el interior de las cristaleras para ocultar lo que tienen alli dentro. Es una mezcla tipicamente idiosincrasica de lo ostentoso y lo privado. ?Que tal lo estoy haciendo?

Frau Lange asintio.

– Aparte del comentario sobre las mujeres feas de Berlin, va perfectamente.

– No era pertinente.

– Ahora se ha equivocado. No se retracte o dejara de gustarme. Era pertinente. Ya vera por que dentro de un momento. ?Cuales son sus honorarios?

– Setenta marcos al dia, mas gastos.

– ?Y que gastos podria haber?

– Es dificil de decir. Viajes, sobornos, cualquier cosa que aporte informacion. Le dare recibos de todo salvo de los sobornos. Me temo que en eso tendra que aceptar mi palabra.

– Bueno, confiemos que tenga buen criterio para juzgar que es lo que vale la pena pagar.

– Hasta ahora nadie se ha quejado.

– Y supongo que querra algo por adelantado. -Me entrego un sobre-. Dentro encontrara mil marcos en efectivo. ?Le parece satisfactorio? -Asenti-. Naturalmente, querre un recibo.

– Naturalmente -dije, y le firme el papel que ella habia preparado. «Muy profesional», pense. Si, sin ninguna duda era toda una dama-. Por curiosidad, ?como fue que me eligio? No le pregunto a su abogado, y yo -anadi pensativo- no me anuncio, claro.

Se puso en pie, todavia con el perro en los brazos, y fue hasta el escritorio.

– Tenia una de sus tarjetas profesionales -dijo, entregandomela-. Es decir, mi hijo la tenia. La encontre hace por lo menos un ano en el bolsillo de uno de sus trajes viejos, que iba a enviar al Socorro Invernal. -Se referia al programa de beneficencia organizado por el Frente Aleman del Trabajo-. La guarde, con intencion de devolversela, pero cuando se lo comente, me temo que me dijo que la tirara. Pero no lo hice. Supongo que pense que podria serme util en algun momento. Bueno, no me equivoque, ?verdad?

Era una de mis antiguas tarjetas, de la epoca anterior a mi asociacion con Bruno Stahlecker. Incluso tenia el telefono de mi vivienda anterior anotado en el dorso.

– Me gustaria saber de donde la saco -dije.

– Creo que me dijo que era del doctor Kindermann.

– ?Kindermann?

– Le hablare de el enseguida, si no le importa.

Saque una tarjeta nueva de la cartera.

– No tiene importancia, pero ahora tengo un socio, asi que sera mejor que tenga una de las nuevas.

Le di la tarjeta y la dejo sobre el escritorio, al lado del telefono. Mientras se volvia a sentar su cara adopto una expresion seria, como si hubiera desconectado algo dentro de su cabeza.

– Y ahora sera mejor que le diga por que le he llamado -dijo con tono grave-. Quiero que averigue quien me esta chantajeando. -Se detuvo, removiendose incomoda en la chaise longue-. Lo siento, no me resulta muy facil.

– Tomese el tiempo que necesite. El chantaje pone nervioso a cualquiera.

Asintio y bebio un poco de ginebra.

– Bueno, hace unos dos meses, quizas algo mas, recibi un sobre con dos cartas que mi hijo habia escrito a otro hombre. Al doctor Kindermann. Por supuesto, reconoci la letra de mi hijo y, aunque no las lei, supe que eran de naturaleza intima. Mi hijo es homosexual, Herr Gunther. Lo se desde hace tiempo, asi que no fue la horrible revelacion que creia ese malvado. Era algo que dejaba claro en su nota, asi como que tenia en sus manos varias cartas mas como las que yo acababa de recibir y que me enviaria si le pagaba la suma de mil marcos. Si me negaba, no tendria otra alternativa que hacerlas llegar a la Ges tapo. Estoy segura de que no tengo que explicarle, Herr Gunther, que este gobierno tiene una actitud menos ilustrada hacia esos desgraciados jovenes que la Re publica. Ahora cualquier contacto entre hombres, por inocente que sea, se considera punible. Si se pusiera al descubierto que Reinhart es homosexual, sin duda el resultado seria que lo enviarian a un campo de concentracion por un periodo de hasta diez anos.

»Asi que pague, Herr Gunther. Mi chofer dejo el dinero donde me dijeron, y al cabo de una semana, mas o menos, recibi no un paquete de cartas, sino una sola. Iba acompanada de otra nota anonima que me informaba de que el autor habia cambiado de opinion, que era pobre, que yo tendria que comprar las cartas de una en una, y que todavia le quedaban diez. Desde entonces me ha devuelto cuatro, que me han costado casi cinco mil marcos. Cada vez pide mas que la vez anterior.

– ?Y su hijo sabe todo esto?

– No. Y al menos de momento, no veo razon alguna para que los dos tengamos que sufrir.

Suspire y estaba a punto de expresar mi desacuerdo cuando me detuvo.

– Si, ya se, va a decirme que asi es mas dificil atrapar a ese criminal, y que Reinhart puede tener informacion que podria ayudarle. Por supuesto, tiene toda la razon. Pero escuche mis razones, Herr Gunther.

»Para empezar, mi hijo es un chico impulsivo. Lo mas probable es que su reaccion fuera decirle a ese chantajista que se fuera al diablo, y no pagar. Eso llevaria, casi con toda certeza, a que lo arrestaran. Reinhart es mi hijo, y como madre lo quiero mucho, pero es un estupido, y no tiene ni idea de pragmatismo. Imagino que el que me esta chantajeando comprende muy bien la psicologia humana. Y sabe lo que una madre viuda siente por su unico hijo, especialmente si es rica y esta bastante sola, como yo.

»En segundo lugar, conozco bastante bien el mundo de los homosexuales. El difunto doctor Magnus Hirschfeld escribio varios libros sobre el tema, uno de los cuales me siento orgullosa de haber publicado. Es un mundo secreto y traicionero, Herr Gunther, donde un chantajista tiene carta blanca. Es decir, que puede que ese malvado conozca a mi hijo. Incluso entre hombres y mujeres, el amor puede resultar una buena razon para el chantaje, y mas aun si hay adulterio o corrupcion de la raza, que parece ser lo que mas preocupa a esos nazis.

»Debido a esto, cuando usted haya descubierto la identidad del chantajista, se lo dire a Reinhart y entonces sera el quien decidira lo que se haga. Pero hasta entonces el no sabra nada de todo esto -Me miro, inquisitiva-. ?Esta de acuerdo?

– Su razonamiento es impecable, Frau Lange. Parece haber reflexionado sobre esto con mucha claridad. ?Puedo ver las cartas de su hijo?

Asintiendo, extendio el brazo para coger una carpeta que habia al lado de su asiento y luego vacilo.

– ?Es necesario? Quiero decir, leer las cartas.

– Si, lo es -dije con firmeza-. ?Conserva las notas del chantajista?

Me entrego la carpeta.

– Todo esta aqui -dijo-. Las cartas y los anonimos.

– No le pidio que se los devolviera.

– No.

– Eso es bueno. Quiere decir que estamos tratando con un aficionado. Alguien que hubiera hecho esto antes le habria pedido que le devolviera las notas con cada pago. Para impedir que acumulara pruebas contra el.

– Entiendo.

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