Dave senalo con la cabeza la escultura que ocupaba un rincon del despacho de Figaro y sonrio friamente.

– Si que es un tema de conversacion, como dijiste. Si senor, ya veo que te va a ser muy util. Pero mas como ejemplo practico que como muestra de obra de arte, diria yo. Ten la boca cerrada, o atente a las consecuencias.

– Eres un tipo con talento, Dave.

– Seguro. Mira donde me ha llevado ese talento. Una estancia en Homestead como premio al exito de toda una vida. El talento es para los que tocan el piano, no para los que tocan el triangulo. Es algo que no me puedo permitir.

– Si que puedes -dijo Figaro y dio unos golpecitos significativos sobre la hoja de papel-. Mira este balance. En consideracion al tiempo y las molestias…

– Es una bonita guinda para adornar un trozo de pastel de cinco anos.

– Doscientos cincuenta mil dolares, como acordamos. Ingresados en una cuenta en el extranjero y luego invertidos al 5 % anual. Ya se… un 5% no es mucho. Pero calcule que, en tus circunstancias, querrias un riesgo cero para una inversion como esta. Eso hace 319.060 dolares, libres de impuestos. Menos un 10% para mi por la gestion, es decir 31.906 dolares. Te quedan 287.154 dolares.

– Lo que hace un total de 57.430 dolares por ano -dijo Dave.

Figaro lo penso un momento y luego dijo:

– Correcto. No dejas de sorprenderme con tus conocimientos. Tambien se te dan bien las matematicas.

– Si quieres saberlo, asi es como empece en los negocios. Hacia numeros para vivir. Cuando era un crio. No pude escoger la Harvard Business School. Era el unico hebreo del barrio y los chavales italianos pensaron que estaria bien tener un banquero judio.

– Tiene sentido.

– Pues explicame el sentido de esto, Figaro. Yo nunca cargue mas del 5% por mis servicios financieros. Un diez por ciento me suena mas a usura que a comision.

– La mayoria de clientes que pagan un 5 % pagan tambien impuestos. Y aceptan cheques.

– Entendido.

Figaro se levanto y fue hasta detras del escritorio. Cuando volvio al sofa llevaba una bolsa de deporte. La dejo al lado de Dave y volvio a sentarse.

– Prefieres metalico, ?no?

– ?No lo prefiere todo el mundo?

– No en estos tiempos. Puede ser dificil explicar de donde ha salido. Bueno, ?has pensado que vas a hacer con el dinero?

– No es exactamente una cantidad de dinero como para salir de la mierda, Jimmy. Con trescientos, menos el cambio, no te puedes costear un gran tren de vida.

– Te podria aconsejar algunas cosas. Quizas algunas inversiones.

– Gracias Jimmy, pero me parece que no puedo permitirme tu tarifa.

– Considerala olvidada. ?Sabes?, ahora es un momento perfecto para entrar en la propiedad de tierras. Hay muchos terrenos a buen precio por todo el pais. Da la casualidad de que estoy metido en la construccion de casas en un club de campo de la isla Deerfield.

– ?No es la isla que queria comprar Al Capone?

Figaro sonrio a traves del humo del cigarro.

– De eso hace cincuenta anos.

– Quizas, pero pensaba que la isla habia sido declarada reserva natural. Con los mapaches y los armadillos y todo eso.

– Ya no. Ademas, los mapaches no son naturaleza; son una plaga. Piensatelo, de verdad. Ve y echa una ojeada. Techos de tres metros de alto, cocinas-comedor para gourmets, gimnasio, vista al canal intercostero. Desde solo doscientos mil.

– Muchas gracias Jimmy, pero no.

Inclinandose por encima del brazo del sillon, Dave abrio la cremallera de la bolsa y miro dentro.

– Necesito este dinero para establecerme en algo. Algo que parezca un poco mas real que unas tierras en un vertedero.

– ?Si? ?Como que, por ejemplo?

– Nada en concreto; estoy dandole vueltas a algunas ideas que tengo en la cabeza.

Figaro se encogio de hombros.

– ?Quieres contarmelo?

