– ?Que quieres? ?Largate de aqui! ?Fuera de aqui!
Dejo de tirar.
La puerta se cerro de golpe y saltaron algunas astillas de la madera podrida, que planearon hasta caer sobre sus pies. Ella contuvo la respiracion y escucho. El mirlo habia dejado de cantar y Anna oyo unos golpes que se alejaban hacia la roca de fuera. Hueso contra piedra. El monstruo se alejaba.
«Mama, ?que pasa?».
«No tengas miedo», respondio ella. «Ya se ha ido».
Volvio a ponerse en marcha ese sonido silbante tan similar al de una flota de barcos pequenos cuando surcaba la bahia, se acercaba mas y mas. A Anna le habria gustado gritar: «Basta, dejanos en paz, largate de aqui» a todo lo que parecia que queria atraparlos, pero no se atrevio por temor a asustar a Elias. El sonido sibilante desaparecio en cuanto aquel abandono su mente.
Anna solto la puerta, empuno el hacha y volvio a su sitio. Escucho los ruidos del exterior. No se oia nada. La mano humedecida por el sudor apenas era capaz de sostener el arma. Mientras sucedio todo aquello, ella no habia notado ni por un momento la presencia del ahogado dentro de su cabeza, cosa que le asusto aun mas. Con Elias habia siempre un atisbo, una presencia. El ahogado estaba callado.
Cuando el mirlo retomo su canto fuera de la casa, Anna se atrevio a alejarse de la entrada y se dirigio a la habitacion de Elias. Se detuvo en el vano de la puerta, y al fin se le cayo el hacha de las manos.
El ahogado estaba encima de la roca, mirando hacia dentro a traves de la ventana. Ella se agacho con cuidado para recoger el hacha como si se encontrara frente a un animal que pudiera alborotarse con cualquier movimiento brusco, pero el intruso no se movio.
«?Que hace?».
No podia mirar; no tenia ojos. Anna se quedo en el borde de la cama agarrando fuertemente el hacha con la mano, se sento en un angulo en el que no podia ver por la ventana, y, no obstante, si que podia oirlo si se movia. Jamas habia visto algo tan repulsivo. No podia pensar en el, no debia pensar en el. Era como si algo vibrara dentro de su cabeza, esperando conectar con ella y sumirla en una siniestra locura.
Se quedo con los ojos clavados en el cuadro del trol que colgaba de la pared, en el trol bueno con las manos grandes y seguras. En la nina pequena. Y entonces penso: «Papa, ven a casa».
Habian hallado un sitio en la orilla de Kungsholm, a mitad de camino entre su apartamento y el Parlamento.
David supuso que estaria prohibido enterrar animales, asi sin mas, en la ciudad, pero ?que otra cosa cabia hacer?
Antes de salir habian hecho una cruz con unos trozos de listones de madera y una cuerda. El propio Magnus habia escrito «Baltasar» con un rotulador. David se quedo vigilando mientras nieto y abuelo cavaban un hoyo dentro del matorral lo bastante hondo como para que cupiera la caja de zapatos.
Desde la perspectiva limitada que le proporcionaba aquel ejemplo, David creyo comprender cual era el sentido de los entierros. El trabajo de preparar la caja, pensar como habia que poner las flores y hacer la cruz proporciono a Magnus una satisfaccion que las palabras y el consuelo solos no habrian podido darle. Habia llorado mucho en el camino de vuelta a casa desde Heden, pero en cuanto llegaron al apartamento empezo a hablar del entierro, de como podian hacerlo.
Incluso David y Sture colaboraron sinceramente en el proyecto, aun no habian dicho ni una palabra sobre lo ocurrido. No podian hablar de lo que habia hecho Eva ni de lo que eso significaba cuando Magnus estaba presente y precisaba toda su atencion. De una cosa podian estar seguros: Eva no iba a volver a casa en mucho tiempo.
El hoyo estaba listo. El nino abrio la tapa de la caja por ultima vez y Sture se apresuro a colocar la cabeza del conejo en su sitio. Magnus le acaricio el pelo con el dedo.
– Adios, pequeno Baltasar. Espero que te vaya bien.
David ya no podia llorar mas. Ahora unicamente sentia rabia, rabia contenida e impotencia. Si hubiera estado solo, habria agitado los punos contra el cielo antes de gritar: «?Por que, por que, por que haces esto?». En lugar de eso se derrumbo en el suelo junto a Magnus y le puso la mano en la espalda.
«?Joder! Que es su cumpleanos. ?No podia haber disfrutado… aunque solo fuera por hoy?».
El propio Magnus puso la tapa y deposito la caja en el hueco. Sture le entrego una pala de jardin y el echo tierra hasta que ya no se veia el carton. David permanecio inmovil, con la vista fija en el monton de tierra que disminuia, en el agujero que se rellenaba.
«Y si… vuelve…».
Se tapo la boca con la mano y se esforzo por contener una carcajada que pugnaba por salir al imaginarse al conejo cavando hasta salir de la tierra, descabezado y volviendo a su apartamento saltando con andares de zombi, brincando escaleras arriba.
Sture ayudo a Magnus a colocar encima los trozos de hierba, alisarlos y, con ayuda de la pala, clavar la cruz en la tierra. Miro a David y ambos asintieron. No estaban seguros de que la tumba fuera a seguir alli, pero ya estaba hecho de todos modos.
Todos se levantaron. Magnus empezo a cantar «El mundo es un valle de lagrimas…» como habia visto por la tele que hacian los ninos en
David y Sture le pusieron al nino una mano cada uno en los hombros. Su padre no podia quitarse de encima la sensacion de que en realidad lo que estaban haciendo era enterrar a Eva.
«El fondo. Esto tiene que ser…».
Magnus cruzo los brazos sobre el pecho y David sintio como se le hundieron los hombros.
– Ha sido culpa mia -dijo el pequeno.
– No -refuto su padre-. No, claro que no ha sido culpa tuya.
Magnus asintio.
– Fui yo el que lo hizo.
– No, carino. Fue…
– Si, fui yo. Fui yo quien pense eso y mama lo hizo.
David y Sture se miraron el uno al otro. El abuelo se agacho y le pregunto:
– ?Que quieres decir?
Magnus se abrazo a la cintura de su padre y le dijo con la cara pegada al vientre:
– Yo pense cosas malas de mama y ella se enfado por eso.
– Carino… -David se agacho y cogio a Magnus en brazos-. Somos nosotros los que deberiamos haberlo entendido… No es culpa tuya.
El cuerpo del pequeno temblaba entre sollozos y por sus labios salio un torrente incontenible de palabras.
– Si, porque yo pense… Yo pense que… que ella solo hablaba raro y no se preocupaba de… Y yo pense que no la queria, que era fea y la odie por mucho que no quisiera, porque yo creia que ella iba a estar como siempre, y entonces resulta que ella estaba asi, y entonces pense eso, y cuando pense eso… cuando pense eso, fue entonces cuando ella hizo lo que hizo.
Magnus siguio hablando mientras David le llevaba de vuelta al apartamento, y no dejo de hablar hasta que lo acosto en su cama. Tenia los ojos rojos de tanto llorar y los parpados hinchados.
«En el dia de su cumpleanos…».
Al poco rato se le cerraron los ojos y se quedo dormido. Su padre lo arropo, volvio a la cocina junto a Sture y se desplomo en una silla.