– ?Y no estas preocupada?
– Si, pero… -Anna se encogio de hombros y colgo dos calcetines pequenos en el mismo gancho.
– Pero ?que?
– Creia que ibas a ir tu a buscarla.
– Pues a lo mejor no tengo ganas.
– Ah, es eso. Entonces vas a tener que ensenarme como funciona el motor.
– No te pases.
Anna le devolvio una mirada de significado elocuente: «No te pases tu», y su padre entro en la casa a reganadientes. El chaleco salvavidas mas grande era demasiado pequeno para el, parecia un bebe gigante cuando se ajusto el cinturon sobre la tripa, asi que paso del chaleco. De pronto, todo empezaba a perder importancia. Entro a ver a Elias, tumbado en la cama bajo el cuadro del trol, pero no sintio deseo alguno de acercarse a el. Cogio el bidon de agua y salio.
– Bueno -dijo-, pues tendre que ir yo.
La chica habia tendido toda la colada. Se agacho y apoyo las manos sobre las rodillas.
– Papa -le dijo suavemente-. No sigas asi.
– ?Que no siga como?
– Que no sigas, simplemente. No hay necesidad.
Mahler paso junto a ella y bajo hacia la barca.
– Conduce con cuidado -le pidio Anna.
– Claro, claro.
Cuando el ruido del motor se perdio entre las islas, Anna se tumbo de espaldas sobre la roca recalentada por el sol, colocandose de manera que el calor llegara todo lo posible hasta su piel. Despues de permanecer un rato alli tumbada, entro en busca de Elias y lo tumbo a su lado en la piedra envuelto en el edredon.
Ella se volvio de lado hacia el, apoyando la cabeza en la mano, y se concentro en un punto de su arrugada frente marron con manchas negras.
«?Elias?».
Recibio una respuesta no expresada con palabras; de hecho, ni siquiera era una respuesta, sino mas bien una muda constatacion de que estaba ahi. Elias habia hablado realmente con su madre en contadas ocasiones, la ultima vez fue cuando ella estaba cortando el cesped mientras su abuelo seguia con aquellos ejercicios absurdos.
Ella estaba quitando una piedra que se habia quedado atascada dentro del cortacesped, cuando la voz clara y nitida de su hijo le invadio la cabeza:
«?Mama, ven! El abuelo esta enfadado. Voy a…».
Elias no llego mas alla antes de que su voz se ahogara en un sonido cortante, silbante. Cuando ella entro en la casa, Elias estaba en el suelo con la silla encima y el sonido agudo desaparecio, al tiempo que perdio todo contacto con el.
La vez anterior fue de noche. Ella apenas dormia y cuando conciliaba el sueno era por puro agotamiento. Le resultaba dificil dormir sabiendo que Elias estaba en su cama con la vista en el techo y que le dejaba solo cuando desaparecia en el espacio cerrado del sueno.
Se habia adormilado en un colchon al lado de la cama de Elias cuando su voz la desperto, pego un salto, se sento y le vio alli tumbado en su cama con los ojos abiertos.
– ?Elias? ?Has dicho algo?
– «Mama…».
– ?Si?
– «No quiero».
– ?Que es lo que no quieres?
– «No quiero estar aqui».
– ?No quieres estar aqui, en la casa de veraneo?
– «No. No quiero estar… aqui».
El redivivo interrumpio la conversacion en cuanto se oyo un silbido, antes de que ese sonido sibilante aumentara de volumen y resultara insoportable. Anna percibio con claridad tangible como su hijo se agazapaba en el interior de si mismo hasta desaparecer. Por unos instantes, mientras madre e hijo hablaban, algo habia animado a Elias, pero al cabo de un momento, cuando lo recobro, ya solo fue posible entablar una precaria comunicacion sin palabras.
Y otra cosa mas.
Cada retirada de Elias tenia un unico motivo: el miedo. Ella lo sabia. Elias temia algo relacionado con aquel sonido silbante.
Sobre la roca a la luz del sol, con esa cara de momia sobresaliendo del edredon, quedaba claro, terriblemente claro, que el cuerpo de Elias solo era ese caparazon del que hablaban. Ese pellejo seco y arrugado escondia en su interior algo innombrable que no era de este mundo. Elias, ese nino que se habia balanceado en los columpios y al que le habian gustado las nectarinas, no iba a volver. Ella lo habia comprendido ya durante aquellos primeros minutos en el dormitorio de Mahler en Vallingby.
«Y, sin embargo, sin embargo…».
Ella ahora podia valerse por si misma. Tendia la ropa y canturreaba canciones, lo cual no habria podido hacer de ninguna de las maneras una semana antes. ?Por que?
Porque ahora sabia que la muerte no lo era todo.
Tantas veces como habia bajado a Racksta y se habia sentado junto a la tumba y le habia hablado en susurros, tendida sobre la lapida. La mujer sabia entonces que el cuerpo de su hijo se hallaba alli abajo, pero tambien sabia que el no la podia oir, que, en realidad, no quedaba nada de el. Que Elias solamente habia sido la suma de columpios, nectarinas, bloques de Lego, sonrisas, cabezonerias, y «mama, dame otro beso de buenas noches». Cuando todo aquello habia desaparecido, solo quedaban los recuerdos.
Estaba completamente equivocada, y esa era la razon de que ahora tarareara canciones. Elias estaba muerto, pero no habia desaparecido.
Anna abrio un poco el edredon para que le entrara algo de aire. Elias todavia olia mal, pero no como al principio. Era como si lo que podia oler mal se hubiera… consumido.
– ?De que tienes miedo?
No hubo respuesta. Le aireo el pijama por encima del vientre y salio una tufarada de aire podrido. Le cambiaria en cuanto se secara la ropa. Se quedaron en la roca hasta que el sol descendio hacia el mar de Aland, empezo a levantarse una brisa fresca y Anna llevo a Elias dentro.
La ropa de la cama olia a moho, asi que la saco fuera y la colgo de un aliso proximo a la casa. Encontro un quinque y lo lleno de queroseno para cuando se hiciera de noche. Comprobo si funcionaba la chimenea quemando unos papeles y abriendo el tiro. El humo se quedaba dentro. Probablemente la chimenea estaria tapada; quiza algun pajaro habia construido su nido en ella.
Anna se unto unas rebanadas de pan con huevas de bacalao, lleno un vaso de leche, salio y se sento en la piedra. Despues de comerse las rebanadas bajo hasta la orilla para comprobar que era aquella cosa grande y plateada oculta entre la hierba y que ya le habia llamado la atencion antes.
Al principio no comprendio que podia ser ese gran cilindro lleno de agujeros. Era el tipico objeto que uno tiraba hacia arriba, le sacaba una foto y luego podia asegurar que era un ovni. Mas tarde comprendio que era el tambor de una lavadora, que usaban los pescadores como nasa.
Dio un paseo por la orilla, hallo un tubo de espuma de afeitar y una lata de cerveza. Las nubes adquirieron un color rojo claro y penso que su padre tenia que estar a punto de llegar.
Para contemplar mejor la puesta de sol y comprobar si venia su padre, subio a una colina coronada por un tumulo situado detras de la casita. La vista era fantastica. Aunque la colina no