pie metalico de la mesa. Fragmentos de cristal y vino volaron por la sala. Dio un paso mas hacia Favre, con la botella rota en la mano. Danglard quiso tirar del comisario hacia atras pero Favre habia desenfundado de un solo gesto y apuntaba a Adamsberg con su revolver. Petrificados, los miembros de la brigada se habian convertido en estatuas, que miraban al brigadier que se atrevia a dirigir su arma contra el comisario jefe. Y tambien a su comisario, de quien en un ano solo habian conocido dos rapidos arrebatos, que se apagaron tan pronto como estallaron. Cada cual buscaba rapidamente una manera de que el enfrentamiento acabara, todos confiaban en que Adamsberg recuperaria su habitual distanciamiento, dejaria caer al suelo la botella y se alejaria encogiendose de hombros.
– Deja tu arma de poli del carajo -dijo Adamsberg.
Favre tiro el revolver desdenosamente y Adamsberg bajo un poco la botella. Experimento la desagradable sensacion del exceso, la furtiva certidumbre de lo grotesco, no sabiendo ya quien, si Favre o el mismo, ganaba en este punto. Aflojo los dedos. El brigadier se levanto y, en un rabioso gesto, lanzo el cortante culo de la botella, rajandole el brazo izquierdo con tanta limpieza como una cuchillada.
Favre fue llevado a una silla e inmovilizado. Luego, los rostros se dirigieron al comisario, esperando su veredicto en aquella nueva situacion. Adamsberg detuvo con un ademan a Estalere, que descolgaba el telefono.
– No es profundo, Estalere -dijo con una voz tranquila de nuevo, con el brazo doblado sobre el pecho-. Avise a nuestro forense, lo hara muy bien.
Hizo una senal a Mordent y le tendio la media botella rota.
– Que se ponga en una bolsa de plastico, Mordent. Prueba de cargo de mi agresion. Intento de intimidacion a uno de mis subordinados. Recojan su Magnum y el culo de la botella, prueba de su agresion, sin intencion de dar…
Adamsberg se paso la mano por el pelo, buscando una palabra.
– ?Si! -aullo Favre.
– ?Callate ya! -le grito Noel-. No lo empeores, ya has causado bastantes destrozos.
Adamsberg le lanzo una mirada asombrada. Por lo general, Noel apoyaba con una sonrisa las mezquinas bromas de su colega. Pero acababa de surgir una grieta entre la complacencia de Noel y la brutalidad de Favre.
– Sin intencion de causar grave dano -prosiguio Adamsberg indicando a Justin que tomara nota-. Motivo del conflicto, insultos del brigadier Joseph Favre contra la teniente Violette Retancourt y difamacion.
Adamsberg levanto la cabeza para contar el numero de agentes reunidos en la sala.
– Doce testigos -anadio.
Voisenet habia hecho que se sentara, habia desnudado su brazo izquierdo y se aplicaba en los primeros cuidados.
– Desarrollo del enfrentamiento -prosiguio Adamsberg con voz cansada-: sancion por parte del superior, violencia material e intimidacion, sin golpes contra el cuerpo del brigadier Favre ni amenazas contra su integridad fisica.
Adamsberg apreto los dientes mientras Voisenet aplastaba un aposito en su brazo izquierdo para detener la hemorragia.
– Uso de arma de servicio y de accesorio cortante por parte del brigadier, herida leve por trozo de vidrio. Ya conoce el resto, termine el informe sin mi y dirijalo a asuntos internos. No olvide fotografiar la habitacion tal como esta.
Justin se levanto y se acerco al comisario.
– ?Que hacemos con la botella de vino? -murmuro-. ?Decimos que la ha sacado de la cartera de Danglard?
– Decimos que la he cogido de esta mesa.
– ?Motivo de la presencia de vino blanco en las dependencias, a las tres y media de la tarde?
– Unas copas tomadas a mediodia -sugirio Adamsberg- para celebrar el viaje a Quebec.
– Ah, bueno -dijo Justin aliviado-. Muy buena idea.
– ?Y Favre? ?Que hacemos con el? -pregunto Noel.
– Suspension y retirada del arma. El juez decidira si ha habido agresion por su parte o legitima defensa. Lo veremos cuando regrese.
Adamsberg se levanto, apoyandose en el brazo de Voisenet.
– Cuidado -dijo este-, ha perdido mucha sangre.
– No se preocupe, Voisenet, me largo a ver al forense.
Salio de la brigada sostenido por Danglard, dejando a sus agentes estupefactos, incapaces de poner en orden sus ideas y, por el momento, de juzgar.
VIII
Adamsberg habia regresado a su casa, con el brazo en cabestrillo, atiborrado de antibioticos y analgesicos que Romain, el medico forense, le habia hecho tragar a la fuerza. La herida habia necesitado seis puntos de sutura.
Con el brazo izquierdo insensibilizado por la anestesia local, abrio torpemente el armario de su habitacion. Pidio ayuda a Danglard para sacar una caja archivadora, colocada en la parte inferior junto a viejos pares de zapatos. Danglard dejo la caja en una mesa baja y cada uno se coloco a un lado.
– Vaciela, Danglard. Perdoneme, no puedo hacer nada.
– Pero, por Dios, ?por que ha roto usted esa botella?
– ?Defiende a ese tipo?
– Favre es un monton de mierda. Pero, con la botella, le ha obligado usted a agredirle. Es de esa clase de tipos. Y, normalmente, usted no.
– Digamos que, con esa clase de tipos, cambio de costumbres.
– ?Por que no le ha puesto, simplemente, de patitas en la calle, como la ultima vez?
Adamsberg hizo un gesto de impotencia.
– ?Tension? -propuso Danglard con prudencia-. ?Neptuno?
– Tal vez.
Entretanto, Danglard habia sacado de la caja ocho carpetas etiquetadas y las habia puesto sobre la mesa; todas llevaban un titulo, «El Tridente n.° 1», «El Tridente n.° 2», y asi sucesivamente hasta el numero 8.
– Tendremos que mencionar que la botella habia salido de su cartera. El asunto se nos ira de las manos.
– No es asunto suyo -dijo Danglard, utilizando las palabras del comisario.
Adamsberg asintio.
– Ademas, he hecho un voto -anadio Danglard, mientras tocaba el pompon de su gorro, pero eso no considero oportuno precisarlo-. Si regreso vivo de Quebec, ya solo bebere una copa al dia.
– Regresara porque yo sujetare el hilo. Asi que puede comenzar a cumplir su voto.
Danglard asintio levemente. Habia olvidado, en la violencia de las ultimas horas, que Adamsberg sujetaria el avion. Pero, ahora, Danglard tenia mas confianza en su pompon que en su comisario. Se pregunto fugazmente si un pompon segado conservaba los mismos poderes protectores que un pompon completo, algo parecido a la cuestion de la potencia del eunuco.
– Voy a contarle una historia, Danglard. Permanezca atento, es larga, ha durado catorce anos. Comenzo cuando yo tenia diez, estallo cuando tenia dieciocho y ardio, luego, hasta mis treinta y dos anos. No olvide, Danglard, que suelo dormir a la gente cuando cuento algo.
– Hoy no hay peligro -dijo Danglard levantandose-. ?No tendria por ahi algo de beber? Los acontecimientos me han trastornado.
– Hay ginebra, detras del aceite de oliva, en el armario de encima de la cocina.
Danglard regreso, satisfecho, con un vaso y la pesada botella de terracota. Se sirvio y fue a guardar la botella.
– Empiezo -dijo-. Una copa al dia.
