sin ver o sin darle ninguna importancia a la presencia de la muchacha. Quien capto su interes, en cambio, fue el muerto que estaba debajo de la farola, y se sintio atraida hacia la luz como una polilla. Flora observaba boquiabierta; parecia como si la mujer acabara de ver a su amado y, atraida por una fuerza mas poderosa que la muerte, se encaminaba hacia el.
Varios redivivos mas se unieron al grupo. De algunos portales salia solo uno; de otros, dos o tres. Cuando se junto un grupo de quince debajo de la farola, empezo algo que a Flora le hizo estremecer, la sensacion de estar presenciando un rito tan ancestral que parecia perdido en la noche de los tiempos.
Fue imposible ver quien habia empezado, pero poco a poco comenzaron a moverse en el sentido de las agujas del reloj. Pronto habian formado un circulo, con la farola en el centro. A veces, alguien chocaba con otro o se tambaleaba y caia fuera, pero enseguida recuperaba su lugar dentro del circulo. Se movian dando mas y mas vueltas, y sus sombras se deslizaban sobre las fachadas de los edificios. Los muertos estaban bailando.
Flora recordo algo que habia leido sobre los monos en cautiverio, o tal vez se trataba de gorilas. Si clavaban una estaca donde estaban, no habia que aguardar mucho antes de que los simios formaran un corro a su alrededor y comenzaran a moverse en circulo. Era el mas primitivo de todos los ritos: la adoracion del eje central.
A Flora se le saltaron las lagrimas. Su campo visual disminuyo y se le empano. Permanecio mucho, mucho tiempo, como hipnotizada, mirando a los muertos, que seguian dando vueltas en su circulo sin interrupcion ni variacion alguna. Si alguien le hubiera dicho entonces que era aquella danza la que mantenia la tierra en rotacion, ella habria asentido y habria contestado: «Si. Lo se».
Cuando la fascinacion fue atenuandose, Flora miro a su alrededor. En muchas de las ventanas con vistas al patio vio ovalos palidos que no estaban alli antes. Eran espectadores, muertos demasiado debiles para salir, o muertos que no querian participar, imposible saber cual era el motivo. Sin saber lo que significaba, penso:
«Es asi».
Se levanto para seguir su camino. Quiza en aquellos momentos se estaba repitiendo el mismo espectaculo en todos los patios. No habia alcanzado a dar mas que un par de pasos cuando se detuvo.
Se estaban acercando otras personas, lo notaba. Otras consciencias vivas. ?Cuantas? Cuatro, tal vez cinco. Llegaban de fuera, de la misma direccion por la que habia entrado ella misma.
Solo entonces, cuando sintio dentro de su cabeza el eco nitido de otras personas vivas, comprendio que lo que antes solo habia sospechado era un hecho confirmado: excepto ella misma, Peter y quienes se acercaban ahora, no habia ni una sola persona viva dentro del recinto. Ni vigilantes, ni nada.
Volvio al sitio donde estaba anteriormente y se concentro para leer los pensamientos a los recien llegados. Lo que sintio hizo que el nudo de miedo que tenia en la garganta le cayera en el estomago como una piedra. Leyo excitacion, terror. Al tiempo que Flora conseguia desenredar los pensamientos e identificarlos como pertenecientes a cinco personas, esas cinco entraron en el patio.
Eran cinco chicos. Estaban demasiado lejos para que pudiera verlos bien, pero llevaban cosas en las manos. Bastones, o… no. Se le encogio el estomago, y de repente se sintio indispuesta de terror. Lo vio todo. Lo que llevaban en las manos eran bates de beisbol. Sus pensamientos parecian tan excitados y tan caoticos que apenas era posible apreciar ninguna imagen clara, y Flora supo que era porque estaban muy ebrios.
Los muertos seguian bailando su danza, al parecer ajenos a los nuevos espectadores.
– ?Que cojones hacen? -solto uno de los chicos.
– No se -dijo otro-. Parece que estan en la disco.
– ?La disco de los zombis!
Los borrachos soltaron la carcajada y Flora penso: «No estaran pensando… no pueden…», pero sabia que si, que lo pensaban y que podian. Uno de los chicos miro a su alrededor. Se tambaleaba casi tanto como los que habian salido de los portales.
– Oye -dijo-. Aqui hay alguien, ?no?
Los otros se callaron y registraron el patio con la mirada. Flora apreto los dientes y se quedo inmovil. La situacion era completamente nueva, no estaba acostumbrada a que pudieran leerle el pensamiento con la misma claridad que ella podia leer el de los demas. Se esforzo en no pensar nada. Como no lo conseguia, invoco el zumbido que habia empleado contra Peter mientras jugaba al poquer.
– Bah, a la mierda -dijo uno de ellos, agitando la mano-. Solo es algo.
Se acercaron a los muertos. Uno de los chicos se descolgo la mochila y dijo:
– ?Les pegamos fuego ya, o que?
– No -repuso otro agitando su bate de beisbol en el aire-. Vamos a tantearlos un poco primero.
– ?Joder!, que feos son.
– Mas feos se van a poner.
Los chicos se detuvieron a tan solo unos metros de los muertos, que en ese momento dejaron su danza y se volvieron hacia ellos. El miedo y la animadversion que los chicos habian irradiado no hacian mas que crecer. Y crecer.
– ?Hola, guapetones! -grito uno de ellos.
– Uuuuhhhh… -dijo otro, y la imagen de un zombi de
«Yo no puedo…».
Antes de que tomara conscientemente una decision -era dificil pensar con la agitacion de los chicos chisporroteandole en la cabeza-, se levanto y les grito:
– ?Oye!
De un modo que habria resultado comico en otras circunstancias, todos volvieron la cabeza al mismo tiempo hacia el lugar de donde procedia la voz. La chica salio de la sombra. Le temblaban las piernas y no habia voluntad capaz de detenerlas. Temblando, anduvo la mitad del camino hacia la farola, y alli se paro.
– Os estoy viendo. Solo para que lo sepais.
Era todo lo que podia decir, la unica amenaza que podia esgrimir. Al tiempo que era consciente de que su voz y sus pensamientos la traicionaban y dejaban claro que tenia miedo, los pensamientos de los chicos rezumaban deseos de destruccion. La humanidad brillaba por su ausencia.
– ?Una chica! -grito uno de ellos, y Flora sintio como cinco consciencias examinaban su cuerpo, noto pinchazos de atraccion, deseos de follarla antes o despues de hacer lo que habian venido a hacer. Ella dio un paso atras de forma instintiva.
– Vete a casa y acuestate -grito el que Flora creia que era el lider mientras agitaba el bate contra ella y hacia un gesto obsceno, hacia delante y hacia atras- antes de que empiece a arder en otro sitio ademas de en tu cabeza.
– ?No podeis hacer eso!
El chico exhibio una amplia sonrisa. Llevaba el pelo peinado hacia atras y una sonrisa… profesional. Vestia una camisa de color azul claro y vaqueros limpios. Todos ellos llevaban el mismo estilo de ropa y, mas que una banda de linchadores, parecia un club de amigos de la Escuela de Comercio, que salian de una fiesta de estudiantes y habian decidido divertirse un poco.
– Dime que ley lo… -empezo a decir el chico, y Flora vio a un hombre mayor, probablemente el padre del muchacho, vestido de traje a la mesa de la cocina que decia: «Hasta que no cambien las leyes, los redivivos carecen de proteccion legal porque ya estan registrados como fallecidos». Pero no le dio