– ?Por que no? Puede uno imaginarse un guia detras de todo eso, una figura paterna que el echara de menos.
– Es posible. Nacio de padre desconocido.
– Hay que acelerar sobre su entorno, saber con quien se comunica, saber a quien ve. Ha hecho limpieza en el piso, el cabron no ha dejado ninguna pista.
– Parece natural. No esperaria usted que viniera a hacernos una visita…
– ?Y su madre? ?La han localizado?
– Todavia no. Hay una direccion en Pau hasta hace cuatro anos, luego no se sabe nada mas.
– ?La familia de su madre?
– De momento, no hay ningun Louvois por la zona. Solo hace dos dias, comisario, no somos mil.
– ?Por donde va Froissy con los telefonos?
– Por ninguna parte. Louvois no tenia linea fija. Weill asegura que tenia un movil, pero no se encuentra ningun aparato a su nombre. Se lo habran regalado, o lo habra robado. Froissy tendra que peinar la zona de cobertura del piso, y ya sabe que eso lleva tiempo.
Adamsberg se puso bruscamente de pie, sus impaciencias quiza.
– Danglard, ?recuerda la composicion del equipo de Avinon?
Danglard habia memorizado -y ?para que?- practicamente todos los equipos policiales del pais, poniendo al dia su fichero a medida que iban yendose unos, siendo nombrados otros.
– Calmet es quien lleva el caso Pierre Vaudel hijo. No se si es la influencia de su patronimico, pero es un comisario placido que no busca problemas inutiles. Pero ya le digo, no es rapido. Por eso yo diria cuatro dias mas que tres. Maurel tambien me hablo de un teniente y un cabo. Noiselot y Drumont. El resto del equipo no lo se.
– Encuentreme la lista completa, Danglard.
– ?A quien busca?
– A un vietnamita con quien trabaje en Messilly. Era una ciudad somnolienta, pero nunca vivi un servicio mas divertido, cuando conseguiamos llevarlo a cabo. Fumaba con la nariz, levitaba a varios centimetros, al menos yo creia verlo, tocaba melodias golpeando vasos, imitaba a todos los animales de la creacion.
Veinte minutos mas tarde, Adamsberg recorria los nombres del equipo del comisario Calmet.
– He llamado al biznieto de Slavko -dijo Danglard-. Sale de Marsella ahora mismo. Estara a las nueve en la estacion de Venecia Santa Lucia, delante del coche 17 del tren a Belgrado. Esta contento de dar una vuelta por el pueblo. Vladislav siempre esta contento.
– ?Como lo reconocere?
– Muy facil. Es flaco y velludo, su pelo largo se junta con los de la espalda, todo ello negro como la tinta.
– Teniente Mai Thien Dinh -dijo Adamsberg senalando la lista-. Me escribio en diciembre pasado. Sabia que habia algo de Avinon en el aire. Suele escribirme cuando esta de vacaciones, con consejos de la sabiduria asiatica. «No te comas la mano cuando ya no tienes pan.»
– Es una tonteria.
– Es normal, se los inventa.
– ?Y usted le contesta?
– No se inventarme frases -dijo Adamsberg mientras marcaba el numero del teniente Mai.
– ?Dinh? Aqui Jean-Baptiste. Gracias por tu tarjeta de diciembre.
– Estamos en junio. Pero bueno, siempre fuiste lento. Y el hombre lento va menos rapido que el hombre veloz. ?Te has dado cuenta de que estamos en el mismo caso, el de Vaudel?
– ?El casquillito debajo de la nevera?
– Si. Y el cretino que lo puso anduvo por la moqueta con virutas de lapiz en las suelas. No te preocupes, hemos dejado a Vaudel en libertad y te entregaremos al pintamonas rapidamente.
– Dinh, yo preferiria que no me lo entregueis rapidamente. Digamos que medianamente rapido. O bastante lentamente.
– ?Por que?
– No puedo decirtelo.
– Ah, el sabio no cede nada a los imbeciles. Eso no vale, Jean-Baptiste. Dame un momento, salgo de la sala. ?Que quieres de mi? -retomo Dinh al cabo de unos minutos.
– Un efecto retraso.
– No es legal.
– No es legal en absoluto. Dinh, imagina que un hijo de puta me lance vestido en un lago de mierda.
– Son cosas que pasan.
– Y que yo me este hundiendo en el. ?Visualizas la escena?
– Como si estuviera alli.
– Perfecto. Porque imagina que, precisamente, estas alli. Paseando y levitando a orillas del lago. Imagina que me tiendes la mano.
– Es decir que meta mi propia mano en la mierda para sacarte de alli sin saber por que.
– Eso es.
– Se mas preciso.
– Las virutas de lapiz. ?Cuando salen para el laboratorio?
– De aqui a una hora. Estamos acabando de acondicionar las demas muestras.
– Pues haz que no salgan. Dame un handicap de dos dias.
– ?Como?
– ?Como es de grande la muestra?
– Como un tubo de barra de labios.
– ?Quien escolta al chofer hasta el laboratorio?
– El cabo Kerouan.
– Ve tu en su lugar.
– No nos parecemos nada. El es breton.
– Confia una mision al breton y escolta al chofer. Como te parece importante esa barra de labios, la metes en el bolsillo de tu cazadora para mas seguridad.
– ?Y luego?
– Te encuentras mal por el camino. Fiebre, mareo, te ocurre de golpe. Haces la entrega de todo menos del tubo, y avisas a la comisaria de que te vas a tu casa. Te quedas dos dias en cama, con pastillas en la mesilla de noche, sin comida, no te apetece nada. Eso para las visitas. En realidad puedes levantarte.
– Gracias.
– El acceso de fiebre te ha hecho olvidar el tubo en el bolsillo. Al tercer dia, ya estas bien, y lo recuerdas. La muestra, el laboratorio, el bolsillo de la cazadora. Una de dos: o un teniente concienzudo descubre que el tubo no ha llegado al laboratorio, o nadie se da cuenta de nada. En ambos casos, devuelves el tubo, te explicas, presentas excusas de febril. Habremos ganado entre dia y medio y dos dias y medio.
– Tu habras ganado, Jean-Baptiste. ?Y yo? Sabio es el hombre que busca su bien en el mundo.
– Tu ganas dos dias de descanso, jueves y viernes, que empalman con el fin de semana. Y un anticipo para un favor a cambio.
– ?Por ejemplo?
– Por ejemplo cuando encontremos un mechon de pelo tieso y negro en una escena de crimen.
– Ya veo.
– Gracias, Dinh.
Durante la conversacion, Danglard habia transportado directamente la botella hasta la mesa de Adamsberg.
– Asi es mas franco -dijo Adamsberg senalando el vino.
– Tengo que acabarla, puesto que voy a pasarme al tinto.
– Lucio le daria la razon. Acabar o no empezar.
– Esta loco pidiendo eso a Dinh. Y si se sabe, se va a pique definitivamente.
– Ya me estoy yendo a pique. Y no se sabra, porque el hombre del levante no charla como un mirlo