blanco, facil y vulnerable. En cuanto a las tres heridas, ?no eran una especie de evidencia? ?Tres heridas para asegurarse de la muerte de la victima? Estadisticamente, la cifra era frecuente. Eso nada tenia que ver con una marca, con una firma particular. Solo tres heridas, algo bastante comun, en cierto modo.
Danglard abrio una segunda cerveza y se concentro en las heridas. Tenia que hacer bien su curro, llegar a alguna conclusion, en un sentido u otro. Aquellos tres golpes, indiscutiblemente, formaban una linea recta, o casi. Y era cierto que eran infimas, golpeando tres veces, las posibilidades de alinear perfectamente las heridas, lo que en efecto hacia pensar en un tridente. Asi como la profundidad de las perforaciones, que la potencia de un instrumento con mango hacia posible, mientras que es raro que un cuchillo penetre tres veces hasta las cachas. Pero los detalles de los informes destruian esta esperanza. Pues las hojas utilizadas diferian en anchura y profundidad. Ademas, el espacio entre las perforaciones variaba de un caso a otro, al igual que su alineacion. No mucho, a veces un tercio de centimetro, o un cuarto, pudiendo una de las heridas hallarse algo desviada hacia un lado o hacia arriba. Y estas divergencias excluian el uso de una sola arma. Tres golpes muy semejantes, pero no lo bastante para suponer un solo instrumento y una sola mano.
Todos los casos habian quedado cerrados, ademas, los culpables habian sido detenidos, a veces incluso con confesion. Pero, a excepcion de otro adolescente, tan maleable y aterrado como Raphael, se trataba de infelices, borrachos errantes o semivagabundos, que presentaban todos, al ser arrestados, un nivel de alcoholemia espectacular. No era muy dificil conseguir que aquellos hombres derrotados, con tan poca voluntad, confesaran.
Danglard aparto el gran gato blanco que se habia acomodado sobre sus pies. Daba calor y pesaba. No le habia cambiado el nombre desde que, hacia un ano, Camille se lo habia dejado para marcharse a Lisboa. Por aquel entonces era una bolita blanca de ojos azules a la que llamo, por lo tanto, la
Ninguno de los culpables detenidos, escribio Danglard, recordaba el asesinato, lo que era una sorprendente repeticion de amnesia. En su vida de policia, habia conocido dos casos de perdida de memoria tras un asesinato, por negarse a revivir el espanto, por negacion del acto. Pero aquel tipo de amnesia psicologica no podia explicar esas ocho coincidencias. El alcohol, en cambio, si. Cuando bebia mucho, de mas joven, sucedia a veces que se despertaba en blanco, le faltaban fragmentos que sus companeros de borrachera le devolvian al dia siguiente. Habia empezado a frenar tras saber que toda la concurrencia le habia aplaudido, en Avinon, desnudo sobre una mesa y recitando a Virgilio, en latin. En aquel tiempo tenia ya barriga y, al pensarlo, se estremecia ante el espectaculo ofrecido. Muy alegre segun sus amigos, encantador segun sus amigas. Si, conocia la amnesia alcoholica, esa bestia, blanca, pero su irrupcion nunca era previsible. A veces, incluso borracho como una cuba, lo recordaba todo, y otras no.
Adamsberg dio dos ligeros golpes a la puerta. Danglard se puso la
– ?Va bien? -pregunto.
– Tirando -respondio Danglard.
Tema cerrado, mensaje recibido. Ambos se acodaron a la mesa y Danglard volvio a colocar el animal en sus pies, antes de exponer las dudas que le planteaban aquellos crimenes en serie reales o imaginarios. Adamsberg le escuchaba, con el brazo izquierdo apretado contra su pecho y la mano derecha aplastando su mejilla.
– Ya se -interrumpio-. ?Cree usted que no he tenido tiempo bastante para analizar y comparar todas las medidas de estas heridas? Me las se de memoria. Lo se todo sobre sus divergencias, sus profundidades, sus formas, sus separaciones. Pero metase en la cabeza que el juez Fulgence no tiene nada, absolutamente nada, de hombre ordinario. No habria sido tan bobo como para matar siempre con la misma arma. No, Danglard, el juez es un hombre poderoso. Pero asesina con su tridente. Es su emblema y el cetro de su poder.
– Aclarese -objeto Danglard-. ?Una sola arma o varias? Las heridas divergen.
