– ?Tienes animales? Vaya mierda, eso es para subnormales. ?Es tuya?

– No. Esta en el jardin.

– ?Tienes hijos?

– No -contesto prudentemente Adamsberg.

– Es facil decir siempre «no», ?eh? Es facil no querer nada. Es facil escaparse por ahi arriba mientras los demas se arrastran por el suelo, ?eh?

– ?Donde, ahi arriba?

– Arriba, Paleador de nubes.

– Estas bien informado.

– Si, esta todo sobre ti en Internet. Tu careto y tus hazanas. Como cuando encontraste a ese tipo en Lorient y se tiro en el puerto.

– No se ahogo.

Otro maullido atraveso la estancia, alarmado y urgente.

– Pero ?que le pasa, joder?

– Problemas seguramente. Acaba de tener su primera camada, no se le ha dado muy bien. Igual una de las crias esta atascada en algun sitio. Que mas da.

– A ti te da igual porque eres un cabron, nunca te ocupas de nadie.

– Entonces ve a ver, Zerquetsh.

– Eso, y mientras, tu te largas, capullo.

– Encierrame en el despacho, la ventana tiene reja. Llevate las pistolas y ve a mirar. Ya que eres mejor que yo, demuestralo.

El joven inspecciono el despacho, con el arma apuntando a Adamsberg.

– Ni se te ocurra moverte de aqui.

– Si encuentras a la cria, levantala por el vientre y por la piel del cuello, no le toques la cabeza.

– Adamsberg -dijo el joven con una risita despectiva-. Adamsberg delicado como una madre.

Se rio mas fuerte y cerro la puerta con llave. Adamsberg aguzo el oido hacia el jardin, oyo ruidos de cajas desplazadas, y a Lucio que intervenia.

– El viento ha tirado la pila de cajas -decia Lucio-, hay un gatito atrapado debajo. Muevase, hombre, ya ve que solo tengo un brazo. ?Quien es usted? ?Que son todas esas armas?

La voz de Lucio, imperial, tanteaba el terreno con punta de acero.

– Soy un pariente. El comisario me entrena en tiro.

No esta mal pensado, considero Adamsberg. Lucio respetaba la familia. Oyo el ruido de cajas desplazadas y un maullido minusculo.

– ?Lo ve? -dijo Lucio-. ?Esta herido? Odio la sangre.

– Pues a mi me gusta.

– Si hubiera visto el vientre de su abuelo vaciarse a balazos y su propio brazo cortado mear como una fuente, no diria eso. Paseme la cria, no me fio.

Cuidado, Lucio, cuidado, murmuro Adamsberg apretando los labios. Es el Zerquetscher, maldita sea, ?no ves que el tipo es inflamable? ?Que puede aplastar al gato con la bota y dispersarlo por el suelo del cobertizo? Cierra el pico, coge el gato y largate.

La puerta de la entrada se cerro de golpe, y el joven volvio al despacho con paso pesado.

– Atrapado como un imbecil bajo una pila de cajas -dijo-, incapaz de salir de ahi, el muy capullo. Como tu - anadio sentandose frente a Adamsberg-. No tiene buenas pulgas el vecino. Prefiero a Weill.

– Voy a salir, Zerquetsch. Cuando estoy sentado mucho tiempo me impaciento. Es incluso lo unico que me pone nervioso. Pero me pone nervioso de verdad.

– No me digas -se burlo el joven apuntandole con el arma-. El madero esta harto de mi. El madero quiere salir.

– Has entendido. ?Ves este frasco?

Adamsberg sujetaba un tubito de vidrio lleno de un liquido marron, no mas grande que una muestra de perfume.

– Yo en tu lugar no tocaria el arma antes de haberme escuchado. ?Ves el tapon? Si lo saco, mueres. En menos de un segundo. En 74,3 centesimas de segundo para ser precisos.

– Menudo cerdo -gruno el joven-. Por eso te hacias el chulo, ?eh? Por eso no tenias miedo…

– No he acabado de explicarte. Quitar la seguridad de la pistola, 65 centesimas de segundo, apretar el gatillo, 59 centesimas. Que me de la bala, 32 centesimas. Total, un segundo y 56 centesimas. Resultado: estas muerto antes de que la bala me impacte.

– ?Que es esa mierda?

El joven se habia levantado y retrocedia, con el brazo tendido hacia Adamsberg.

– Acido nitrocitraminico. Transformacion inmediata en gas mortal al contacto con el aire.

– Entonces revientas conmigo, capullo.

– No he acabado de explicarte. Todos los policias de la Brigada se inmunizan con un tratamiento intradermico de dos meses y, creeme, no tiene ninguna gracia. Si lo destapo, revientas: dilatacion del corazon, que explota; y yo me vacio por arriba y por abajo durante tres semanas con erupcion cutanea y caida de pelo. Luego me repongo como una flor.

– No lo harias.

– Contigo, Zerquetscher, ningun problema.

– Especie de hijo de puta.

– Si.

– No puedes matar a un hombre asi.

– Si que puedo.

– ?Que quieres?

– Que tires las pistolas, que abras el cajon del aparador, que saques los dos pares de esposas. Te pones uno en los tobillos, el otro en las munecas. Decidete rapido, ya te he dicho que tengo mis impaciencias.

– Madero de mierda.

– Si. Pero date prisa de todos modos. Puede que palee nubes alla arriba, pero cuando bajo soy rapido.

El joven barrio la mesa con el brazo, disperso en vano unos papeles por la estancia y tiro la cartuchera al suelo. Luego se llevo la mano a la espalda.

– Cuidado con ese P 38. Cuando te guardas una pistola en el pantalon, no hay que meterla tanto. Sobre todo con un vaquero tan ajustado. Si lo haces mal te agujereas el culo.

– ?Me tomas por un pardillo?

– Si. Un pardillo, un crio y una fiera. Pero no un idiota.

– Si no te hubiera dicho que te vistieras no tendrias el frasco.

– Exacto.

– Pero no tenia ganas de verte en pelota.

– Lo entiendo. A Vaudel tampoco querias verlo en pelota.

El joven extirpo con prudencia el arma del pantalon y la tiro al suelo. Abrio el aparador, saco las esposas, y se volvio bruscamente, con una risotada anormal, tan irritante como el maullido de la gata hacia un momento.

– ?Que, no te enteras, Adamsberg? ?No te enteras todavia? ?Te crees que iba a correr el riesgo de que me detuvieran asi? ?Solo por el gusto de verte? ?No entiendes que, si estoy aqui, es que no puedes detenerme? ?Ni hoy, ni manana ni nunca? ?Recuerdas para que he venido?

– Para pudrirme la vida.

– Eso es.

Adamsberg se levanto tambien, sujetando el frasco ante el como si fuera un botador, con la una metida bajo el tapon. Los dos hombres se seguian en circulo, dos perros buscando la mejor presa.

– Dejalo -dijo el joven-. No soy hijo de cualquiera. No puedes matarme, ni encerrarme, ni seguir tu caza del hombre.

– ?Eres un intocable? ?Tu padre es ministro? ?Es el Papa? ?Dios?

– No. Eres tu, capullo.

Вы читаете Un lugar incierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату