De vuelta a casa despues de la escuela Oskar se detuvo bajo las dos ventanas del piso de la chica. La mas proxima quedaba solo a dos metros de la de su habitacion. Las persianas estaban bajadas y solo se veian los marcos rectangulares de las ventanas, de color gris claro en contraste con el gris oscuro del cemento. Parecia sospechoso. Probablemente se trataba de algun tipo de… familia rara.
Oskar echo una ojeada a su alrededor, luego entro en el portal y leyo los nombres en el tablon. Cinco apellidos muy bien puestos con letras de plastico. Un espacio estaba vacio. El anterior nombre, HELLBERG, aun podia distinguirse por la marca impresa que habian dejado las letras en el terciopelo descolorido por el sol. Pero no habia otras nuevas. Ni siquiera un papel.
Subio corriendo los dos tramos de escaleras hasta la puerta donde vivia la chica. Lo mismo alli. Nada. El cartelito de la rendija para el correo no tenia letras. Eso era lo normal cuando un piso estaba deshabitado.
?Habria mentido? A lo mejor no vivia aqui, pero claro, habia entrado en el edificio. Si. Aunque podia haberlo hecho de todas formas. Si ella… Abajo se abrio el portal.
Se aparto y bajo rapidamente las escaleras. Ojala no fuera ella. Podria pensar que el, de algun modo… Pero no era.
En mitad del segundo tramo Oskar se encontro con un hombre al que no habia visto antes. Un hombre bajo, corpulento y medio calvo que sonrio con una sonrisa demasiado grande para ser normal.
Al ver a Oskar, levanto la cabeza y saludo; en la boca aun llevaba impresa aquella sonrisa de circo.
Oskar se paro abajo, en el portal; escucho. Le oyo sacar las llaves y abrir la puerta. La puerta de ella. El hombre seria probablemente su padre. La verdad es que Oskar no habia visto nunca a un drogadicto tan viejo, pero parecia enfermo del todo.
Bajo hasta el parque, se sento en el borde del cajon de arena y estuvo atento a las ventanas para ver si subian las persianas. Hasta
Saco del bolsillo de la cazadora su cubo de Rubik. Crujia y chirriaba cuando lo giraba. Una copia. El autentico iba mucho mas suave, pero costaba cinco veces mas y solo lo habia en la jugueteria bien vigilada de Vallingby.
Habia hecho dos caras de un solo color y de la tercera no le quedaba casi nada, pero era imposible completarla sin estropear las dos que ya tenia listas. Habia guardado una doble pagina del periodico
Estaba mirando el cubo, tratando de pensar una solucion en lugar de solo dar vueltas. No se le ocurria. Era como si su cerebro no pudiera con aquello. Se apreto el cubo en la frente, intentando penetrar en su interior. Pero nada. Puso el cubo en el borde del cajon, a una distancia de medio metro, lo miro fijamente.
Telequinesia, lo llamaban. En Estados Unidos habian hecho observaciones. Habia personas que lo
Y tal vez… tal vez podia.
El dia en la escuela no habia sido tan malo. Tomas Ahlstedt intento quitarle la silla en el comedor cuando se iba a sentar, pero Oskar se habia dado cuenta a tiempo. Eso habia sido todo. Se iria al bosque con el cuchillo, a aquel arbol. Haria un experimento mas serio. Nada de calentarse como ayer.
Con tranquilidad y precision iba a clavar el cuchillo en el arbol, hacerlo astillas, teniendo todo el tiempo ante si la cara de Tomas Ahlstedt. Aunque… claro, estaba lo del asesino. El
No. Tendria que esperar hasta que encerraran al asesino. Por otro lado, si se trataba de un asesino normal el experimento no tenia ningun valor. Oskar miro el cubo y se imagino un rayo que iba desde sus ojos hasta el cubo.
No paso nada. Se metio el cubo en el bolsillo y se levanto, sacudiendose algo de arena de los pantalones. Miro hacia las ventanas. Las persianas estaban todavia bajadas.
Entro para trabajar en su cuaderno de recortes, cortar y pegar los articulos del asesinato de Vallingby. Probablemente, llegarian a ser muchos con el tiempo. Sobre todo si ocurria otra vez. Tenia alguna esperanza de que fuera asi. Preferiblemente en Blackeberg.
Para que la policia fuera a la escuela y los profesores se pusieran serios e inquietos, para que se creara ese ambiente que a el le gustaba.
– Nunca mas. Digas lo que digas.
– Hakan…
– No. Y nada mas que no.
– Me muero.
– Pues muerete.
– ?Lo dices en serio?
– No. Claro que no. Pero puedes tu… misma.
– Estoy demasiado debil. Todavia.
– No estas debil.
– Debil para eso.
– Si. Entonces no se. Pero yo no lo hago otra vez. Es tan repugnante, tan…
– Lo se.
– No lo sabes. Para ti es distinto, es…
– ?Que sabes tu como es para mi?
– Nada. Pero al menos tu eres…
– ?Crees que… disfruto con ello?
– No se. ?Disfrutas?
– No.
– Conque no. No, no. Bueno, sea como sea…
– ?Los has tenido?
– Si.
– Ya… ya…
– ?Hakan? ?Tu…?
– Te quiero.
– Si.
– ?Tu me quieres? ?Un poco siquiera?
– ?Lo harias otra vez si te dijera que te quiero?
– No.
– Quieres decir que te voy a querer de todas formas, ?no?
– Solo me quieres si te ayudo a mantenerte viva.
– Si. ?No es eso el amor?
– Si creyera que me quieres, aunque yo