Lleno los bidones de agua potable en el grifo de la parte posterior de la tienda. Entonces se acordo de la carretilla que habia visto abajo junto al embarcadero, en la que ponia «Supermercado Insular del Archipielago de Graddo». Ahora comprendia por que estaba alli. Se pregunto que seria mejor: bajar al puerto y coger la carretilla o intentar llevar los dos bidones, que ahora pesaban cuarenta kilos, mas las bolsas de la compra.
Decidio llevarlo todo…
… pero se vio obligado a detenerse para descansar a cada paso, y al cabo de veinte minutos apenas habia recorrido la mitad del trayecto. Al final, bajo a por la carretilla, ascendio con ella hasta donde habia dejado las cosas y llego al muelle en diez minutos.
Ya eran las siete pasadas y empezaba a caer la tarde. Aun se veia asomar la cabeza calva del sol por encima de las copas de los arboles, pero el astro rey descendia en picado. Mahler no tenia tiempo que perder; navegar de vuelta hasta la isla a oscuras y sin carta nautica era mas de lo que el era capaz de hacer. Dejo las bolsas y los bidones en la embarcacion, pero, no obstante, se vio obligado a hacer una pausa algo mas larga para evitar que se le acelerase el corazon.
Despues rezo una oracion y tiro de la cuerda. El motor arranco a la primera. Se dirigio al ponton de la gasolinera y vio que estaba cerrada. Amarro el barco, pero dejo el motor en marcha mientras comprobaba los surtidores. No habia ninguno automatico para pagar con billetes o tarjeta. La unica posibilidad de conseguir combustible era volver a subir a la tienda. Levanto el bidon de combustible y calculo el contenido, estaba lleno hasta la mitad, mas o menos.
Miro el camino hasta la tienda. No tenia fuerzas.
Estaba seguro de poder llegar a su destino con el combustible que le quedaba. La vuelta era mas insegura.
Tal vez hubiera gasolina en algun sitio de la casa. Habia visto un bidon debajo del fregadero, pero no habia comprobado si habia algo en el. Era cierto que los bidones de agua se los habia encontrado vacios, pero la gasolina podia uno tenerla almacenada durante mucho tiempo.
Probablemente en el bidon habia gasolina de reserva para una situacion similar a la de ellos. Si, logicamente.
No le gustaba aquella situacion. Deberia volver a subir a la tienda. Sin gasolina iban a estar abandonados a…
«?A que?».
A los elementos. A la buena de Dios.
Pero seguro que habia gasolina en aquel bidon.
Se sento de nuevo en el bote. Y se alejo de tierra y de todo vestigio de normalidad.
Eran las 20:30 cuando se acercaba a la zona donde debia girar hacia el sur. No era capaz de reconocer con exactitud su posicion. El sol solo era una linea roja en el horizonte y el anochecer conferia a las islas un aspecto diferente. Aun podia divisar el poste de la isla de Manskar, pero le parecia que estaba demasiado desplazado a la derecha.
«Debo de haberme alejado demasiado».
Dio la vuelta al bote y volvio por el mismo camino. Seguia sin saber donde estaba. Con la luz del crepusculo declinando lentamente, era cada vez mas dificil calcular la distancia. Que era una sola isla grande y que un grupo de islas pequenas.
Gustav se mordia los nudillos.
No tenia carta nautica de las islas ni combustible de reserva. Lo unico que tenia para guiarse, su unica salvacion, eran las pocas referencias en tierra que conocia, y ninguna de ellas estaba la vista.
Ahogo el motor tanto como se atrevio sin arriesgarse a que se le parara, y lo dejo en punto muerto. Trato de tranquilizarse, escudrinar las islas, repasar mentalmente el recorrido que habia hecho. Mientras tuviera localizada la ruta de los ferries no habia riesgo de que se perdiera totalmente. Miro a su alrededor. Un ferry procedente del mar de Aland se acercaba a gran velocidad. Era uno de los que cubria la ruta hacia Finlandia. Tenia encendidas mas luces que en un carnaval.
Mahler no queria abandonar esa ruta, pero el barco le obligaba a ello. Se acerco despacio a las islas y dejo la via libre. Si el ferry se lo llevaba por delante, sobre el capitan no caeria ni la mas minima sombra de culpabilidad, puesto que habria que anadir las
Paso el ferry. A traves de las ventanas iluminadas Mahler pudo ver un monton de personas despreocupadas. Le habria gustado estar con ellas ahi dentro. Volar sencillamente a traves de la ventana, aterrizar en el bar, beber cubatas hasta que estuviera vacia la cartera, escuchar musica pop carente de contenido y mirar de reojo a las chicas que desaparecieron de su vista hacia mas de treinta anos. Quiza escuchar a algun estonio solitario contarle su triste historia mientras el alcohol lo cubria todo con un velo de disculpa.
Paso el ferry. Pasaron sus luces y Mahler se quedo de nuevo solo en la oscuridad.
Miro el reloj; eran las nueve pasadas. Comprobo el deposito del combustible: estaba casi vacio. Al volcarlo, el motor empezo a carraspear, pero regreso a su zumbido normal cuando Mahler volvio a colocar el deposito en posicion horizontal.
«No es ninguna catastrofe», trato de convencerse a si mismo.
En el peor de los casos tendria que desembarcar en alguna isla y esperar que pasaran las breves horas de la noche. Ponerse en marcha a la manana siguiente, o remar, en caso de que tuviera que hacerlo. Quiza fuera lo mejor acercarse ya a alguna isla, mientras aun le quedaba combustible, y seguir el viaje al dia siguiente.
Anna y Elias iban a preocuparse, evidentemente, pero podian arreglarselas solos.
Y, ademas: ?se preocuparian siquiera?
Estarian mas bien aliviados.
Mahler giro y se dirigio a la isla mas proxima para pernoctar alli.
Solo cuando el color de la ventana se volvio gris oscuro se plantearon Flora y Peter salir del cuartucho. No se habia oido ningun ruido ni percibido ninguna conciencia por los alrededores en varias horas, pero no podian estar seguros.
Flora se quedo de piedra cuando Peter le abrio la puerta. Si antes le parecia desnutrido, ahora estaba consumido. Tan pronto como entraron en el cuarto se abalanzo sobre la fruta que llevaba Flora en la mochila. El cuarto apestaba. En el mismo momento que Flora lo estaba pensando -que la habitacion apestaba a deposiciones-, Peter dijo entre dos bocados:
– Lo se. Lo siento. No he podido vaciarlo. El trapo que cubria el cubo del rincon tenia una manta encima, pero incluso asi se filtraba el olor.
– Peter, no puedes vivir asi.
«Dame una alternativa».
Flora se echo a reir. Ahora que todos los demas habian desaparecido oia con toda claridad la voz de Peter dentro de su cabeza. Alli no hacia falta hablar en voz alta.
«No se», penso ella.
«No. Saldremos esta tarde», fue la respuesta.
Aguardaron. Se distrajeron apostando cerillas al poquer, pero el juego se