de huesos.
– Rapido -dijo Hunter, sin pararse a mirar los restos humanos.
Don Diego coloco su granada en el centro de la estancia y encendio la mecha. Los tres hombres salieron silenciosamente y se situaron en el extremo mas alejado del campamento. Don Diego encendio la mecha de una segunda granada y espero.
La primera estallo con un resultado impresionante. La choza volo en mil pedazos; los guerreros pintados de color langosta, estupefactos, gritaron de miedo y de sorpresa. Don Diego lanzo al fuego la segunda granada. Exploto poco despues. Los guerreros chillaban bajo la lluvia de fragmentos de metal y cristal.
Simultaneamente, los hombres de Hunter abrieron fuego desde la vegetacion baja.
Hunter y el Moro se adelantaron furtivamente, recogieron el cuerpo de lady Sarah Almont y volvieron a esconderse entre los arbustos. Alrededor de ellos, los guerreros caribe gritaban, aullaban y morian. Los tejados de hierba de las chozas se incendiaron. La ultima vision de Hunter del campamento fue la de un infierno en llamas.
La retirada fue apresurada e improvisada. Bassa, con su enorme fortaleza, llevaba en brazos a la inglesa. La mujer gimio.
– Esta viva -dijo Hunter. La mujer volvio a gemir.
A un trote sostenido, los hombres volvieron a la playa y a sus botes. Se alejaron de la isla sin mas incidentes.
Al amanecer estaban de nuevo sanos y salvos en el barco. Enders, el artista del mar, habia traspasado la direccion de los trabajos a bordo del galeon a Hunter, para prestar las atenciones necesarias a la mujer. A media manana, presento su informe.
– Sobrevivira -dijo-. Tiene un golpe feo en la cabeza, pero no es grave. -Miro el barco-. Ojala el galeon estuviera igual de bien.
Hunter habia intentado devolver al barco las condiciones para navegar. Pero todavia faltaba mucho por hacer: el palo mayor seguia estando debil, y habia que reponer la plataforma superior; tambien faltaba el palo de trinquete y el barco todavia tenia un gran agujero bajo la linea de flotacion. Habian arrancado gran parte de la cubierta para obtener madera para las reparaciones, y pronto tendrian que empezar a arrancar la cubierta inferior de la artilleria. Pero avanzaban lentamente.
– No podremos marcharnos antes de manana por la manana -dijo Hunter.
– La noche puede ser peligrosa -advirtio Enders, mirando hacia la isla-. Ahora esta todo tranquilo. Pero no me hace gracia pasar la noche aqui.
– A mi tampoco -respondio Hunter.
Trabajaron toda la noche, porque el deseo de terminar los trabajos en el barco era tal que los agotados hombres prefirieron no dormir. Se aposto una guardia numerosa, aunque con ello se retrasaran las reparaciones. Hunter lo creia necesario.
A medianoche, los tambores volvieron a sonar; siguieron sonando casi una hora. A continuacion se produjo un silencio de mal presagio.
Los hombres tenian los nervios de punta y no querian trabajar, asi que Hunter tuvo que motivarlos. Cerca del amanecer, el capitan estaba con un marinero en la playa, ayudandolo a sostener una plancha de madera, cuando el hombre se pego un manotazo en el cuello.
– Malditos mosquitos -renego.
Despues, con una extrana expresion en la cara, tosio y cayo muerto.
Hunter se inclino sobre el. Le miro el cuello y unicamente vio un pequeno pinchazo, con una sola gota roja de sangre. Pero el hombre estaba muerto.
En algun lugar cerca de proa, oyo un grito, y otro hombre cayo sobre la arena, muerto. Sus hombres estaban desconcertados; los guardias volvieron corriendo al barco; los que estaban trabajando se escondieron debajo del casco.
Hunter miro otra vez al hombre muerto a sus pies. Entonces vio algo en la mano del hombre. Era un dardo diminuto, con plumas, con una aguja en la punta.