– ?Y quedarme sin nada que hacer esta noche? Ni hablar.

Dave decidio saltarse el almuerzo con Jimmy Figaro. Ver el coche de Jimmy, su traje de dos mil dolares y la asombrada mirada en los ojos de su secretaria habia sido suficiente para recordarle que su aspecto estaba totalmente fuera de lugar. Puede que la barba de Lucifer y las anillas de cortina que llevaba en las orejas hubieran ayudado a que no le dieran por el culo en Homestead, pero las cosas eran diferentes en el exterior. En los sitios respetables, con pelas, donde pensaba ir, mantener la imagen de «a mi nadie me toca los huevos» no seria bueno para lo que habia planeado. Era como habia dicho Shakespeare: el atavio proclamaba quien era el hombre. Iba a necesitar una reforma completa. Pero primero tenia que encontrar coche y, consciente de que no tenia ninguna oportunidad de largarse al volante de un coche alquilado, penso que lo mejor era conservar el aspecto patibulario un poco mas, por lo menos hasta que se hiciera con un coche. Calculaba que asi no le venderian cualquier mierda de automovil y no tendria que volver arrastrando su maldito culo otra vez a la tienda.

Ahora que estaba fuera de Homestead queria pasar el mayor tiempo posible al aire libre. Eso queria decir un descapotable, y en la seccion de deportes del Herald encontro lo que buscaba. Un concesionario de Mazda ofrecia una seleccion de coches deportivos a buen precio. Un taxi lo saco del centro y lo llevo hacia el oeste, por la Cuarta, hasta la tienda de Mazda de la carretera Bird, y media hora despues volvia hacia el este, en direccion a la playa, conduciendo un Miata 96, con CD, cromados y poco mas de 20.000 kilometros. Estaba empezando a disfrutar del aire fresco, el sol, el cambio de marchas y la musica de la radio -no tenia ningun CD- cuando al parar en un semaforo para girar al norte por la Segunda Avenida, miro el coche que tenia al lado y se encontro con los mezquinos ojos de Tamargo, el vigilante que lo habia escoltado al salir de su celda en Homestead no hacia ni tres horas.

Tamargo iba al volante de un viejo Oldsmobile que no valdria ni 1.900 dolares y al ver a Dave en un coche que costaba casi diez veces mas, la mandibula del guardia, del tamano de un sofa, se le quedo abierta, colgando, como si le hubiera dado una hemorragia cerebral.

– ?De donde cono has sacado ese coche, Slicker?

Dave se movio incomodo en el asiento de piel y echo una mirada al semaforo, que seguia rojo. Haber cumplido toda la sentencia le daba ciertas ventajas ahora que estaba fuera. Y una de ellas era no tener que aguantar que ningun oficial de condicionales metomentodo se inmiscuyera en su vida. Pero lo ultimo que queria era que la policia de la ciudad empezara a hacerle preguntas embarazosas sobre la procedencia del dinero que habia usado para comprar el coche. El principal problema era si Tamargo se tomaria la molestia de contar a la policia lo que habia visto. Hasta ahora, la unica referencia que los polis tenian de su paradero era la oficina de Jimmy Figaro. No tenia sentido dejar que averiguaran la matricula de su coche ni ninguna otra mierda adicional. Asi que con un ojo en el retrovisor y agarrando mas fuerte el volante forrado de cuero, David sonrio.

– ?Eh, mamon! ?Te hablo a ti! Te he preguntado que de donde has sacado ese jodido coche.

– ?El coche?

– Si, el coche. Ese que lleva «robado» escrito en la jodida matricula.

Todavia vigilando el semaforo, Dave dijo:

– Es un coche limpio.

– ?Ah, si?

– ?Sabes una cosa, Tamargo? Tu formas parte de una solucion abominable. Una solucion abominable, en una serie recurrente de culpa y transgresion. No son palabras mias, son de un gran filosofo frances. Si tuvieras una pizca de inteligencia, sabrias que tu acusacion supone el fracaso mismo de la institucion que representas. Esa clase de prejuicio es el factor mas importante de la reincidencia. Quizas no lo sepas, pero asi lo llaman cuando un

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