tiempo a decir mas, ya que sus amigos le gritaron:
– ?Markus, cuidado!
Mientras los gamberros centraban su interes en la joven, dando la espalda a los redivivos, estos habian echado a andar, espoleados por su odio hacia los intrusos. El primero, un viejo delgado como un palo y un palmo mas bajo que el susodicho Markus, alargo los brazos y le agarro de la camisa.
Este dio un salto hacia atras y se oyo un restallido seco de la tela.
– ?Me vas a estropear tu a mi la camisa, cabron? -grito al ver el siete que le habia hecho en la manga de la camisa, y estrello el bate de beisbol contra la cabeza del muerto.
El golpe fue perfecto, le alcanzo justo encima de la oreja, y se oyo un ruido semejante al de una rama seca al partirla con la rodilla; el difunto salio despedido un par de metros como consecuencia de la violencia del golpe, dio media vuelta en el aire y aterrizo de cabeza, completando el giro, y cayo desplomado sobre el asfalto.
Markus levanto la mano, y uno de los otros choco los cinco con el. Despues cayeron sobre su presa.
Flora no podia moverse. No era solo el miedo lo que la tenia paralizada; las ganas de sangre y el odio que irradiaban aquellos chicos eran tan fuertes que no le dejaban pensar, no podia controlar su cuerpo porque los pensamientos de los chicos eran tan intensos que eclipsaban los suyos. Ella solo estaba alli quieta. Mirando.
Los redivivos no tenian ni medio sopapo para aquellos cinco jovenes bien entrenados. Fueron tirandolos al suelo uno tras otro entre gritos de triunfo. Y siguieron golpeandolos cuando ya estaban en el suelo, como si estuvieran tirando un tabique que tuviera que quedar reducido a trozos pequenos para poder meter los escombros en sacos. Los muertos no intentaron defenderse, pero, incluso despues de que les hubieran roto las piernas, seguian arrastrandose hacia los chicos; recibieron algunos golpes mas, se oyeron algunos debiles crujidos mas, pero no dejaban de moverse, solo que lo hacian mas despacio.
Los chicos bajaron sus bates y se alejaron un par de pasos de la masa bullente que tenian a sus pies. Uno de ellos saco un paquete de tabaco y ofrecio a todo el equipo. Fumaron contemplando su obra.
– ?Joder! -exclamo uno de ellos-. Creo que me ha mordido uno.
Extendio el brazo y les mostro una mancha oscura sobre la tela blanca. Los otros se echaron hacia atras, haciendo como si se asustaran, levantando las manos y gritando:
– ?Ahhh! ?Le han contagiado!
El chico al que habian mordido esbozo una sonrisa algo insegura y dijo:
– ?Bah!, dejad de hacer el tonto. ?Creeis que deberia ponerme la antitetanica o algo?
Los otros se dieron cuenta de su preocupacion y siguieron gastandole bromas, diciendole que pronto iba a convertirse en un muerto viviente en busca de carne humana, y el chico les pidio que cerraran el pico. Sus companeros se rieron de el, y como para demostrarles que no estaba preocupado en absoluto, se agacho junto a los restos mas cercanos de lo que antes habia sido una persona, una anciana diminuta con el brazo tan partido que le caia por encima de la nuca. El chico puso su brazo herido delante de la boca de ella y dijo:
– Nam, nam, venga, come.
La boca partida de la vieja, en la que destacaban unos pocos dientes entre los labios hechos pure, se abrio y se cerro como la de un pez en tierra. El chico se reia mirando a los otros, y en ese instante sucedio lo que Flora habia estado esperando que ocurriera: la vieja alargo el otro brazo, agarro al chico y le clavo los dientes en la carne.
El chico empezo a gritar y perdio el equilibrio, pero se levanto rapidamente. Los dientes se negaban a soltarle y la vieja, como si fuera una muneca de trapo, se levanto tambien del suelo colgando del brazo del chico.
