ciudad natal, estaba irreconocible. Antes era la mas liberal del mundo, pero ahora parecia una plaza de armas del ejercito. Las dictaduras siempre se nos antojan buenas, hasta que alguien se pone a dictar.

– ?Esta sordo? ?Enseneme la identificacion de una maldita vez!

El poli chasqueo los dedos nuevamente.

La irritacion se me volvio ira. Meti la mano izquierda en el interior de la chaqueta al tiempo que me giraba lo justo para disimular el puno que preparaba con la derecha y, cuando se lo hundi en las tripas, lo hice con todo el cuerpo.

Me excedi. Me excedi muchisimo. El punetazo le saco del cuerpo todo el aire que tenia y mas. Un golpe asi deja tieso a cualquiera durante un buen rato. Aguante el peso muerto del poli un momento y, a continuacion, entre por la puerta giratoria del hotel Deutsches Kaiser abrazandolo con toda naturalidad. La ira se me estaba convirtiendo en algo semejante al panico.

– Creo que a este hombre le ha dado un ataque de algo -dije al cenudo portero, y solte el cuerpo inerte en un sillon de piel-. ?Donde estan los telefonos de la casa? Voy a llamar a una ambulancia.

El portero senalo hacia la vuelta de la esquina del mostrador de recepcion.

Afloje la corbata al poli solo por disimular e hice como si me dirigiese a los telefonos, pero, nada mas volver la esquina, me cole por una puerta de servicio, baje por unas escaleras y sali del hotel por las cocinas. Me encontre en un callejon que daba a Saarland Strasse y me dirigi rapidamente a la estacion de Anhalter. Se me paso por la cabeza subirme a un tren, pero entonces vi el tunel que conectaba la estacion con el Excelsior, el mejor hotel de Berlin, despues del primero. A nadie se le ocurriria buscarme alli. No tan cerca del lugar mas evidente por el que escabullirse. Por otra parte, el bar del Excelsior era en verdad excelso. No hay cosa que de mas sed que tumbar a un policia.

2

Fui derecho al bar, pedi un schnapps largo y lo apure como si estuviesemos a mediados de enero.

Habia muchos policias por alli, pero solo reconoci a Rolf Kuhnast, el detective del hotel. Antes de la purga de 1933, Kuhnast estaba en Potsdam, en la policia politica, y habria sido un buen candidato para ingresar en la Gestapo, salvo por dos detalles: primero, que habia sido el quien, en abril de 1932 y cumpliendo ordenes de Hindenburg de prevenir un posible golpe nazi, habia dirigido el destacamento que debia arrestar al conde Helldorf, jefe de las SA. Y segundo, que ahora el nuevo director de la policia de Potsdam era Helldorf.

– Hola -dije.

– ?Bernie Gunther! ?Que trae al Excelsior al detective fijo del hotel Adlon? -pregunto.

– Siempre se me olvida que esto es un hotel. He venido a sacar un billete de tren.

– Que gracioso eres, Bernie. Siempre lo has sido.

– Yo tambien me reiria si no hubiese tanta policia por aqui. ?Pasa algo? Se que el Excelsior es el abrevadero predilecto de la Gestapo, pero, por lo general, son mas discretos. Hay algunos tipos por aqui que, a juzgar por la frente que lucen, parece que acaben de llegar del valle de Neander arrastrando los nudillos por el suelo.

– Nos ha tocado un VIP -se explico Kuhnast-. Un miembro del Comite Olimpico de los Estados Unidos se aloja en el hotel.

– Creia que el hotel olimpico oficial era el Kaiserhof.

– Lo es, pero ha habido un cambio de ultima hora y no han podido darle habitacion alli.

– En ese caso, supongo que tambien el Adlon estara completo.

– Venga, tocame las narices tu tambien -dijo Kuhnast-, no te prives. Esos zoquetes de la Gestapo llevan todo el dia haciendolo, conque solo me faltaba que ahora viniese un graciosillo del Adlon a ponerme firmes.

– No he venido a tocarte las narices, Rolf. En serio. Oye, ?por que no me dejas que te invite a un trago?