– Da igual. Lo que tienen de interesante esas diferencias de separacion es que son pequenas, Danglard, muy pequenas. Los espacios entre las perforaciones, laterales o de adelante hacia atras, difieren, pero poco. Repaselo, Danglard. Sean cuales sean las variaciones, la longitud total de la linea de las tres heridas nunca supera los 16,9 cm. Asi fue en el asesinato de Lise Autan, en el que doy por sentado que el juez utilizo su tridente: 16,9 cm, con un espacio de 4,7 cm entre la primera perforacion y la segunda, y de 5 cm entre la segunda y la tercera. Fijese en las demas victimas, la n.° 4, Julien Soubise, muerto a cuchilladas: 5,4 cm y 4,8 cm de separacion, en una longitud de linea total de 10,8 cm. La n.° 8, Jeanne Lessard, con un punzon: 4,5 cm y 4,8 cm, longitud total 16,2 cm. Las lineas mas largas se obtienen con punzones o destornilladores, las mas cortas con cuchillo, dada la delgadez de la hoja. Pero la linea nunca supera los 16,9 cm. ?Como se lo explica, Danglard? Ocho asesinos distintos, que propinan tres golpes cada uno, que nunca superan una linea de 16,9 cm. ?Desde cuando existe un limite matematico cuando se hiere en el vientre?
Danglard fruncio el ceno, silencioso.
– Por lo que se refiere a la otra variacion de los impactos -prosiguio Adamsberg-, la de adelante hacia atras, es mas reducida aun: no mas de 4 mm de diferencia cuando se trata de un cuchillo, y menos aun cuando es un punzon. Anchura maxima de la linea de impacto: 0,9 cm. No mas, nunca mas. Era el grosor de las perforaciones en el cuerpo de Lise. ?Como se explica esos limites de magnitud? ?Por una regla? ?Por un codigo de los asesinos? ?Todos borrachos ademas, con la mano temblorosa? ?Todos amnesicos? ?Todos hechos polvo? ?Y ni uno solo se atrevio a golpear mas alla de 16,9 cm de largo y 0,9 de ancho? ?Que milagro es ese, Danglard?
Danglard reflexionaba con rapidez y aceptaba lo acertado de los argumentos del comisario. Pero no lograba discernir como esas disparidades en las heridas podian corresponder a una sola arma.
– ?Visualiza usted un tridente, en forma de rastrillo? -pregunto Adamsberg haciendo un rapido croquis-. He aqui el mango, y esta es la barra transversal reforzada y, aqui, las tres puntas. El mango y la barra son fijas, pero las puntas cambian. ?Comprende usted, Danglard? ?Las puntas cambian! Aunque, claro esta, dentro de los limites de la barra transversal, es decir, 16,9 cm de largo por 0,9 cm de ancho, en la herramienta que nos ocupa.
– ?Quiere usted decir que el hombre desuelda cada vez las tres puas y vuelve a soldar, provisionalmente, en la barra transversal otras hojas, cambiables?
– Ya lo tiene, capitan. No puede cambiar de herramienta. Esta neuroticamente unido a ella y esa fidelidad es la prueba de su patologia. La herramienta debe ser la misma y eso es, para el, una condicion absoluta. El mango y la barra transversal son el alma, el espiritu. Pero, por seguridad, el juez cambia cada vez las puntas, colocando hojas de cuchillo, punzones, navajas.
– Soldar no es tan sencillo.
– Si, Danglard, resulta bastante facil. Y aunque la soldadura no sea muy solida, no olvide que la herramienta solo se usa una vez. Para penetrar verticalmente y no para labrar.
– Lo que obliga al asesino, segun su teoria, a procurarse para cada crimen cuatro cuchillos o cuatro punzones similares: tres para utilizar sus puntas y soldarlas en el tridente, y uno para ponerlo en la mano del chivo expiatorio.
– Exactamente, y no es una tarea muy compleja. Precisamente por eso el arma del crimen es siempre corriente y, sobre todo, nueva. Una herramienta nueva en manos de un vagabundo, ?le parece eso logico?
Danglard se paso la mano por la barbilla.
– No actuo de este modo con la joven Lise -dijo-. Mato con su tridente y, luego, hundio el punzon en cada una de las heridas.
– Eso hizo tambien con el n.° 4, el del otro adolescente inculpado, tambien en un pueblo. Sin duda el juez penso que una investigacion sobre el origen de un arma nueva en posesion de un chico muy joven conduciria a un callejon sin salida y haria que se descubriera el engano. Prefirio elegir un punzon viejo, mas largo que las puntas de su tridente, y deformar asi los impactos.
– Se sostiene -reconocio Danglard.
– Se sostiene tanto como las piezas de un trabajo de marqueteria. El mismo hombre, la misma herramienta.