– Ya. Claro.

Sin decir nada mas, Dave se volvio y siguio a Tamargo por la galeria de la planta baja, gritando adioses a los demas prisioneros y tratando de no parecer demasiado contento. Sentia una especie de nausea, la misma sensacion que tenia cuando estaba a punto de hacer un examen o enfrentarse a un tribunal. Pero eso no era nada, comparado con lo que debio de pasar Benford Halls. Dave sintio un escalofrio.

– A la mierda -murmuro.

– ?Has dicho algo? -le pregunto Tamargo.

– No, senor.

Salieron del moderno edificio de dos plantas y, cuando cruzaban el bien cuidado cesped, Dave se dio cuenta de que era la primera vez que le permitian pisar la hierba. Era en esas pequenas cosas donde se descubria la libertad.

En el edificio donde estaba la lavanderia y el almacen de provisiones, se sometio docilmente a la ultima indignidad que el sistema tenia que infligirle: que le hicieran desnudarse para registrarlo. Era una repeticion de la forma en que habia ingresado en el sistema. Se quito el uniforme de la carcel, e inclinandose se abrio las nalgas para que uno de los guardias pudiera inspeccionarle el ano. Luego le devolvieron su verdadera ropa y empezo a ponerse la chaqueta deportiva, la camisa y los pantalones que habia llevado el ultimo dia de su proceso. Se sorprendio al ver que la chaqueta le estaba pequena y los pantalones grandes.

– Ojala me dieran un dolar por cada vez que veo esto -dijo el funcionario que registraba la caja con las cosas personales de Dave, riendo a carcajadas y mirando a sus companeros, a quienes tambien divertia la situacion-. Te pasas cinco anos levantando pesas como si fueras un jodido Arnold Schwarzenegger y luego te preguntas por que no te va bien la ropa.

Dave se rindio ante su diversion.

– Pero mirad estos pantalones -dijo sonriendo y tirando de la cintura para separarlos del estomago-. Debo de haber perdido diez kilos. ?Sabeis?, tendrian que anunciar este sitio como clinica de adelgazamiento. La dieta del Plan Homestead. Pierda una cantidad importante de peso sin riesgo para su salud por medio de un cambio en su estilo de vida. Atencion personalizada a cargo de profesionales correctivos.

– Tienes suerte de haber cumplido condena aqui, Slicker -dijo uno de los guardias-. En Arizona te hubieran metido en una cuerda de presos. Habrias perdido un monton mas de peso que aqui.

El funcionario que examinaba las cosas de Dave hojeo un libro y luego miro la portada con cierto desagrado.

– Bueno, pero ?que es esta mierda? -gruno.

– Crimen y castigo, de Dostoyevski -dijo Dave-. El mejor escritor ruso, en mi opinion.

– ?Eres comunista o algo asi?

Dave lo penso un segundo.

– Bueno, creo en la redistribucion de la riqueza -dijo-. Casi todos aqui creen en eso, ?no?

– Las cuerdas de presos no son la solucion -dijo Tamargo-. Ni nada que mantenga en forma a un tio. La prision no deberia hacer que cuando salen, estos tios sean una amenaza mayor para los ciudadanos que respetan la ley que cuando entraron. Para mi que tendriamos que darles de comer un monton de grasa. Hamburguesas con queso, helados, coca-cola, patatas fritas, tanto como quisieran y siempre que quisieran. Nada de ejercicio y mucha tele. Phil Gramm quiere que el sistema deje de soltar criminales endurecidos, pues esa es la forma de hacerlo. Montones de comida basura y tumbonas. Asi, cuando estos mamones salen a la calle, son unos teleborregos normales, como todos nosotros, en lugar de culos de mal asiento con demasiado musculo.

Dave se enderezo la corbata lo mejor que pudo por debajo de un cuello que ya no se podia abotonar y sonrio amablemente a Tamargo y a su barriga del tamano de un colchon.

– Eres un hombre ilustrado -dijo-. Por lo menos, lo serias, si pudieras seguir el Plan Homestead.

– Todavia no estas fuera y ya hablas como un sabelotodo – observo Tamargo-. Tu mision, Slicker, si te decides a aceptarla, es no meterte en ningun jodido problema y no volver por aqui. ?Te enteras?

– ?Es ese tu discurso de rehabilitacion?

– Ese es.

– Te espera tu abogado -dijo el guardia que le habia preguntado si era comunista-. Figurate, quiere llevarte en coche a la ciudad. Debe de ser por tu ingeniosa conversacion.

– Tu tambien te has dado cuenta, ?eh?

El guardia le senalo la puerta.

– Hasta la vista, rojillo.

Dave se encogio de hombros. Ahora que lo pensaba mejor, el comunismo solo le parecia otra forma de robo, solo eso. Y lo que pasaba en el sistema correccional a gente como Benford Halls, le hacia comprender que al gobierno le importaba una puta mierda soltar a la gente de la carcel. Lo unico que le importaba era ganar las proximas elecciones. Recordaba una escena de su pelicula favorita, El tercer hombre, el famoso discurso del reloj de cuco de Orson Wells. La escena donde Harry Lime se encuentra con su amigo Holly Martins en la noria. Dave habia visto tantas veces la pelicula que se acordaba del discurso palabra por palabra.

– En estos tiempos, amigo, nadie piensa en terminos de seres humanos. Los gobiernos no lo hacen; entonces ?por que tendriamos que hacerlo nosotros? Hablan del pueblo y del proletariado y yo hablo de los imbeciles. Es lo mismo. Ellos tienen sus planes quinquenales y yo tengo el mio.

Echo una ultima mirada a su alrededor y asintio con la cabeza.

– Venga, vamos -apremio Tamargo-. Yo tambien quiero largarme ?sabes? Hoy acabo mi turno. Tengo planes.

– Tambien yo -dijo Dave-. Tambien yo.

3

– Bueno, ?que planes tienes?

– ?Planes?

– Tus planes para el primer dia de tu nueva vida.

Dave estaba sentado en el BMW serie siete de Jimmy Figaro, admirando los asientos de piel y los acabados de madera, y pensando que era como estar en un pequeno Rolls-Royce. No es que hubiera ido nunca en un Rolls- Royce, pero asi era como se lo imaginaba. Ajustando su asiento electronicamente, miro por la ventanilla ahumada mientras se alejaban de Homestead por la Al. No habia mucho que ver. Solo unos fertiles campos donde, por pocos dolares, podias «recoger tu propia cosecha» de lo que fuera que creciera alli: guisantes, tomates, maiz, fresas, ese tipo de cosas. Solo que Dave tenia otra cosecha en mente.

– No lo se, Jimmy. Quiero decir, tu eres el que conduce el coche. Y vaya coche.

– ?Te gusta?

– ?Hay servicio de habitaciones? -dijo Dave inspeccionando el telefono del apoyabrazos-. Nunca habia visto un coche con tele.

– Ordenador de viaje. Solo coge la tele cuando paras el motor.

– ?Y que hay de los federales? ?Tambien los coge?

Figaro sonrio.

– Has estado leyendo el New Yorker.

– He leido todo tipo de basura ultimamente.

– Eso he oido. La verdad es que cada manana barro el coche.Y no quiero decir las jodidas alfombrillas. Llevo un detector manual de parasitos en la guantera.

Luego echo hacia atras la cabeza y dejo que una sonrisa satisfecha se le extendiera por toda la cara.

– Pero, por si deciden seguirme con uno de esos micros direccionales, llevo dobles ventanas a los lados y atras.

– ?Dobles ventanas en un coche? Bromeas.

Вы читаете Plan Quinquenal
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×