Dardos envenenados.
– ?Ya vienen! -gritaron los vigias.
Los hombres se apresuraron a esconderse detras de las maderas y los deshechos; de cualquier cosa que les ofreciera proteccion. Esperaron en tension. Sin embargo no llego nadie; las matas de cactus y los matorrales del litoral estaban en silencio.
Enders se arrastro al lado de Hunter.
– ?Seguimos trabajando?
– ?A cuantos hemos perdido?
– A Peters. -Enders miro al suelo-. Y a Maxwell.
Hunter sacudio la cabeza.
– No puedo perder a mas. -Solo le quedaban treinta hombres-. Esperaremos que se haga de dia.
– Lo comunicare a los demas -dijo Enders, y se alejo arrastrandose.
Mientras se iba, se oyo un silbido quejoso y un golpe seco. Un pequeno dardo plumado se habia incrustado en la madera, cerca de la oreja de Hunter, que se agacho otra vez y espero.
No sucedio nada mas hasta el amanecer, cuando, con un lamento inhumano, los guerreros de la cara pintada de rojo surgieron de la vegetacion y bajaron a la playa. Los hombres de Hunter respondieron con fuego de mosquete. Una docena de salvajes cayeron sobre la arena y los demas retrocedieron de nuevo a su escondite.
Hunter y sus hombres esperaron, agachados e incomodos, hasta mediodia. En vista de que no sucedia nada nuevo, Hunter dio la orden de seguir cautelosamente con los trabajos. Guio a un grupo de hombres al interior. Los salvajes habian desaparecido sin dejar rastro.
Volvio al barco. Sus hombres estaban demacrados, agotados, y se movian con extrema lentitud. Pero Enders estaba jubiloso.
– Cruzad los dedos y rezad a la Providencia -dijo-. Pronto zarparemos.
De nuevo con el sonido de fondo de los martillazos, Hunter fue a visitar a lady Sarah.
Estaba echada en la arena y miro a Hunter mientras se acercaba.
– Senora-dijo-, ?como os encontrais?
Ella le miro, pero no respondio. Tenia los ojos abiertos pero no lo veia.
– ?Senora?
No obtuvo respuesta.
– ?Senora?
Hunter movio una mano frente a su cara. Ella no parpadeo. No mostro ninguna senal de reconocimiento.
Hunter se alejo, sacudiendo la cabeza.
Reflotaron El Trinidad con la marea de la noche pero no podrian salir de la cala hasta el alba. Hunter iba arriba y abajo por el puente del galeon, vigilando la playa. Los tambores habian vuelto a empezar a sonar. Estaba muy cansado, pero no durmio. Durante la noche, a intervalos, los dardos mortales surcaron el aire, aunque no alcanzaron a ningun hombre. Enders, arrastrandose por el barco como un mono curioso, se declaro satisfecho, si no contento, con las reparaciones.
Con la primera luz levaron el ancla de popa y maniobraron con las velas para dirigirse hacia mar abierto. Hunter se mantuvo alerta, porque creia que los rojizos caribe, con su flota de canoas, intentarian atacarlos. Pero ahora podia hacerles probar las balas de canon, y le apetecia una barbaridad.
Sin embargo, los indios no atacaron. Izaron todas las velas, para aprovechar el viento, y cayo Sin Nombre empezo a desaparecer detras de ellos. El episodio empezo a parecerles tan solo una pesadilla. Hunter estaba agotado. Ordeno a casi todos los hombres que durmieran y dejo a Enders al timon con la tripulacion indispensable.
Enders estaba preocupado.
– Dios santo -dijo Hunter-, estais siempre preocupado. Acabamos de escapar de los salvajes, el barco navega y el mar esta en calma. ?Nunca nada os parece suficiente?
– Si, el mar esta en calma -contesto Enders-, pero estamos en la Boca del Dragon, nada mas y nada menos. Aqui no se puede navegar con una tripulacion tan escasa.