– ?Ayudadme, joder! -grito el, sacudiendo el brazo, pero, pese a que la anciana no era mas que un monton de huesos rotos en un saco de piel, tenia los dientes cerrados y se balanceaba con las sacudidas.
Los otros tiraron los cigarrillos, empunaron los bates y empezaron a golpear el cuerpo de la vieja. No quedaban mas huesos que romper, lo unico que se oia eran golpes secos, blandos, como si estuvieran sacudiendo una alfombra humeda. Al final le dieron un golpe encima del hombro con tal fuerza que la cabeza se solto del brazo y ella volvio a caer al suelo.
El chico del que se habia colgado la mujer agitaba el brazo, aullando una repulsion no articulada. Le faltaba un buen trozo de carne en el antebrazo y el saltaba, daba patadas en el suelo como si deseara salir volando, desaparecer, no ser protagonista de aquello.
Le corria la sangre por el brazo, y Markus se quito la camisa, corto la manga que ya estaba rasgada y le dijo:
– Ven, vamos a hacer un torniquete…
El herido actuaba como si no lo oyera. Abrio la mochila en un impulso de enajenado, saco un par de botellas de plastico, las abrio y rocio con aquel liquido el monton de cuerpos que aun se agitaban y revolvian.
– ?Ahora vais a ver, hijos de puta! -Corrio alrededor del monton de muertos, vertiendo todo el liquido que habia en las botellas-. ?Ahora vamos a ver cuanto mordeis, cabrones!
La paralisis que habia inmovilizado a Flora se habia ido suavizando; los otros cuatro se habian tranquilizado despues de dar golpes hasta cansarse, solo la histeria del herido le atravesaba ahora la cabeza como una sierra, una sierra contra una superficie de metal…
«No…».
No era eso. Era el otro ruido. No habia nada que hacer; era demasiado tarde, ella no podia evitar que los chicos hicieran cuanto habian planeado. Miro a su alrededor y al otro lado del patio se vio a si misma, dirigiendose hacia la farola. Aun le resultaba dificil mirar, algo le decia que bajara los ojos, pero era como si ya se hubiera acostumbrado. Desplazo el ruido cortante a la parte posterior del cerebro y dejo espacio para pensar libremente.
– ?Que cojones? Joder, joder…
La Muerte abrio los brazos en un gesto de invitacion para que se abrazaran a ella, y Flora, como hipnotizada, hacia lo mismo, como si fuera un reflejo de la otra. Los chicos consiguieron encender la cerilla y la Muerte dio un par de pasos y se deslizo dentro del monton de cuerpos, se inclino y estiro las manos, haciendo un gesto como si estuviera recogiendo bayas, reuniendo algo.
La cerilla volo por los aires.
– ?Ten cuidado! ?Sal! -alerto la muchacha a voz en grito.
Al mismo tiempo que aterrizo la cerilla, la Muerte alzo la cabeza y miro a Flora a los ojos. Eran dos copias exactas. No habia nada aciago ni negro en sus ojos, solo eran los ojos de Flora. Durante un segundo pudieron mirarse mutuamente, compartir sus secretos, antes de que la gasolina prendiera con una explosion y un muro de llamas se interpusiera entre ambas.
Los chicos se quedaron como atrapados en el hielo mirando la hoguera. Las llamaradas mas altas se elevaban casi a la misma altura que los tejados de los edificios, pero despues de unos segundos se consumieron los gases y el fuego prendio en los cuerpos; se oyo el crepitar de las ropas de hospital al carbonizarse y de la carne al abrasarse.
– ?Venga, vamonos!
Los chicos contemplaron el fuego un poco mas, como si quisieran grabarselo para siempre en la memoria, luego se dieron la vuelta y corrieron para abandonar el patio. El tal Marcus, que ahora llevaba el pecho desnudo, se detuvo un instante y miro a Flora levantando el dedo indice como si estuviera pensando decirle algo, pero no se molesto en hacerlo y siguio a los demas. Pasados un par de minutos, sus