La idea de que para colmo el tenia que tener cuidado con lo que
No era esto lo que el habia imaginado. En absoluto.
Flora sentia como aumentaba la potencia del campo con cada paso que daba en direccion a los edificios. La percepcion desde el otro lado de la verja se habia limitado a corrientes que fluian a traves de su mente, pero ahora era como penetrar en una niebla que se iba espesando de forma gradual. Y al igual que la bruma reforzaba los sonidos, ella podia oir los pensamientos de unas pocas personas vivas, debiles pero con nitidez; parecian gritos lejanos. Se detuvo cuando se encontraba ya entre los edificios y se concentro.
Nunca habia experimentado nada parecido a aquel campo. Estaba formado por consciencias, montones de consciencias que solo estaban alli como una presencia, pero ningun pensamiento. Pero se pensaban cosas,
Se apoyo contra la pared; era como si no hubiera espacio para ella. Su cabeza contenia una microversion de todo cuanto sucedia en el recinto en aquel momento, y era, sobre todo, miedo, desesperacion, las emociones basales y los reflejos propios del cerebro de un reptil, y se percibian por todas partes con tal intensidad que la muchacha tuvo la impresion de que el campo era visible y se ondulaba en el aire como las oleadas de calor que se levantan del asfalto recalentado.
«Esto no es bueno, esto es… peligroso».
Avanzo un poco sujetandose la cabeza con las manos y mirando a traves de los cristales de un balcon de la planta baja. Vio una sala de estar sin muebles. En mitad del suelo estaba sentada una figura con la camisa y los pantalones azules del hospital. Era una
Sin embargo, no tenia el cuerpo encogido. Se mantenia derecho, rigido, tenso, con las piernas estiradas y mirando a un punto fijo delante de el. Sus ojos se encontraban demasiado hundidos en el craneo para poder determinar a donde dirigia la mirada exactamente, pero tenia la cabeza mirando directamente al frente.
Una rana brincaba entre sus piernas. Flora creyo por un instante que se trataba de una rana de verdad, pero, despues de observar los saltos mecanicos durante unos segundos, comprendio que era de juguete. Arriba y abajo, arriba y abajo saltaba la rana y el muerto seguia sus movimientos con la boca abierta. A traves de la ventana llegaba un debil clic clac, clic clac.
Los movimientos se fueron volviendo poco a poco mas lentos y los saltos de la rana cada vez mas torpes. Al final, no eran mas que pequenas sacudidas agonicas de sus patas, y despues se paro del todo.
El muerto se inclino hacia delante y puso la mano encima de la rana, le dio un par de golpecitos. Al ver que no pasaba nada, levanto la rana hasta la altura de los ojos, la observo detenidamente y toqueteo con sus dedos huesudos la chapa reluciente de la rana. Encontro una cuerda y estuvo dandole vueltas un buen rato. Luego, volvio a poner la rana en el suelo, donde esta empezo de nuevo a saltar, observada con el mismo interes.
Flora dejo de mirar por la ventana y se rasco la cabeza, que aun era un campo de gritos llenos de angustia, un tormento que ella llevaba dentro y no era suyo. Entro en el patio mas cercano, donde observo las fachadas grises, las hileras de ventanas arregladas y el vacio entre los portales ahora que la gente habia ido donde estaban los suyos.
«El infierno. Esto es el infierno».
Tal vez antes habia pensado que ese lugar daba miedo -toda aquella basura y las peleas en apartamentos desprovistos de muebles-, pero aquello no era nada en comparacion con lo que sentia ahora. Habian limpiado hasta el ultimo grano de suciedad de la zona de acceso y un olor a desinfeccion flotaba en el aire. Habian arreglado y acondicionado los apartamentos, los muertos tenian un sitio donde vivir y, en realidad, solo eran tumbas nuevas. Sentados, quietos en la tumba, con la vista fija en un movimiento que se repetia eternamente. El infierno.
La chica se dirigio al centro del patio, donde quiza alguna vez se planeo erigir un parque infantil, pero solo habian llegado a colocar los postes de los columpios y un par de bancos. Se dejo caer pesadamente en uno de ellos y se apreto las munecas contra los ojos hasta que llego a ver soles explotando.
«Pero el campo… las presencias…».
De uno de los portales salieron un par de personas cabizbajas, un hombre y una mujer. El hombre iba pensando algo de «considerarla muerta» y la mujer era una nina pequena, se echaba en los brazos de su madre.
Flora se descolgo la mochila, la dejo a su lado en el banco y se acurruco. El patio de Peter se encontraba a unos doscientos metros, y ella no se sentia ahora con fuerzas de ir hasta alli. Solo deseaba que aquel campo se debilitara un poco, pero por todas partes se percibia un movimiento intenso, una cacofonia de repugnancia y repulsa que no hacia mas que alimentarlo.
El cristal de una ventana se rompio en algun lugar detras de ella. Flora miro hacia alli, pero solo alcanzo a ver el reflejo de los trozos que cayeron al suelo y se dispersaron. En algun sitio resono un grito, pero era dificil de comprender, y eso la tranquilizo. La presion comenzaba a aflojar. Ella sonrio.
«Ahora empieza».
Si. Empezo como una aspiracion lejana, como una nube de mosquitos en una noche de verano: uno puede oirla pero no puede verla. Se iba acercando, atravesando todos los demas sonidos.
Algo se acercaba.
Aquel sonido agudo, ahora penetrante, se materializo fisicamente, convirtiendose en una fuerza dirigida directamente contra ella que la obligo a agachar la cabeza hacia la derecha.
Quiza tuviera que ver con su percepcion extrasensorial, pero ella pudo localizar exactamente el origen del ruido; procedia de un punto situado diez metros a su izquierda, en diagonal, y ella comprendio tambien el significado de ese sonido: no debia mirar en esa direccion.
La fuente de aquel ruido cambio de posicion, alejandose de ella.
«?No tengo miedo!».
Haciendo un gran esfuerzo con los musculos del cuello, como si tratara de enderezarse bajo un gran peso, giro la cabeza hacia arriba a la izquierda, y vio…
Se vio a si misma saliendo fuera de si.
La chica que estaba cruzando el patio lucia un traje demasiado grande, exactamente igual que el suyo, una mochila identica, el mismo pelo rojo y despeinado. La unica diferencia era el calzado. La chica llevaba su calzado favorito, las zapatillas deportivas rotas, pero aquella chica las tenia nuevas.
La muchacha se detuvo, como si hubiera notado la mirada de Flora en la