– Me sorprende que te lo puedas permitir, Bernie.

– No me importa que me lo den gratis. Si el gorila de la casa no tiene por donde agarrar al barman, es que no hace bien su trabajo. Dejate caer por el Adlon algun dia para que veas que gran filantropo es nuestro barman cuando lo han pillado con las manos en la caja.

– ?Otto? No te creo.

– No hace falta, Rolf, pero Frau Adlon me creera y no es tan comprensiva como yo. -Pedi otro trago-. Vamos, tomate uno. Despues de lo que me ha pasado, necesitaba algo que me contuviese las tripas.

– ?Que te ha pasado?

– Eso es lo de menos. Digamos sencillamente que no se arregla con cerveza.

Me meti el segundo schnapps detras del primero.

Kuhnast sacudio la cabeza.

– Me gustaria, Bernie, pero a Herr Elschner no le haria ninguna gracia que dejase de vigilar a esos cabrones nazis, por si le roban los ceniceros.

Esas palabras aparentemente indiscretas se debian a su conocimiento de mi pasado republicano, pero, aun asi, Kuhnast sabia lo necesaria que era la prudencia y me llevo fuera del bar, cruzamos el vestibulo y salimos al Patio Palm. Era mas facil hablar con libertad al amparo de la orquesta del hotel. La verdad es que ultimamente de lo unico que se puede hablar en Alemania sin comprometerse es del tiempo.

– Entonces, ?la Gestapo ha venido a proteger a un Ami? -Sacudi la cabeza-. Creia que a Hitler no le gustaban.

– Este en particular ha venido a dar una vuelta por Berlin, a comprobar si estamos preparados o no para albergar las Olimpiadas de dentro de dos anos.

– Al oeste de Charlottenburg hay dos mil obreros que tienen la firme impresion de que ya lo estamos celebrando.

– Al parecer, muchos Amis quieren boicotearlas debido al antisemitismo de nuestro gobierno. Este en particular ha venido a buscar pruebas, a ver con sus propios ojos si Alemania discrimina a los judios.

– Me extrana que, para una mision tan cegadoramente evidente, se haya tomado la molestia de buscar hotel.

Rolf Kuhnast me devolvio la sonrisa.

– Por lo que he oido, es una mera formalidad. En estos momentos se encuentra en una de las salas de actos del hotel recibiendo una lista de medidas que el ministro de Propaganda ha elaborado ex profeso.

– ?Ah, ya! Medidas de esa clase. Claro, por supuesto; no queremos que nadie se lleve una falsa impresion de la Alemania de Hitler, ?verdad? Es decir, no es que tengamos nada en contra de los judios, pero, ?ojo! En esta ciudad hay un nuevo pueblo elegido.

Era dificil comprender por que podia un americano estar dispuesto a pasar por alto las medidas antisemitas del nuevo regimen, sobre todo cuando la ciudad estaba sembrada de ejemplos notorios. Solo un ciego podria dejar de ver las barbaridades ofensivas de las tiras comicas -en primera plana de los periodicos nazis mas fanaticos-, las estrellas de David pintadas en los escaparates de los establecimientos judios y las senales de paso exclusivo para alemanes de los parques publicos… por no mencionar el miedo puro que llevaba en la mirada hasta el ultimo judio de la patria.

– Brundage, el Ami se llama Brundage.

– Suena aleman.

– Ni siquiera lo habla -dijo Kuhnast-, conque, mientras no se encuentre con judios que hablen ingles, todo deberia ir como la seda.

Eche una ojeada al Patio Palm.

– ?Hay peligro de que pueda suceder?

– Teniendo en cuenta la visita que va a recibir, me extranaria que hubiese un judio en cien metros a la redonda.

– No sera el Guia.

– No, su sombra oculta.

– ?El representante del Guia viene al Excelsior? Mas vale que hayais limpiado los lavabos.

La orquesta corto en seco la pieza que estaba tocando, ataco el himno nacional aleman y los clientes del hotel se pusieron en pie y levantaron el brazo derecho en direccion a la entrada del patio. No me quedo mas remedio

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