* * *

Todavia estaba la vecina en el cuarto de bano secandose el pelo cuando llamaron otra vez a la puerta.

«Que manera de aporrear…».

Pero entonces Elvy recordo que el apagon debia de afectar tambien al timbre. Temerosa de que fuera el vecino en busca de su mujer desaparecida, abrio la puerta al tiempo que preparaba un discurso acerca de la libertad de las personas.

Pero no era el vecino, sino Greta, una de las senoras mayores que se habia mostrado convencida aquella tarde durante su visita. Venia mejor preparada que la vecina. Llevaba la cabeza y los hombros cubiertos con un impermeable en forma de poncho de color verde chillon, y debajo de el traia una cesta.

– Bueno, he traido cafe y unos bollos. Asi podemos velar juntas.

No paso mucho tiempo antes de que llegara otra de las mujeres. Ella traia un paquete de velas, por si hacian falta. Finalmente llego Mattias, el hombre joven experto en ordenadores. Dijo que habia pensado traerse su ordenador portatil, pero que no parecia muy buena idea mientras siguiera la tormenta.

Cuando estuvieron todos reunidos en la sala de estar y encendieron mas velas, con las tazas llenas de cafe y los bollos servidos, todos empezaron a dar explicaciones. La tormenta habia amainado, asi que Hagar pudo subir el volumen de su aparato y participar en la conversacion.

Habia sido la tormenta, declararon todos. Era una advertencia. Si aquella noche iba a significar el fin del mundo o al menos un cambio radical de la vida tal como la conocemos, no querian pasarla solos cuando tenian la posibilidad de vivirla con otros que pensaban como ellos.

Despues de hablar de ello un rato, las miradas se volvieron hacia Elvy. Ella comprendio que esperaban que ella dijera algo.

– Si -dijo Elvy-. Es cierto que solos no podemos conseguir nada. La fe solo puede mantenerse viva cuando se comparte. Ha sido una bendicion que hayais venido aqui. Juntos somos mas grandes que la suma de nuestras partes. Vamos a velar juntos esta noche, y si es la ultima, al menos le haremos frente juntos. Mano con mano.

Elvy se avergonzo despues de terminar su discurso. No habia sido nada inspirado. Solo habia tratado de decir lo que ellos esperaban. Se hizo un silencio mientras los otros reflexionaban sus perogrulladas, hasta que Hagar grito:

– ?Tienes colchones para todos?

Elvy sonrio:

– Cuando hay sitio en el corazon, donde caben cuatro…

– ?No podemos cantar algo? -pregunto el hombre joven.

Si, claro que podian cantar. Pero ?que?

Todos se devanaron los sesos buscando algo acorde para la ocasion. Hagar miro a su alrededor.

– ?Que pasa? -pregunto.

– Vamos a cantar algo -le dijo Elvy en voz alta-. Estamos pensando que.

Hagar penso un segundo, y luego entono:

«Mas cerca de Dios, a ti…».

Todos la siguieron lo mejor que pudieron. La luz de las velas flameaba debido al aire que expulsaban mientras cantaban a voz en grito, ahogando el ruido de los truenos.

Bondegatan, 21:50

En la sala de estar del atico estaban celebrando que alguien cumplia cincuenta anos. La tormenta se habia alejado, y desde su ventana Flora podia oir las risas de los invitados retumbando en el hueco de las escaleras. Al fondo Peps cantabaHog standard, y a Flora no le cabia en la cabeza que pudieran poner eso sin avergonzarse.

La muchacha permanecia quieta, rumiando su desprecio hacia aquella clase media en cuyo seno habia nacido. Era posible destacar un poco, se podia estar un poco loco o ser un poco negro, mientras eso ocurriera dentro de ciertas normas esteticas. Todo lo que se saliera de eso habia que tratarlo con el psicologo. Nunca se sentiria a gusto con ellos. Solo tenia ganas de gritar, agitar los brazos, explotar cuando la tolerancia se cernia a su alrededor como una camisa de fuerza.

Sus padres habian mandado a Viktor a la cama a las nueve y media, y ella habia rehusado acompanarlos a la fiesta despues de que la invitaran con aquel tono desenfadado que decia que no habia pasado nada, que todo estaba bien, pio, pio.

Rodo sobre si misma para salir de la cama y fue al cuarto de estar, donde puso la tele para ver las noticias. No habia sabido nada mas de Peter, y no se atrevia a llamarlo por miedo a hacer ruido.

Las noticias trataban casi exclusivamente de los redivivos. Un catedratico de biologia molecular explico que si, que lo que en un principio habian pensado que era una bacteria agresiva que favorecia la descomposicion, habia resultado ser una coenzima ATP, un nucleotido en la obtencion de energia celular. Lo incomprensible era que pudiera vivir a una temperatura tan baja.

«Es como si fermentara una masa colocada fuera en la nieve», explico el catedratico, que solia colaborar en programas de divulgacion cientifica.

La incomprensible vitalidad del ATP explicaba tambien por que los recien fallecidos habian podido superar la rigidez caracteristica de la muerte, ya que es precisamente la disgregacion del ATP lo que bloquea los musculos.

– Digamos por el momento que se trata de una mutacion del ATP, pero… -El catedratico hizo un gesto juntando el dedo indice con el pulgar como para subrayarlo-… lo que no sabemos es si esa enzima es la que los ha hecho despertar, o si la aparicion de esta es solo una consecuencia de que se hayan despertado.

El catedratico extendio los brazos y sonrio, como si esa fuera una pregunta que quisiera responder con la ayuda de los telespectadores. ?Causa o consecuencia? ?Tu que crees? A Flora no le gustaba su manera de hablar del asunto como si fueran perogrulladas, como si se tratara de debatir sobre los pros y los contras de suspender las capturas de merluza.

La siguiente noticia hizo que se acercara un decimetro mas a la pantalla.

Por la tarde habian permitido la entrada en Danderyd a un equipo de television. Las imagenes mostraban una sala de hospital enorme donde aparecian unos 20 redivivos sentados en el suelo, en las camas, en las sillas. Al principio solo se les veia el semblante. Lo sorprendente era que todos tenian la misma expresion en la cara: una extraneza impasible, los ojos como platos, las bocas abiertas. Parecia un grupo de escolares, todos sentados mirando a un mago y vestidos con las batas azules del hospital.

Luego la camara se alejaba para que se viera el objeto de su atencion: un metronomo colocado encima de una mesa con ruedas; la varilla se movia sin parar de un lado a otro ante la admiracion del publico. Una enfermera sentada al lado del metronomo estaba bastante tensa, consciente de la presencia de la camara.

«Sera la que lo ponga en marcha cuando se pare».

El locutor hablaba de como habia mejorado la situacion en el hospital desde que se les ocurrio la idea de los metronomos, e informo de que ahora buscaban otros metodos.

El tiempo iba a seguir inestable.

Flora apago la tele y se quedo sentada mirando su propia imagen reflejada en la

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