espalda. Dentro de su cabeza no cesaba ni un instante el chirrido metalico, como de un esmeril, y fue incapaz de levantarse y seguirla cuando esta echo a andar de nuevo y se dirigio a la entrada del patio siguiente. A Flora no le quedaban fuerzas en las piernas, se hundio en el banco, sollozo y desvio la mirada. El chirrido enmudecio.

Flora cerro los ojos, se tumbo en el banco con la mochila de cojin, se volvio de espaldas al sitio donde habia visto a la chica y se rodeo a si misma con los brazos.

«La he visto», penso. «Ella ha estado aqui y yo la he visto».

Heden, 12:55

No resulto facil encontrar el 17 C. Habian puesto carteles nuevos iguales a los que indican las distintas secciones en los hospitales, pero sin quitar los viejos. El resultado era una mezcla de indicaciones contradictorias para localizar los numeros de las calles entre edificios identicos. Aquello parecia mas bien un laberinto en donde la gente iba dando vueltas como las ratas en la caja de Skinner, y no habia nadie a quien preguntar como se llegaba.

Ademas, era dificil pensar o concentrarse. La confusion de otras personas -otras cifras, otros pensamientos- se abria paso dentro de su mente tan pronto como David creia haber comprendido el sistema, y era como tratar de hacer una cuenta mientras alguien sentado a tu lado esta repitiendo numeros al azar. Y si no eran las cifras ni la propia busqueda, entonces era el miedo, ese tremendo desasosiego ensordecedor que yacia en el fondo de todo.

«Un trago. Alcohol. Tranquilo».

Le entraron unas terribles ganas de beber, y no sabia si las ganas eran suyas o eran de Sture. Probablemente fuera una combinacion de las ganas de ambos, y una mezcla de vino y whisky giraba dentro de una boca imaginaria.

Lo desagradable de la telepatia no era tanto el hecho en si de que el pudiera leer los pensamientos de Sture, de Magnus o los de otros como el no saber cuales eran los suyos propios.

Ahora comprendia por que la situacion en el hospital se habia vuelto insostenible. Sin embargo, lo normal era que los pensamientos ajenos fueran mas debiles, un rumor de fondo de voces, imagenes. Al cabo de diez minutos de confusion, empezo a poder distinguir su propia consciencia en medio del rumor, pero cuando los redivivos habian estado mas juntos unos de otros, debia de ser casi imposible, con todos los «yoes» y los «mios» entrando y saliendo, entremezclandose como acuarelas.

– Papa, estoy cansado -se lamento Magnus-. ?Donde es?

Se encontraban en un pasaje entre dos patios. La gente entraba y salia de los portales, la mayoria parecia que daban con el sitio. Sture miro las cifras que aparecian pegadas en la fachada y se seco el sudor de la frente con el puno de la camisa.

– Que idiotas -exclamo-. No deberian haber puesto mas cifras. ?Ay!

Sture cerro el puno y lo levanto hasta la altura del pecho, se freno.

– ?Lo llevo yo? -pregunto David.

– Si.

Sture miro a su alrededor y abrio un poco la chaqueta. Tenia en la camisa un buen agujero justo a la altura del corazon. Baltasar daba patadas en el bolsillo tratando de salirse de el. David cogio al animal, que ahora pateaba como loco entre sus manos, y lo introdujo en su bolsillo interior, donde continuo dando patadas.

– ?Cuando llegamos? -pregunto el nino.

David se agacho.

– Enseguida lo encontramos -le dijo-. ?Que tal…? ?Que tal aqui? -pregunto senalando la cabeza de Magnus.

Este se froto la frente.

– Es como si hubiera un monton de gente hablando.

– Si. ?Te molesta?

– No tanto. Yo pienso en Baltasar.

David le dio un beso en la frente y se levanto. Se quedo paralizado. Habia sucedido algo. Las voces calmaron y casi desaparecieron. Dentro de su mente atisbo algo que no logro identificar en un primer momento. Vio unas largas pajas amarillas dobladas y sintio una oleada de calor suave procedente de un cuerpo muy cercano a el.

Sture se quedo paralizado y boquiabierto, examinando los alrededores.

«Ve lo mismo que yo», dedujo David. «?Que es?».

Sture le miro y se llevo las manos a la cabeza.

– Asi es… -dijo abriendo los ojos, horrorizado. David no comprendio a que se referia. Lo que el experimentaba era una gran seguridad, calma. Podia sentir las palpitaciones del cuerpo caliente pegado al suyo, eran palpitaciones rapidas, mas de cien por minuto, que, sin embargo, transmitian seguridad.

– Se vuelve uno loco con tantos pensamientos -dijo Sture.

Ahora David vio que eran las briznas amarillas. No las habia reconocido porque el aumento de tamano las cambiaba mucho. Pese a tener el grosor de un dedo, era heno.

Estaba echado sobre el heno, al lado de un cuerpo calido, y el heno era tan grande porque el era muy pequeno.

«Baltasar».

La conciencia del conejo formaba ahora el telon de fondo de la suya. El cuerpo calido con los latidos rapidos era el de la madre.

Sture se puso delante de el con la mano extendida.

– Me gustaria volver a llevarlo -observo-. Lo prefiero.

– ?Que pasa? -pregunto Magnus.

– Ven…

David le hizo una senal a Sture y los tres se pusieron en cuclillas y formaron un pequeno circulo que les ocultaba del mundo exterior. David se saco a Baltasar del bolsillo, se lo dio a Magnus.

– Toma -le dijo-. A ver que sientes.

Magnus cogio al animal, se lo acerco al pecho y miro con ojos alucinados. Sture se abrio la chaqueta, olio su bolsillo interior e hizo una mueca. En el forro claro de la chaqueta se veian unas manchas oscuras de pis de conejo. Permanecieron asi medio minuto, hasta que al pequeno se le empezaron a llenar los ojos de lagrimas. David se echo hacia delante.

– ?Que te pasa, pequeno?

Magnus tenia los ojos brillantes, miro a Baltasar y contesto:

– No quiere estar conmigo. Quiere estar con su mama.

David y Sture intercambiaron una mirada, y este se apresuro a decir:

– Si, pero no habria podido hacerlo aunque estuviera suelto. La mama echa fuera a sus crias.

– ?Como que las echa fuera? -pregunto Magnus.

– Para que aprendan a valerselas por si mismas. Baltasar, en cambio, tuvo la gran suerte de poder venir contigo.

David no sabia si lo que decia Sture era verdad, pero a Magnus le tranquilizo un poco. El nino apreto a Baltasar aun mas fuerte.

– Pobre Baltasar. Yo voy a ser tu mama -aseguro con una voz como si le estuviera hablando a un bebe.

Sorprendentemente, parecia como si aquella aclaracion tambien hubiera tranquilizado a Baltasar. Dejo de patalear y se quedo quieto en las manos de Magnus. Sture miro a su alrededor.

– De todos modos, lo mejor sera que lo lleve yo.

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