Eadulf se dio en la frente con el puno.

– ?Claro! ?Donde esta la yegua zaina? Cuando lo mataron iba sin caballo.

Fidelma sonrio, conteniendo un bufido de exasperacion.

– Eres la persona mas variable que conozco. Unas veces te das cuenta de cosas mas que evidentes y que a los demas nos pasan inadvertidas, mientras que otras te pasan por alto cosas que todos los demas dan por sabidas, de tan obvias. Sois de lo mas frustrante, Eadulf, de veras. Exacto, me refiero a la yegua del arquero. ?Donde esta? Parece que habia otro complice esperando con los caballos de los dos asesinos y, al enterarse de que Gionga los habia matado, huyo con los caballos.

– Lo cual significa que en Cashel sigue al acecho un tercer asesino.

– O mas. ?Cuantas personas hay implicadas en la conspiracion? ?Y que hay del otro descubrimiento que hemos hecho hoy? -insistio Fidelma.

Por mucho que lo intentara, Eadulf no conseguia identificar la otra cuestion a la que se referia Fidelma, que esperaba con paciencia.

– El arquero y su companero casi no llevaban dinero encima al morir. Cred, la posadera, nos ha dicho que a aquel no le faltaba el dinero. ?Donde lo guardaba? -sugirio ella al final.

Eadulf apreto los labios, irritado consigo mismo por no haber caido en algo tan evidente, y dijo:

– Otra pregunta: ?por que nos hemos detenido aqui?

Fidelma lo miro con una sonrisa enigmatica y asomo la cabeza sobre la pared del edificio para volver a mirar hacia la calle.

– La respuesta esta de camino.

En aquel momento, uno de los carreros de la taberna de Cred -el de Cashel, que la habia identificado- venia corriendo por la calle, mirando a todos lados como si buscara algo.

– Una persona puede decir tantas cosas con los ojos, como con la boca y las manos -susurro Fidelma a Eadulf.

Cuando el carrero llego a la altura de ellos, Fidelma tosio. Lanzo una mirada aturdida hacia donde estaban. Entonces, sin advertir su presencia, se agacho sobre una rodilla y empezo a toquetearse la bota.

– Fingid que no estais hablando conmigo -le pidio a Fidelma con un susurro silbante-. Hay ojos y oidos por todas partes.

– ?Que quereis de nosotros? -pregunto ella, volviendo la cabeza como si estuviera hablando con Eadulf.

– No os lo puedo explicar aqui. ?Conoceis el pozo de Gurteen, un pequeno campo de cultivo?

– Queda a menos de dos kilometros al noreste de aqui. Si os adentrais por un sendero hacia los bosques de tejos, llegareis a un campo labrado que linda con un muro de mamposteria. El pozo esta al otro lado del muro. Es imposible perderse.

– Lo encontraremos.

– Estad alli al anochecer y hablaremos. No digais nada a nadie sobre este encuentro. Nos pondria en peligro a todos.

Entonces, el carrero se irguio otra vez y se alejo andando tan tranquilo, como si solo se hubiera detenido a atarse la bota.

Eadulf cruzo la mirada con Fidelma.

– ?Creeis que es una trampa? -opino.

– Pero, ?para que querria el carrero hacernos caer en una trampa?

– Porque el y sus amigos podrian creer que sabemos mas de lo que parece -sugirio Eadulf.

Fidelma considero el comentario un momento con la cabeza inclinada a un lado.

– No, no creo. El miedo que tenia de que le vieran hablando con nosotros parecia sincero.

– Bueno, pues yo creo que es peligroso ir alli… y nada menos que al anochecer. Es una trampa de zorros.

Fidelma le dijo con una sonrisa burlona:

– Y el zorro nunca hallaria mejor mensajero que yo.

Eadulf gimio de impaciencia al oir otro de los axiomas de Fidelma.

– ?Por ventura no tendreis otro proverbio en este pais, como… «no ensenes los dientes hasta que no puedas morder»? -pregunto con sarcasmo.

Fidelma se rio entre dientes.

– Bien dicho, Eadulf. Veo que vais aprendiendo… Pero esta noche estaremos en el pozo de Gurteen al anochecer.

CAPITULO XI

Caia la tarde cuando Fidelma y Eadulf salieron de la abadia. Tras asegurarse de que nadie los observaba, empezaron a seguir las indicaciones que el carrero de Samradan les habia dado para llegar al pozo de Gurteen. Como habia sido un dia calido y se percibia que la noche iba a ser fria, una tenue neblina se estaba levantando en los campos del lugar. Nada se movia, ya que no soplaba el viento, ni siquiera una brisa nocturna que hiciera susurrar a arboles y arbustos.

Habian decidido ir andando desde la abadia, en vez de a caballo, porque Fidelma consideraba que de este modo la salida no llamaria tanto la atencion. Eadulf se habia llevado con el un baston rigido, un bordon que un peregrino habia desechado y que el habia encontrado por el monasterio. Convenia llevar algun medio de proteccion. Por las noches rondaban lobos por el campo, y se sabia que alguna vez habian atacado a algun solitario caminante. En ocasiones habia tantos en florestas y refugios, que en epocas de hambruna podian ser un temible peligro para poblaciones enteras y mucho mas para quienes moraban en granjas aisladas.

Cuando iban por el sendero, un aullido solitario surco el aire. Eadulf agarro con mas fuerza el baston y miro hacia el lugar de donde venia el gemido, que recordaba el canto de una sirena.

– Ahora comprendo por que en irlandes se le llama glademain a una manada de lobos -observo con una mirada ansiosa.

La palabra venia de glaid, que significaba «grito»; de ahi glademain, es decir, «grito de lobos».

– Su forma de aullar resulta extrana y cautivadora -reconocio Fidelma-. En ocasiones, ha habido gente que se ha sentido seducida hasta el extremo de olvidar cualquier peligro. Es el unico animal realmente peligroso del campo. Muchos nobles organizan cazas anuales para que no aumenten.

Un perro se echo a ladrar como reaccion a los aullidos del lobo.

– Bueno, ese es otro peligro -se corrigio Fidelma-. Por ley y por costumbre, a primera hora de la manana se ata a los perros, pero de noche, al apriscar al ganado, se les suelta para proteger la granja y alrededores. A veces pueden atacar de forma tan salvaje como ese «hijo del campo» al que habeis oido ulular.

Eadulf iba a decir algo cuando volvio a oir el siniestro aullido del lobo. Espero a que cesara.

– Conozco muchas maneras de llamar a un lobo, pero «hijo del campo»… ?por que? -pregunto, sintiendo un leve escalofrio.

– Se me ocurren cuatro nombres para designar al animal, asi como para la manada. Se le llama mac-tire, «hijo del campo», sencillamente por alusion al hecho de que ronda los bosques salvajes y los refugios.

Entonces se detuvo en seco y le hizo una sena para que el tambien lo hiciera.

– Ahi delante -dijo a media voz-. Creo que ahi esta el campo labrado al que se referia el carrero de Samradan. El pozo debe de estar cerca.

El resplandor de la luna, junto con la neblina del suelo, daban cierta luz al campo. De hecho, la niebla no habia subido mas de unos centimetros. Se arremolinaba entre la parte mas baja de sus piernas, como si caminaran por aguas someras. Eadulf dirigio la vista adonde le indicaba Fidelma con el brazo extendido y vio en la penumbra un cercado rectangular claramente marcado por los arboles de alrededor.

Вы читаете El Monje Desaparecido
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату