Era una burla que la sociedad siguiera funcionando con normalidad, como las excursiones al parque o la senorita Reloj [12], pero su hundimiento en la mitologia seria un alivio. El empeno de los cientificos por comprender el fenomeno desde los conocimientos biologicos no tenia nada que ver con el. Venid angeles, venid ninfas, empieza a refrescar.

TabyKyrkby, 20:20

En dos horas les dio tiempo a visitar doce casas, unas veinte personas. Algunos cerraron la puerta nada mas oir de que se trataba, pero otros, mas de los que ellas habian calculado, estaban dispuestos a escucharlas. La propia Elvy habia recibido varias veces la visita de los testigos de Jehova y se los habia sacado de encima, con respeto, eso si. Una vez sentada al lado de la ventana de la cocina, se habia fijado en su ruta, en lo rapido que solian volver a la calle despues de llamar en una casa. A Elvy y a Hagar les fue mucho mejor.

Quiza se debiera a las circunstancias especiales, o a la ardiente fe de Elvy. Aunque habia tenido su vision y habia recibido su mandato, no era tan ingenua como para creerse capaz de poder convertir inmediatamente a todos los demas. Esas cosas no pasaban ni siquiera en la Biblia.

La amenaza de tormenta las envolvio todo el tiempo como una gasa de algodon fina e invisible, pero era como si la tormenta se hubiera cruzado de brazos y sentado a esperar que ellas terminaran su labor antes de desatarse.

La mayoria de las personas a las que habian conseguido atraer o convencer eran mujeres de su misma edad, pero tambien a un par de hombres. Quien abrazo con mayor entusiasmo su mision fue un hombre de unos treinta anos. Era asesor informatico, les confeso, y les ofrecio sus servicios en caso de que necesitaran ayuda para disponer de una pagina web a traves de la cual propagar su mensaje. Le dijeron que iban a pensar en ello.

Pasadas las ocho la tormenta ya no podia aguantarse mas. Ya estaba tan oscuro como si fuera una noche invernal cuando el viento agito las copas de los arboles y justo despues empezo a chispear. En un par de minutos el goteo se convirtio en un diluvio.

Elvy y Hagar abrieron los paraguas; la lluvia que caia sobre la tela formo una cortina de agua a su alrededor y repiqueteaba contra la chapa de los coches aparcados con tal intensidad que ellas apenas podian oirse. Cogidas del brazo, avanzaron camino de casa.

– ?Pobres apostoles! -grito Hagar, y Elvy no supo a que se referia, pero no valia la pena preguntarle porque era imposible que su acompanante oyera algo con aquel ruido. Siguieron bregando en silencio con el agua arremolinandose alrededor de sus zapatos bajos.

Diluviaba con tanta fuerza que apenas quedaba aire para respirar. Para no acabar totalmente agotadas, avanzaban despacio debajo de los paraguas. Justo cuando alcanzaron la casa de Elvy llego el primer rayo, y solo dos segundos despues, un estruendo que retumbo en toda la calle como un tambor siniestro.

* * *

Hagar cerro su paraguas y lo sacudio.

– ?Uf! -dijo, riendose-. ?Sera el fin del mundo, tu crees?

Elvy sonrio ladeando la cabeza.

– No se mas que tu.

– Huy, huy, huy… -Hagar meneaba la cabeza-. Las puertas del cielo se han abierto de par en par, como suele decirse.

La respuesta de Elvy no se oyo porque la tormenta se habia aproximado, y una detonacion sacudio la casa e hizo sonar las copas de vino del aparador. Hagar dio un salto y le pregunto:

– ?Te dan miedo las tormentas?

– No. ?Y a ti?

– No mucho. Tengo que… -Hagar inclino la cabeza y bajo el volumen de su audifono. Luego dijo con la voz un poco mas alta-: Ahora no oigo tan bien, porque con esta tormenta… suena demasiado fuerte.

Los estruendos de los truenos llegaban cada vez mas seguidos y Hagar miraba asustada al techo. Eso de que no tenia miedo de las tormentas parecia que no era cierto del todo. Elvy la cogio de la mano y Hagar se la apreto agradecida dejandose llevar hasta la sala de estar. La propia Elvy solo se sentia… esperanzada. Todo era como debia ser, y ellas habian hecho cuanto estaba en su mano.

Cuando entraron en la sala de estar, Elvy observo que la luz de la lampara del techo temblaba un poco. Despues se apago, como todas las lamparas de la casa, y se quedaron a oscuras. Hagar apreto la mano de Elvy con mas fuerza y le pregunto:

– ?Rezamos?

Apoyandose la una en la otra consiguieron ponerse de rodillas. Hagar hizo un gesto de dolor.

– No puede ser… mi rodilla…

Elvy la ayudo a levantarse y, en vez de eso, se sentaron muy juntas en el sofa. Despues unieron las manos e inclinaron la cabeza en actitud orante, mientras la lluvia seguia cayendo sobre el tejado y los truenos llenaban el mundo.

* * *

Cuando el apagon se hubo prolongado ya diez minutos y el estroboscopio de la tempestad apuntaba aun hacia la casa, Elvy bajo las persianas, encendio dos velas y las coloco sobre la mesita auxiliar. Hagar, que estaba casi tumbada en el sofa para aliviar el dolor de la rodilla, paso de parecer un monstruo del cine a la luz de los relampagos a convertirse en la digna representacion de una santa.

Elvy daba vueltas de un lado a otro del salon con creciente irritacion.

– No se -dijo-. No se.

– ?Que? -Hagar se hurgaba con los dedos detras de la oreja, pero Elvy le hizo un gesto con la mano para que no se molestara. No tenia nada importante que decir.

«?Por que no ocurre nada?».

No es que se hubiera esperado la conversion inmediata de las masas, pero algo…, algo que hiciera de la mision algo mas grande que dos senoras viejas dando tumbos y vendiendo fe de puerta en puerta. Ella habia sido elegida, designada personalmente y marcada. ?Seria asi para todos los predicadores?

Probablemente. Se trataba de aferrarse a su vision, no dejar que se desvaneciera.

«?Pero cuanto tiempo, Senor, cuanto tiempo?».

Habia llegado a la entrada en su deambular cuando sonaron unos golpecitos discretos en la puerta de la calle. Elvy abrio.

En la puerta estaba la vecina hecha una sopa. El cabello le caia en mechones mojados y tenia el vestido empapado.

La iluminaron una tanda de relampagos y su aspecto era absolutamente miserable.

– Pasa, pasa -dijo Elvy, apremiandola para que entrara en casa.

– Perdona… -repuso la vecina-, pero como dijiste que, bueno, que tu casa estaba abierta. Mi marido se puso fuera de si cuando os fuisteis. Bebio mucho y luego se marcho de casa y… si fuera asi, que esta es la ultima noche, pues…

– Te entiendo -dijo Elvy, y era verdad-. Entra.

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