– ?En un dia como este?
– Sobre todo en un dia como este.
– Bueno -dijo el guarda, conciliador-. La poesia sirve sobre todo para complicar las cosas, ?no? Pero igual complicandolas se entienden mejor. Y al entenderlas se simplifican. Al fin y al cabo.
– Si -dijo Veyrenc, sorprendido.
Retancourt estaba de nuevo con ellos, con el rostro descansado. El comisario la habia despertado posandole simplemente un dedo en el hombro, como quien pulsa un boton. Por la ventana de la conserjeria, observaba a un gigante rubio que cruzaba la calle, apenas vestido, con el pelo por el hombro y el pantalon sujeto con un cordel.
– Es nuestro interprete -dijo Adamsberg-. Sonrie a menudo, aunque no siempre se sepa por que.
Cinco minutos despues, Mathias estaba arrodillado junto a la tumba, escudrinando el suelo. Adamsberg indico a sus agentes que guardaran silencio. La tierra no habla alto, hay que prestar atencion.
– ?Han tocado algo ustedes? -pregunto Mathias-. ?Ha desplazado alguien estos tallos de rosa?
– No -dijo Danglard-, esa es la cuestion. La familia disperso flores por toda la superficie de la tumba y la lapida fue colocada encima, lo cual demuestra que nadie ha movido la tierra.
– Hay tallos y tallos -dijo Mathias.
Paso rapidamente la mano de rosa en rosa, dando la vuelta a la tumba de rodillas, palpo la tierra en diferentes sitios, como un tejedor comprobando la calidad de una seda.
Y levanto la cabeza sonriendo hacia Adamsberg.
– ?Has visto? -dijo.
Adamsberg sacudio la cabeza.
– Hay tallos que se despegan apenas los rozas y otros que estan incrustados. Todos estos estan en su sitio - dijo senalando las flores que habia en la parte inferior de la sepultura-. Pero los de aqui estan en la superficie, alguien los ha movido. ?Lo ves?
– Te escucho -dijo Adamsberg frunciendo el ceno.
– Eso significa que han cavado en la sepultura -prosiguio Mathias apartando con delicadeza los tallos en una zona concreta de la cabecera de la tumba-. Luego han vuelto a colocar las flores secas sobre la tierra movida para que no llame la atencion. Pero se nota de todos modos. ?Lo ves? -dijo levantandose de un solo movimiento-, si un hombre desplaza un tallo de rosa, mil anos despues todavia podras saberlo.
Adamsberg asintio, impresionado. Asi pues, si esa misma noche tocaba el petalo de una flor, en la oscuridad y sin que nadie se diera cuenta, un tipo como Mathias lo sabria al cabo de mil anos. La idea de que todo gesto deja en su estela huellas irremediables le parecio bastante alarmante. Pero se tranquilizo echando una mirada al prehistoriador, que se sacaba una paleta del bolsillo trasero y la pulia con los dedos. Tipos asi no se encontraban todos los dias.
– Es muy dificil -dijo Mathias torciendo el gesto-. Es un agujero que han vuelto a llenar inmediatamente con su propio sedimento. Es invisible. Han cavado, pero ?donde?
– ?No lo puedes encontrar? -pregunto Adamsberg, subitamente inquieto.
– No con los ojos.
– Entonces ?como?
– Con los dedos. Cuando no se ve nada, siempre se puede sentir. Lo que pasa es que se tarda mas.
– ?Sentir que? -pregunto Justin.
– Los limites del hoyo, el hiato entre el borde y la tierra de relleno. Hay una junta entre tierra y tierra. Existe, y hay que localizarla.
Mathias paseo la mano por la superficie uniforme de la tierra. De repente parecio enganchar con la punta de las unas una fisura fantasma, que entonces siguio lentamente. Al igual que un ciego, Mathias no miraba realmente el suelo, como si la ilusion de sus ojos hubiera podido alterar su busqueda totalmente concentrada en la sensibilidad de sus dedos. Poco a poco, percibio la linea de un circulo imperfecto, de un metro cincuenta de diametro, que fue perfilando con la paleta.
– Ya lo tenemos, Adamsberg. Voy a vaciarlo yo, para seguir las paredes del hoyo cavado, y tus hombres apartaran la tierra. Asi iremos mas deprisa.
A ochenta centimetros de profundidad, Mathias se irguio, se quito la camisa y paso la mano por las paredes del agujero.
– No tengo la impresion de que tu cavador quisiera enterrar algo. Estamos demasiado hondo. Lo que queria era llegar al ataud. Eran dos.
– Exactamente.
– Uno cavaba, el otro vaciaba los cubos. A esta profundidad, intercambiaron los papeles. Nadie cava de la misma manera.
Mathias volvio a coger su paleta y se metio de nuevo en el hoyo. Habian pedido palas y cubos al guarda, y Justin y Veyrenc evacuaban la tierra. Mathias mostro gravilla gris a Adamsberg.
– Al volver a tapar, metieron grava del camino. El cavador se canso, fue picando cada vez menos recto. Aqui no han enterrado nada. Esta virgen.
El joven siguio cavando una hora, en un silencio que solo rompio con dos anuncios: «Aqui volvieron a intercambiar papeles» y «Aqui pasaron del pico a la piqueta». Por fin, Mathias se irguio y apoyo el codo en el borde del agujero, que le llegaba por encima de la cintura.
– Dado el estado de las rosas, el hombre que esta aqui dentro no lleva mucho tiempo.
– Tres meses y medio. Es una mujer.
– Aqui se separan nuestros caminos, Adamsberg. Te dejo seguir.
Mathias tomo apoyo en el borde y salto fuera del hoyo. Adamsberg echo una mirada al fondo de la excavacion.
– No has llegado al ataud. ?Se pararon antes?
– He llegado al ataud. Pero esta abierto.
Los hombres de la Brigada intercambiaron una mirada, Retancourt avanzo, Justin y Danglard dieron un paso atras.
– Rompieron la madera de la tapa con la piqueta y la arrancaron. La tierra cayo dentro. Me has llamado para la tierra, no para el cuerpo. No quiero verlo.
Mathias volvio a guardar la paleta y se froto las manazas en las perneras del pantalon.
– El tio todavia te espera para una cena -dijo a Adamsberg-. ?Lo sabes?
– Si.
– No nos quedan pelas. Avisa antes de venir, Marc ira a robar una botella y algo rico para comer. ?Te gusta el conejo? ?O las cigalas? ?Te parece?
– Sera perfecto.
Mathias estrecho la mano al comisario, dirigio una breve sonrisa a los demas y se fue, con la camisa en la mano.
XVII
Danglard examinaba su postre, con el rostro opaco y palido. Le horrorizaban las exhumaciones y demas atrocidades del oficio. El que un cavador empedernido le obligara a mirar un ataud abierto lo ponia al borde de la explosion psiquica.
– Comase el pastel, Danglard -insistio Adamsberg-. Necesitara azucar. Bebase el vino.
– Hay que estar endiabladamente pirado para meter una cosa en un ataud, maldita sea -gruno Danglard.
– Para meterla o para recuperarla.
– Da igual. Hay suficientes escondites en el mundo para evitar ese, ?no?
– A menos que el tipo tuviera que improvisar en el momento. A menos que tuviera que meter su deposito en el ataud antes de que clavaran la tapa.
– Deposito lo suficientemente valioso como para tener las narices de ir a buscarlo alli dentro al cabo de tres